De Guillermina Noro, publicado en su blog
Que se pague por alimento, techo y todo aquello que sea indispensable para la subsistencia es inhumano. Que existan fuerzas represivas es terrible. Que las corporaciones y el dinero dominen al mundo es una abominación. Ahora bien ¿cómo se puede revertir esto si nuestra propia mente global está colonizada? ¿cómo es posible un real cambio si no se tiene en cuenta que para modificar determinadas situaciones hay que pensar a nivel mundial? ¿cómo avalar una utopía si para su realización se fomenta la utilización de la violencia como metodología de acción? ¿cómo pretender concretar transformaciones si se pasa por alto todo el -arduo- proceso que se requiere para lograrlas?

 

Curiosamente cuando hago estas preguntas resulta que para algunos soy una «burguesa conservadora» o una «defensora de las corporaciones» (sic), como si determinados aspectos que a mi me parece que hay que tener en cuenta fueran una invitación a resignarse, a transar valores o a acomodarse a esta situación de mierda. Me da la impresión que muchas veces esa  «revolucionaria lucha contra el capitalismo» (o lo que algunos interpretan como tal) se convierte en un slogan carente de complejidades…como un escape bardero cerrado en si mismo sin la más minima visión de un contexto que, si bien es modificable, impone condicionamientos muy  concretos. Entonces, muy lejos de toda posibilidad de pensar -y hacer- cambios que efectivamente permitan una vida sustancialmente mejor para todos, quien plantea determinadas cuestiones que le parecen relevantes resulta ser un enemigo.
Yo sostengo y afirmo mi corazón en el innegable valor de las utopías, ese “ejercicio de imaginación que permite pensar otro modo de ser lo social”, esa posibilidad que está en un tiempo y en un lugar que no es el ahora. Ella es la que socava desde dentro la «normalidad» en todas sus formas y permite que florezcan las potencialidades reprimidas por el orden existente puesto que es la propuesta de una sociedad alternativa. Sin embargo cuando existe la ausencia de toda reflexión de carácter práctico y político acerca de los apoyos que podría encontrar en lo disponible para la época, la utopía se construye en base a esquemas inmensamente restrictivos, que conlleva todos los riesgos de un discurso disparatado. Se convierte entonces en un «delirio” que desdibuja «lo real» en beneficio de esquemas inalcanzables y límites irrealizables (para ese momento particular), así la lógica de la acción -que bien sabe que lo deseable y lo realizable nunca coinciden completamente- es reemplazada por el todo o nada.
Pues bien desde mi punto de vista, si digo que las cosas no cambian de la noche a la mañana no significa sugerir «que esto cambie un poco para que nada cambie», lo que afirmo es «trabajemos constantemente para una real transformación». En lo personal, ese mundo humanizado que pretendo y por la que trabajo lo mejor que puedo, es mi guía y mi sentido fundamental, que con errores y equivocaciones, aspira tener los pies firmemente puestos sobre un planeta que en sus diversidades, complejidades y relaciones es mucho más grande que la suma de todos los slogans del mundo.