Por Emilio Godoy
El uso colectivo de automóviles es la cara más visible del consumo colaborativo, que busca maximizar empleo y vida útil de un bien, al ser aprovechado por varias personas.
Pasar de una economía del lucro a otra de compartir parece un cambio de dimensiones geológicas. Algunos empezaron la transformación desde abajo, compartiendo el preciado automóvil personal.
En megaurbes como Ciudad de México despuntan iniciativas para usar entre varios el automóvil privado, con beneficios económicos, urbanos y ambientales.
Dos de esos proyectos son Aventones y Carrot, fundados por jóvenes universitarios.
El popular «aventón» – viajar solicitando transporte a los automóviles en la carretera– sirvió de nombre inspirador para Aventones, que «surge por el exceso de tráfico y el uso ineficiente del coche», dijo a Tierramérica Ignacio Cordero, ingeniero industrial de 28 años egresado de la jesuita Universidad Iberoamericana (UIA). «La idea es crear una cultura de uso compartido del auto».
Cordero, Cristina Palacios, administradora de empresas graduada en la UIA, y Alberto Padilla, ingeniero industrial del instituto Tecnológico de Monterrey, crearon la empresa en 2010.
El servicio se ofrece a «comunidades de confianza» –empresas, universidades o instituciones gubernamentales– con un promedio de 200 o 250 personas que, mediante un sistema en línea se organizan para encontrar coincidencias en rutas, horarios y espacios vacíos de manera segura. De esta forma no solo varios pasajeros comparten automóvil, o incluso un taxi, sino un viaje o trayecto.
El costo para la entidad clienta es de 8.000 dólares anuales, e incluye cursos de capacitación.
El software fue creado por los fundadores de la empresa, que tiene ya unos 5.752 usuarios y 27 clientes, 23 en México y cuatro en Chile, donde empezó operaciones en enero pasado.
La tendencia del vehículo compartido («carpooling», en inglés), se siente cada vez más en Alemania, Canadá, España y Estados Unidos. Pero es incipiente en América Latina. Servicios similares se desarrollan en Argentina, Chile y Brasil.
Otra modalidad es el coche multiusuario por corto tiempo («carsharing»), de fuerte impulso en Alemania, España y Estados Unidos, en la que se alinean Carrot en México, Zazcar en Brasil y SigoCar en Costa Rica.
«La tendencia es a tener más opciones de movilidad. Tiene un alto impacto positivo en el ambiente y se fomenta el transporte multimodal», declaró a Tierramérica la ingeniera industrial Jimena Pardo, de 28 años y graduada en la UIA, que fundó Carrot en 2012 con Diego Solórzano, licenciado en actuaría del Instituto Tecnológico Autónomo de México.
La compañía, afiliada a The CarSharing Association, ofrece a sus clientes 40 vehículos, tres de ellos eléctricos, y ya cuenta con 1.600 usuarios.
El interesado se inscribe en el sitio electrónico y paga una inscripción según la frecuencia en que necesitará el transporte, explicó Pardo. Un automovilista ocasional eroga unos 23 dólares anuales y unos siete dólares por hora, más unos 23 centavos de dólar por kilómetro recorrido.
Un conductor frecuente desembolsa unos ocho dólares mensuales, casi cinco dólares por hora y unos 23 centavos de dólar por kilómetro. El sistema implica recoger el auto en una estación y dejarlo en otra.
De acuerdo a Carrot, cada uno de sus vehículos saca de circulación 20 automóviles particulares.
Estas nuevas formas de transporte son las caras más visibles del consumo colaborativo, que busca maximizar el uso y la vida útil de un bien, al ser aprovechado por varias personas, reduciendo el tiempo en que permanece inactivo, pero sigue generando gastos.
Estas soluciones son idóneas para una ciudad como la capital de México y su área metropolitana, que suma 20,4 millones de habitantes. En esa zona se efectúan 49 millones de viajes diarios, 53 por ciento en transporte público y 17 por ciento en vehículos privados, según el Centro de Transporte Sustentable.
El Transportation Sustainability Research Center de la Universidad de California estimaba en octubre que el carsharing funcionaba en 27 países, con 1,78 millones de miembros que usaban 43.550 vehículos. Además, había proyectos diseñados en otras siete naciones.
La «Propuesta de sistema de vehículos compartidos basado en un sistema de información geográfica», elaborada en 2011 por Luis Guadarrama, Daniel Santiesteban y Javier García de la Universidad Autónoma del Estado de México, sostiene que «los beneficios esperados de un sistema de vehículos compartidos es la reducción del uso de vehículos individuales y del número de estos «en servicio individual, así como una menor aglomeración «en los mismos centros de demanda, lo cual hace incluso más atractivo el desplazamiento hacia ellos».
«Queremos lograr que el uso compartido del auto sea un hábito y que nuestro servicio sea una experiencia social en todos los aspectos», sostuvo Cordero.
Aventones asegura haber evitado la emisión de 115 toneladas de dióxido de carbono y ahorrado viajes de 750.015 kilómetros, 10.586 horas y 71.430 litros de gasolina.
El vehículo multiusuario «es replicable en ciudades medianas y grandes que tienen transporte urbano, alta densidad de población y una mezcla de áreas residenciales y de oficinas», indicó Pardo, cuya empresa emplea a nueve personas y posee estaciones en los principales barrios capitalinos.
Ambas iniciativas se financian solas y tienen planes ambiciosos.
Aventones, que da trabajo a 10 personas, espera incursionar este año en Bogotá y sumar 25.000 usuarios, gracias al financiamiento otorgado por su nuevo socio, Venture Institute. Su equipo prepara una aplicación de uso abierto, basada en redes sociales como Facebook y Twitter.
Carrot, que también se alió con Venture Institute, prevé operar en Toluca y Puebla, ciudades cercanas a la capital mexicana, trepar a entre 3.000 y 5.000 clientes, ampliar su flota a 100 unidades e inaugurar más estaciones en diferentes barrios.
Ambas organizaciones quieren estrechar vínculos con el gobierno izquierdista de Ciudad de México, que impulsa el Metrobús –autobús de tránsito rápido por carril confinado–, bicicletas públicas compartidas y una concesión de taxis eléctricos en el centro histórico capitalino.