Desde un punto muy alto de la tierra puedo visualizar el horizonte para contemplarlo en toda
su magnitud, lo que me permitirá medir su profundidad y extensión. Vivir la experiencia al
interior de instituciones como la Iglesia Católica, particularmente en el período de la oscuridad
que azotó a nuestro país durante la dictadura militar, puede resultar alentadora para calibrar
los alcances de la crisis que por estos días padece el dogma católico en el planeta.

Aunque el demonio (la bestia) vestía ropajes militares utilizando su armamento para
aniquilarnos cuando excedíamos el límite de lo permitido, en la Iglesia de los Pobres de los
ochenta no existían temas tabúes, la relación con los sacerdotes y religiosas era absolutamente
horizontal para levantar un nuevo tipo de relaciones entre las personas con énfasis en la
solidaridad y el compromiso social.

El renunciado Papa Benedicto XVI representaba la antítesis de nuestro ideales, su cargo
de “comisario” de la fe en la Congregación del mismo nombre, le valieron calificativos de
autoritario y cancerbero de Dios al rechazar y perseguir a quienes – fuesen Obispos, sacerdotes
o laicos – hicieran apología de la Opción liberadora a nivel de las comunidades cristianas de
base.

El secretismo de un poder lejano a nuestra realidad tercermundista se acentuaba a medida
que avanzaba nuestro anhelo de cambios sociales, el Vaticano no sintonizaba con los signos
de los tiempos en un continente que arrastraba la cruz de la colonización con su hegemonía
económica y cultural.

Los pacientes y sistemáticos esfuerzos para cambiar el estado de opresión dieron sus frutos, la
sociedad comenzó a develar injusticias ancladas en el imaginario colectivo como “normales”,
así es la vida, denunciando públicamente los abusos cometidos por sacerdotes a menores y
adultos en distintos lugares y situaciones, socializándose en los medios de comunicación los
abusos de poder de quienes ostentan los hábitos cristianos.

En la mayoría del planeta se denuncian casos de abusos (pederastia), el año 2010 fue
particularmente complicado para el pontífice que deja hoy su cargo como enviado del creador
en la tierra. En Australia se reconocen más de 600 casos de abusos cometidos desde el año
1930. Al Vaticano se le acusa de encubrir similares situaciones en Irlanda, Estados Unidos,
Alemania, Austria y Bélgica.

La impunidad es un tema pendiente al interior de la Curia Romana, el secretismo que
caracterizaba su accionar se ha visto fracturado por las filtraciones de informaciones que
delatan manejos turbios en su gestión financiera. Esta ancestral institucionalidad deberá
re adecuarse al momento de crisis que vive al derrumbarse el muro del silencio sobre la
pederastia ejercida por clérigos en todo el mundo, provocando deserciones vocacionales y migraciones a otros credos.

La sucesión en el Vaticano abre muchas interrogantes considerando el complicado momento
económico que la Unión Europea padece, el cerrojo informativo dio paso a las filtraciones, la
impunidad amplifica la brecha y la desconfianza entre el Estado Vaticano y la sociedad global.

Analistas europeos describen escenarios posibles donde el poder debiera volver a los dueños
de casa, los Obispos Italianos, después de 35 años de reinado extranjero. Otros expertos
apuntan a privilegiar figuras del tercer mundo. Sin embargo los rostros son la punta del iceberg
que contiene el diseño de un modelo de gestión que otorgaría continuidad profundizando
acciones inconclusas o instalar un nuevo paradigma en la santa sede.