Por Rosi Baró

Vivimos en Venezuela un momento inédito que nos retrotrae al inicio de la Revolución Bolivariana, el 2 de Febrero de 1999. En ese momento el recién electo presidente Hugo Chávez en el acto de toma de posesión hizo un juramento para re-fundar la república: «Juro delante de Dios, juro delante de la Patria, juro delante de mi pueblo que sobre esta moribunda Constitución impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que la República nueva tenga una Carta Magna adecuada a los nuevos tiempos. Lo juro». 

Ese juramento fue el comienzo, la condición de la revolución bolivariana y a partir de ese momento comenzó un proceso vertiginoso. Se realizó  un Referéndum Consultivo para convocar una Asamblea Constituyente,  los constituyentes fueron elegidos por voto popular surgiendo actores hasta ese momento invisibilizados, la constitución fue redactada en colectivo en 6 meses, el texto final sometido a Referéndum popular recibiendo un respaldo del 71,78% y finalmente la nueva constitución fue promulgada por la Asamblea Constituyente en diciembre de ese mismo año. En 10 meses Venezuela cambió para siempre. 

Todo este proceso fue acompañado por la proporcional resistencia, oposición, que se activa ante los cambios, más aún cuando quien los lideriza demuestra su firme voluntad de hacerlos realidad.

Viví este proceso constituyente en primera fila porque fue íntegramente transmitido por televisión y no me perdí ninguna de las sesiones. Confieso que hasta ese momento no había caído en cuenta de mi total ignorancia sobre el tema, pero lo que todos sí sabíamos es que estábamos decidiendo el destino que debía darse a la nación y lo más trascendental que ocurrió fue que todos, nosotros, el Pueblo, el Soberano, tomamos conciencia de algo que hasta ese momento no habíamos percibido, que eramos el Poder Constituyente Originario, que jamás habíamos ejercido ese poder y en ese preciso instante el genio se escapó de la botella.

Esta situación que hoy vivimos nos hace revivir aquella otra de hace 14 años, porque cuando al comienzo de la entrevista del Vicepresidente Nicolás Maduro (a la que me referí en el artículo anterior), pidió que tuviéramos la constitución en la mano, yo ya la tenía, y estoy segura que todos los que nos sentimos protagonistas de este proceso también la tenían. Porque a diferencia de las otras constituciones redactadas en consensos políticos, sin participación popular, ésta nos pertenece, se discute, se analiza, se enseña, se han impreso millones de ejemplares y no es letra muerta.

Esta situación que hoy vivimos nos hace revivir aquella otra de hace 14 años, porque en este momento que estoy escribiendo, en la televisión transmiten la primera sesión de la Asamblea y los diputados debaten los  artículos 231, 233 y 235 de la Constitución. Y en este momento, los mismos que en su nacimiento la adversaron y se opusieron a los cambios, intentan,  al haber perdido en las dos últimas elecciones, asaltar el poder por otros medios.  Exigen, gesticulando y hablando golpeado, que el 10 de Enero si el presidente no se presenta (dando por verídica la información manipulada sobre la salud del presidente que convenientemente inundó la prensa internacional en los días previos), se debe declarar la falta absoluta, tiene que juramentarse el Presidente de la Asamblea y llamar a nuevas elecciones en 30 días  . Todo esto aderezado con una supuesta defensa de la misma constitución que abolieron durante el golpe de estado del 2002 cuando luego de haber secuestrado al presidente y forjado su renuncia declararon «un vacío de poder». Es decir, que se pagan y se dan el vuelto. 

Concluye la primera sesión de la Asamblea y por voto de la mayoría de los diputados  se aprueba la petición hecha por el Vicepresidente Nicolás Maduro para que el comandante Chávez se tome todo el tiempo necesario para recuperarse y luego juramentarse ante el Tribunal Supremo de Justicia.

¿Y entonces? inocentemente me pregunto, todo este show que ni ellos mismos se creen porque son minoría en la asamblea. ¿Qué objetivo tiene? ¿A quién va dirigido?   Obviamente no es para nosotros, que manifestamos nuestra voluntad en la elección del 7 de Octubre y re-elegimos al presidente Chávez por otro período de 6 años. Y porque nos reconocemos protagonistas y  solo se re-conoce aquello que se ejerce, sabemos que mediante  interpretaciones truculentas, nuestra creación (la constitución) no puede ser usada como instrumento para ir en contra de nuestra decisión soberana.

Eso es todo «por ahora», no se pierdan el próximo capítulo…