En un mundo donde las confesiones de altos directivos de uno de los conglomerados financieros más grande del planeta, el británico HSBC, sobre el lavado de dinero sistemático que han hecho de los ingresos provenientes de los carteles más importantes de la droga y su inyección de liquidez en Wall Street de billetes manchados de sangre retumban en el silencio cómplice de la prensa adicta de sus anunciantes, hay cosas que casi nadie pregunta.
Para entender los derroteros históricos y vislumbrar con mayor claridad los hechos del presente es necesario plantearse dudas, cuestionar los argumentos, ejercitar las interrogaciones.
Un problema recurrente para abordar las problemáticas del norte de África o de Medio Oriente es emparentar a los sistemas políticos a las creencias religiosas de las mayorías. Así como en occidente las ideologías de las clases dominantes y, por extensión, de los políticos subordinados a dichas clases no reflejan las ideas de todo el pueblo, la misma ecuación debería absolver a las poblaciones de estos lugares del ideario de sus dirigentes.
Sin olvidar que estas élites también son gente y pertenecen, en su mayoría, al mismo país que gobiernan y que muchas veces los votantes o súbditos avalan las políticas del gobierno en funciones, hemos de tener en cuenta los contextos en los que se despliegan estos fenómenos.
El contexto cultural
Todo pueblo encierra una cultura y ella no es inalterable a lo largo de los siglos. Nada es permanente, aunque muchas características perduren desde que se tenga memoria.
La cultura se inculca en las familias, en las escuelas, en las universidades, en los ámbitos religiosos, en los valores de una sociedad, en la diagramación del estado, en las estructuras de poder, en las artes, etcétera. Hay momentos de la historia donde preponderaron las creencias mitológicas, las religiosas, las ideológicas, las cientificistas, las moralistas y otras formas que sería muy largo enumerar.
Extrañamente, en este momento de la historia pareciera que el hilo conductor de toda conducta humana, la supervivencia de la especie, está fuera del eje. Y la persecución del beneficio individual que reemplaza al bien común, entiéndase familiar, tribal, nacional, generacional u otro, se ha visto desplazado.
Ese individualismo galopante, raíz profunda del neoliberalismo actual, ha calado hondo en todas las clases sociales y en todos los continentes. Incluso países que ideológicamente deberían enfrentar este flagelo como China se comportan de modos personalistas y favorecen los enriquecimientos, lícitos o ilícitos, generadores de desigualdades y frenos del progreso de las mayorías. La propaganda consumista, la propagación del miedo y los mitos de la seguridad y del control han contagiado todos los niveles de educación y conocimiento. Nos hemos vuelto esclavos de un puñado de ideas que parecieran definir el ADN del ser humano.
Esbozos de respuesta
Partir desde esa base de razonamiento es un hándicap enorme que todos arrastramos y que deriva en detrimento del tipo de preguntas que podemos formular.
Me he tomado el atrevimiento, de todos modos, de tratar de tomar apuntes que me ayuden a responder a la pregunta que disparó todo este preanálisis.
Aquí estas notas desordenadas y caprichosas que no pretenden aseverar nada, sino más bien poner en duda la mayor cantidad posible de verdades establecidas:
Los gobiernos islamistas implementan una dictadura que somete deliberadamente a la mitad de sus poblaciones (las mujeres), forzando la vigilancia entre vecinos, creando aparatos represivos para efectuar tal sometimiento y manteniendo esa tensión se consigue el adormecimiento sobre el resto de temas de su mandato. Se reemplaza una trasmisión de la cultura musulmana, particular en cada región, por una serie de dogmas importados.
Esta instalación de prioridad cultural genera un gasto de energía brutal en toda la población para acatar unas normas que en el caso de no respetarlas podría traer graves prejuicios individuales y colectivos. Todos los paralelismos con otros tipos de gobiernos que ejercen el mismo tipo de vejaciones son fundados, los islamistas no inventaron nada, repiten conductas patriarcales de esos seres machistas que tienen pánico de la otra mitad de su especie.
Arabia Saudí y los emiratos del Golfo Pérsico se han convertido gracias a la alianza estratégica del petróleo con Estados Unidos de Norteamérica en el centro neurálgico de esta corriente fundamentalista políticoreligiosa. Confundir el islamismo con la religión musulmana es un signo distintivo del pensamiento hegemónico en ambas direcciones: hacer creer a los ajenos que todos los musulmanes son islamistas y, a su vez, hacer creer a todos los musulmanes que no ser islamista es ser infiel a su religión.
La gobernanza de los pueblos se ha visto usurpada por la gobernanza del poder del dinero que pone de rodillas a todos los pueblos del planeta casi sin excepción.
Las víctimas de las últimas invasiones han sido países musulmanes con un perfil no islamista, pero con un gran potencial económico: Irak y Libia. Algunos de los gobiernos que menos respetan los derechos humanos han salido a la caza de dictadores con el trono sobre pozos de petróleo para defender los derechos humanos de los habitantes de dichos países. Un nivel de cinismo sólo comparable a las hogueras purificadoras de la Inquisición.
La primavera árabe
Se llamó primavera árabe a los levantamientos de poblaciones hambrientas y hartas de regímenes totalitarios. Antiguos aliados de los EEUU como Hosni Mubarak o Ben Alí se quedaron solos para terminar reemplazados por el plan islamista de dominación de la región. Allí donde hacía falta cambiar la mano dura militar por la mano dura ideológica hemos visto florecer los partidos políticos islamistas financiados por los países que habían conseguido sofocar sus revueltas internas masacrando sus poblaciones como Qatar, Bahréin, Yemen, Arabia, Argelia o Marruecos.
Afganistán es el ejemplo más perfecto de la alianza talibanes-CIA-Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCEAG). Creando un cuerpo de guerreros “islamizados” convencidos con petrodólares para cometer cualquier tipo de barbaridades. Una misión que unifica el gran negocio de la droga, con las plantaciones de amapolas para crear la heroína y por otro lado los negocios oleoductos, gasoductos e implantación de una interpretación del Corán totalmente ajena a los pueblos autóctonos.
Encuadrados en la organización de origen estadounidense Al-Qaeda los mafiosos fanatizados se volvieron incontrolables y regidos por la misma contaminación individualista aspiran a convertirse en mercaderes de la vida y de la muerte, luchando entre ellos para obtener el trozo más grande del pastel. Es así como estos escuadrones que dominan Libia o continúan las matanzas en Irak actúan del mismo modo que esos carteles de la droga que se enfrentan por el reparto de territorios y para tener línea directa con el amo y eliminar los intermediarios.
¿Cuánto tiempo va a pasar antes de que comencemos a hablar de los Carteles del Golfo? Y, ¿en cuánto tiempo veremos a los petrodólares que están adquiriendo medio planeta con la misma desconfianza que a los narcodólares blanqueados por los bancos mejor posicionados en las Bolsas más importantes del mundo?
Terminemos con Siria
Terminemos estos apuntes con la situación siria.
“Terminemos con Siria” parecen estar diciéndose entre ellos los Estados Unidos y la OTAN (fundamentalmente Turquía) con los financistas del Golfo, aquí vuelve a aparecer el CCEAG que está formado por Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Que al no poder convencer a la opinión pública mundial y al resto de cómplices del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para atacar con su beneplácito, se dedican a sostener una guerra sucia, cruel y brutal.
Casualmente, Siria tampoco era una república islamista. Por el contrario, se trataba de un régimen laico y declarado enemigo de EEUU desde los años ’60.
Lo que en occidente son llamados rebeldes o Ejército Sirio Libre son considerados terroristas para Siria, Rusia, China y otros países que ven los hechos de un modo diferente a la visión hegemónica que imponen los grandes conglomerados de la información.
Se llamen como se llamen, se trata de un número indeterminado de mercenarios que han comenzado una carrera para adueñarse de Siria, llevando adelante una guerra contra el ejército regular de Bachar-Al-Assad y arrasando todo a su paso. Cuentan con instrucción y armamentos del Pentágono y de los gobiernos islamistas, así que no podemos dudar que una vez tumbado el gobierno sirio, ocupará su lugar un régimen islamista que imponga con mano férrea la dictadura del sin-sentido.