El 10 de octubre publicamos en Interferencias una entrevista con Juan Gutiérrez sobre el 15-M y la figura del enemigo. Llegaron muchos comentarios (al blog y por mail) y Juan pensó continuar la reflexión siguiendo su hilo. Porque el suyo no es un pensamiento acabado que pretenda zanjar la cuestión de una vez por todas. Muchas son las formas posibles de la enemistad y la hostilidad, por tanto el pensamiento sobre el problema del enemigo debe estar siempre en construcción, atento a las distintas situaciones, sin tener todas las respuestas de antemano. Así que aquí continuamos, con Juan y vuestros comentarios, preguntas y críticas, la exploración sobre la figura del enemigo.
El enemigo y lo enemigo
Juan Gutiérrez: En primer lugar, me gustaría precisar que en la entrevista se distingue al enemigo real con su dimensión humana -quizá soterrada y también herida-, su capacidad real de hacer daño y su voluntad real de hacer daño, de la imagen de enemigo, vaciada de humanidad, con una capacidad de hacer daño desmesurada y una voluntad de hacerlo desmedida. Es la distinción que hice en la entrevista entre “el” enemigo y “lo” enemigo: la imagen de enemigo y aquello que nos daña.
Del adversario emana un peligro real para nosotros, los nuestros y lo nuestro del que tenemos que defendernos y para eso hay que medirlo bien. Tenemos que enfrentarnos, es decir contraponer -hasta en choque frontal si fuera necesario- nuestra voluntad a la del enemigo. Poner en la picota y en solfa su pretendida legitimidad. No faltaba más. Eso hace el 15-M con sus consignas de “no hay pan para tanto chorizo”, “lo llaman democracia y no lo es” o “no somos mercancías en manos de políticos y banqueros”. Ningún buenismo por tanto.
Pero creo también que el adversario no se reduce al acto de dañar (como nos hace creer la imagen de enemigo) y que podemos buscar lo humano detrás de la mano que daña. Me gustaría añadir que por humanidad entiendo la potencialidad de aportar a la vida común. Esta exploración de lo humano en el contrincante es tarea enrevesada. La humanidad del adversario no se muestra y se ofrece como un ramo de flores. El otro se presenta muchas veces como un ser dañino, que hace daño, que está dispuesto y decidido a hacerlo, e incluso alardea de ello. Por eso tiene mucha razón el comentario en el blog que dice: “resulta difícil explicarle a un chileno que la mano de Pinochet no era Pinochet”.
Los rasgos humanos del contrincante no se ven si no determinan su comportamiento y se manifiestan en su actitud. Están soterrados, inoperantes. ¿Cómo pueden activarse? Una manera puede ser punzar al otro. La exploración de la humanidad del otro puede consistir en una intervención que implique cierto dolor, pero que agite, despierte y sobresalte la humanidad soterrada del otro. Una intervención que puede ser pública, expresiva y comunicativa para que, además de doler, avergüence.
Rodrigo Rato entre desahuciados
Voy a imaginar un caso, al hilo de una de las preguntas que he recibido: “¿Cómo castigar distinguiendo “el” enemigo de “lo” enemigo? Pienso en Rodrigo Rato por ejemplo”.
En el 15-M se pide castigo para Rato, que no quede impune. Pero, ¿tiene una concepción distinta del castigo o asume la que hay? Si el 15-M encarna otra visión del mundo (como yo lo creo), pienso que también debe tener una idea diferente del castigo.
Le pasé la pregunta a un amigo que conoce bien lo que es el castigo penal porque le ha tocado sufrirlo. Su primera respuesta fue que el castigo impuesto por la justicia es cosa mala porque pone al castigador por encima del castigado y rompe su voluntad, con lo que no la educa. Le dije que me diera una respuesta no tan filosófica, sino más acorde con la realidad en que vivimos. Retomó así el tema y me dijo: el castigo tiene que doler, pero no dañar.
Punzar la humanidad del otro pero no negársela, entendiendo por humanidad esa potencialidad de aportar a la vida en común. A Rodrigo Rato hay que pincharle para que se entere de lo mal que ha actuado. Porque él no sabe lo que ha hecho. Ha actuado con responsabilidad hacia los grandes inversores que ponían las fortunas a su disposición, pero no hacia la gente común que le confiaba sus ahorrillos. Con seguridad piensa que el hecho de que los hayan perdido es un daño colateral, debido a los malos tiempos que corren. Así que, ¿cómo hacer que a Rodrigo Rato le duela lo que ha hecho en su humanidad, pero sin negársela ni neutralizar lo que aún puede aportar a lo común?
En el cumplimiento de condena se pasa por tres grados: el primero es el más duro, en el segundo ya no estás tan encerrado y, si te portas bien, en el tercero estás ya más fuera que dentro y retomas incluso tus quehaceres normales. Además, hoy en día hay jueces que más que a reclusión condenan a realizar trabajos sociales reparadores del daño causado por el delito.
Así que lo que procede es condenar a Rodrigo Rato a pasar su primer grado de condena día y noche entre desahuciados. Por ejemplo en una de esas casas que el 15-M ha ocupado y abierto para las personas desalojadas de sus hogares. Como uno más y sin salir de ese entorno ni para respirar no menos de tres meses, para que ese sufrimiento le haga entender el mal que ha causado: las consecuencias de sus decisiones, lo que han generado sus acciones.
Rato debería pasar luego en segundo grado a asesorar a los desahuciados con los que malvive para deshacer el entuerto de sus desahucios. Para ese asesoramiento cuenta con muchos saberes que otros no tenemos. Los puede aportar a lo común, el castigo no debe privarnos de ellos. Y en su tercer grado, Rodrigo Rato volvería a ser una figura pública de primera dimensión, pero ahora como portavoz de los mismos desahuciados y sin despegarse de ellos, siempre a su servicio.
Eso es lo que recogí del amigo. Lo más importante aquí no es la forma de castigo en concreto (podríamos imaginar otras cuando llegue el momento), sino la idea de que el castigo tiene que punzar y doler en lo humano, pero no dañar. Y también de que al encontrar la humanidad del otro, no la encontramos « sóla, fané y descangallada« como canta el tango, sino enriquecida con tesoros que se pueden aportar a lo común.
Enemigo difuso y patente
Otras preguntas interrogan qué pasa cuándo el enemigo es una estructura: “¿Qué ocurre en los casos donde el otro es abstracto, está desdibujado o difuso, ¿dónde buscar entonces la humanidad común?”
Para distinguir entre el enemigo difuso y el patente, me guío por la distinción ya clásica que hizo a principios de los 90 Johan Galtung entre conflictos directos, estructurales y culturales. Aunque es bastante esquemática, resulta clarificadora. Si te dan una puñalada, el conflicto es directo y hay una mano del enemigo que empuña el puñal. En cambio, si te desahucian de tu piso hay una ley, una sentencia y un poder ejecutivo detrás, el conflicto es estructural y como tal esconde lo humano en el lado desahuciador, sólo queda visible en el lado del desahuciado con su dolor y daño. (Parecidos son los conflictos culturales, por ejemplo el racismo frente a los gitanos)
Las estructuras y culturas se sostienen en grandes enjambres de seres humanos que las construyen, las hacen funcionar y/o simplemente las asienten, con lo que las legitiman. El enjambre hace todo eso ignorando, en todo o en parte, lo que ocurre en su interior y lo que producen en su exterior. Tomemos por caso la ley que entró en vigor hará unos doce años que exige que los latinoamericanos tengan que tener una visa para venir a España: ¿por qué intereses no existía antes y existe hoy? ¿Cómo trata a la dignidad de los hijos de la madre patria? Eso ni se lo pregunta ni se lo trata de contestar el enjambre de seres humanos que mantiene en vigor y aplica la ley.
A toda esta buena gente que sostiene, mantiene y legitima por activa o pasiva la estructura o cultura que estrangula o mutila la dignidad humana, lo que hay que hacer es mostrarle públicamente ese daño, los motivos ocultos y sórdidos sobre los que se sostiene la estructura, y compartir las tentativas, lógicas y dinámicas que tratan de transformar culturas, estructuras y comportamientos para que sean más humanos. De nuevo: punzar para espabilar.
Conviene constatar y celebrar el desmantelamiento del enjambre humano sostenedor de estructuras en parte negadoras de la humanidad común: por ejemplo, celebrar que personas de las fuerzas del orden, cuando no están en servicio forzado, se sumen a manifestaciones contra la inhumanidad de ese orden, como está pasando gracias al clima 15M.
En resumen, los conflictos estructurales requieren mucha gente y mucho tiempo para transformarse.
Un retoque: 4 de Noviembre
Los comentario críticos que esta posdata ha recibido me ha ayudado a asentar lo que escribí en la postdata que ha publicado la semana pasada. Al plantear en ella que a Rodrigo Rato se le castigue haciéndole pupa sin hacerle daño, me desmarqué de la realidad en que hoy estamos, con lo que ese planteamiento tiene algo de ensoñación. Igual que hoy la ciudadanía no es aún capaz de gobernarse a sí misma, tampoco es aún capaz ni tiene el poder de ejercer por sí misma una justicia democrática que castigue como es debido, no puede tomársela por su mano y tiene que presionar a los mecanismos de justicia del Estado para que aplicando la ley vigente den un buen castigo y merecido a alguien como Rodrigo Rato.
Si, como parece, puede demostrarse ante el tribunal correspondiente que Rodrigo Rato con sus tejemanejes ha despojado a la gente de ingentes cantidades de dinero que necesitan para cubrir sus necesidades, incluso las más básicas, tiene que ser condenado a varias cosas: -a restituir de su bolsillo todos esos dineros, con lo queda vacío antes de alcanzar el 1%; -a que quede inhabilitado para ocupar cargos como los que le han permitido esa actuación criminal; -a ir a la cárcel por el tiempo que le corresponde según la gravedad de sus delitos. O sea que R.R. se quedaría sin perras, sin cargos y sin libertad. Faltaría más.
Esa es la ley y no podemos esperar a que se cambie para aplicarla a R.R..
Pero si que podemos presionar para que esa ley al aplicarse eduque y prepare para la reinserción ciudadana del condenado, que es lo que esa misma ley declara solemnemente que es su misión. Y aquí entra lo que recogí de mi amigo en la posdata: Hoy hay ya jueces que condenan a realizar trabajos “reparadores”, y hoy se pasa por tres grados en el cumplimiento de sentencia.
Así que por mi parte, hago este cambio.
Entrevista con Juan Gutiérrez en Interferencias (10-10-2012)
Entrevista con Juan Gutiérrez en Fuera de Lugar (27-2-2010)
Entrevistas sobre «paz positiva» o «paz de vida» en Fuera de Lugar