Por Santiago del Campo
Dos filas paralelas de torres de alta tensión cruzan de lado a lado por el centro de la populosa comuna de Lo Prado. Parece ironía, pero la avenida por la que se extienden se llama precisamente Las Torres. Una fila pertenece a Chilectra, la otra a Transelec. Se alzan a pocos metros de cientos de viviendas, cuyos moradores vienen lamentando , impotentes y desde hace años, solución a los diversos problemas que esas torres acarrean a sus vidas diarias. Entre estos, un persistente y fuerte zumbido que a muchos impide dormir.
Fue en una de esas torres donde murió electrocutado Miguel Vieytes el lunes 7 de enero. Al parecer, trepó a ella para enfatizar, una vez más, la antigua preocupación vecinal. Una preocupación que me llevó en 2001, como alcalde de la comuna, a buscar soluciones que al menos paliaran en algo el daño medioambiental y sanitario sufrido por la población. Recurrimos primero al entonces diputado local Guido Girardi para que nos ayudara a gestionar algunas acciones. Este supuesto defensor de los débiles prometió cosas, que todavía siguen pendientes. Surgió entonces la idea en el municipio de ver el posible soterramiento de las torres. Fuimos con el Concejo Municipal a conversar con Chilectra y Transelec. En la primera empresa nos atendieron con amabilidad. En la segunda, con un portazo. En todo caso, soterrar las torres costaba unos 9 millones de dólares. Para el municipio, financiar ese costo resultaba imposible.
Y así se mantuvo la situación, adormecida en los círculos del poder, vigente en el día a día de los pobladores. Hasta que un hecho trágico vuelve a ponerla en primer plano. ¿Será muy tarde para replantear la posibilidad de soterrar esas torres y devolverle calidad de vida a los habitantes de Lo Prado? Con el tiempo transcurrido, ¿no existen hoy nuevas opciones de financiamiento, en el país o el extranjero? ¿Entenderán los actuales responsables que, si bien esta acción podría no serles electoralmente rentable en lo inmediato, sería beneficiosa para la comunidad?