Por Anna Polo

Cuando comencé a colaborar con Pressenza, en julio, me pregunté qué sentido dar a este compromiso con la “información alternativa”: el primer empujón me lo dió la rebelión contra la manipulación creciente que advierto cada vez que leo las noticias publicadas por los periódicos on-line tradicionales (confieso que no miro la televisión desde hace años). Sé que las cosas no son así, o que por lo menos faltan muchos elementos, a menudo fundamentales, que además hay experiencias interesantes y positivas que, al no aparecer en la información oficial, no existen para los ojos de la mayoría de la gente. Además la elección de las noticias y el modo en que se las presenta producen invariablemente en mí un sentido de impotencia, frustración e incluso desesperación frente a un mundo oscuro, lleno de injusticia y de violencia en apariencia imposibles de superar.

Como me ha sucedido a menudo, una vez tomada una decisión parece que todo se alinea en la dirección buscada y comienzan a aparecer uno tras otro sucesos y coincidencias que en realidad no son tales. Todas las listas de correos electrónicos pacifistas y de acción social en las que estoy inscrita, que hasta ese momento seguía de modo más bien distraído, muchas veces sin siquiera leer los mensajes, de pronto me parecieron llenas de datos interesantes respecto a eventos e iniciativas a las que se les podía dar espacio. La forma que elegí porque me resultaba más afín – la entrevista – me ha permitido establecer o reforzar relaciones con personas famosas y no, que siempre me dejaron algo positivo.

Esa oscuridad descorazonante se iluminó con muchas pequeñas luces y me di cuenta que aquellas experiencias escondidas, reconfortantes y creativas cuya presencia intuía, existían de verdad y que una tarea fundamental era darlas a conocer y relacionarlas entre sí.

Este es para mí el sentido profundo de Pressenza y de las diversas realidades con las que colaboramos, o de las que republicamos sus gacetillas y comunicados dando a conocer sus iniciativas: alimentar la esperanza, mostrar que en torno a nosotros existe mucho más que lo que aparece, establecer puentes entre quienes “resisten” la violencia en todas sus formas y trabajan para construir un mundo nuevo. Tal vez este mundo nuevo no lo veremos, pero no importa: más allá de los resultados inmediatos, lo que cuenta es hacer nuestro aporte a que la acumulación de bondad, generosidad, sabiduría y compasión que ha permitido avanzar a la humanidad desde los tiempos más remotos, continúe y que le permita seguir avanzando también a futuro.