Tareas pendientes de los procesos de cambio
Por Julio Lumbreras
El Caudillismo en América Latina, es una de las herencias que recibieron casi todos los países de esta región del planeta. Esta forma mental se encuentra enquistada en las sociedades de esta región y actúa frenando cualquier posibilidad de una verdadera transformación social, no digamos de un posible proceso revolucionario.
En los recientes acontecimientos políticos se puede observar muy claramente como esta forma sigue actuando de una manera vigente en las sociedades y pueblos, por mencionar casos recientes, el de Chávez en Venezuela, ante una enfermedad del líder de la política de cambio venezolana, el pueblo se hecha a la calle a rezar por su salud, se genera una gran inestabilidad social que hace ver claramente la dependencia de todo ese proceso transformador con la persona, en este caso Hugo Chávez.
Anteriormente, en Cuba, con el remplazo en la cúpula del Partido Comunista de Fidel Castro por su hermano Raúl Castro, también se pudo observar lo mismo, el mayor temor que se encuentra enquistado en las sociedades, es el de que al desaparecer el “líder” no exista la posibilidad de que se continúe con unas ciertas políticas de cambio, como si fuera la personalidad de este “líder” la que hiciera posibles de alguna forma los avances y las aspiraciones de un pueblo.
Son numerosos los casos en este momento histórico, Evo Morales en Bolivia, Cristina Kirchner en Argentina, Danilo Ortega en Nicaragua o Correa en Ecuador. Todos ellos tienen características de Caudillos, las personas no se refieren a un Gobierno en su conjunto para hablar de los cambios políticos en la región, se refieren al personaje al que están asociados dichos cambios y esto actúa sobre las poblaciones que quijotescamente creen que es la persona, el líder, el que hace posible las transformaciones, no alcanzando a percibir, que esos procesos de cambio se dan por el agotamiento de unos modelos económicos y sociales en crisis como es el caso del neoliberalismo.
La carga mediática y publicitaria que se les pone a estos personajes, cuando se realiza una obra en infraestucturas, cuando se inaugura un pabellón deportivo, una carretera, una escuela, etc… Poniendo las caras de los presidentes en los letreros, como si el dinero para esas obras hubiera salido de su bolsa y no del erario público. Cuando en las campañas publicitarias que realizan, se los pone como estandartes de la justicia social, de los avances etc… contribuye claramente al ensalzamiento de la persona o el personaje y no permite ver la realidad de una forma objetiva, que son los pueblos, las comunas, las municipalidades y las regiones las que sustentan e impulsan las transformaciones y no los caudillos.
El poder de los caudillos desde el siglo XIX, se basa en el apoyo de fracciones importantes de las masas populares. Este apoyo popular se tornaba en su contra cuando las esperanzas puestas en el poder que se les había entregado se veían frustradas, y se decidía seguir a otro liderazgo que lograra convencer de su capacidad de mejorar el país.
Hoy en día, si se pretende consolidar los procesos de cambio en América Latina, se debería partir de la organización desde la base social, de la descentralización del poder político hacia las regiones, los municipios y las comunas, tomando en cuenta que los cambios hasta el momento han venido de arriba hacia abajo y no al revés, un Gobierno que escucha se descentraliza, da el poder de decisión con autonomía a sus pueblos y regiones y no debería ensalzar la imagen de un líder, que tarde o temprano, desaparecerá por enfermedad o por desgaste de su proyecto, su imagen o su muerte.
El Caudillismo, es algo que se debería erradicar si se pretende que los cambios y transformaciones tan necesarios en la realidad de nuestro continente y el mundo, lleguen realmente a convertirse en vanguardia de una Nación Humana Universal.