Por Gustavo Torres para Noticias Aliadas
La celeridad con que el gobierno del presidente Federico Franco, designado por el Congreso tras el golpe parlamentario que destituyó al presidente Fernando Lugo (2008-2012) el 22 de junio, ha autorizado la liberación comercial de cinco variedades de maíz y dos de algodón transgénicos, está provocando reacciones diversas en la sociedad.
A principios de julio, el Servicio Nacional de Calidad y Sanidad Vegetal y de Semillas (SENAVE), que regula el uso de agroquímicos en los cultivos, habilitó el cultivo de algodón transgénico. Un mes después, el Ministerio de Salud y Bienestar Social autorizó el consumo del maíz transgénico VT Triple Pro, producido por la transnacional estadunidense Monsanto, en la alimentación humana al considerarlo inocuo para la salud de las personas, y la estocada final la dio el Ministerio de Agricultura y Ganadería de Paraguay al autorizar el 24 de octubre el uso comercial de otras cuatro variedades de maíz transgénico en respuesta a un decreto firmado en setiembre por Franco que flexibiliza la exigencia de estudios ambientales antes de liberar el uso comercial de organismos genéticamente modificados.
De un lado, la determinación gubernamental es apoyada por los actores del agronegocio —principalmente sojeros—, los medios empresariales de la comunicación y las multinacionales productoras de semillas. Del otro lado, las entidades campesinas e indígenas, algunas organizaciones políticas, sindicales, sociales, organismos no gubernamentales y ambientalistas rechazan el uso de los organismos genéticamente modificados (OGM) en los cultivos por considerarlos nocivos para la cultura y la práctica de la agricultura familiar minifundiaria, así como para la salud y el medio ambiente hasta que se demuestre su inocuidad.
La liberación de semillas de algodón transgénicas por parte del gobierno de facto coincide con la presente campaña agrícola, poniendo a disposición de los campesinos su libre utilización y defendiéndolas en todos los espacios como un gran avance en la agricultura moderna, con la propaganda de que no dañan la salud de las personas ni el ambiente, afirmando que la diferencia de los transgénicos con las semillas tradicionales es el beneficio económico que brindarán a los productores de escasos recursos.
“En nombre del gobierno, les voy a decir que nosotros apoyamos la tecnología. Los transgénicos no dañan la salud, los transgénicos no dañan el medio ambiente”, ha reiterado Franco ante los productores campesinos al defender una y otra vez el uso de las semillas transgénicas.
Defensa transgénica hasta en el púlpito
La acérrima defensa de los OGMs por parte de Franco lo llevó incluso a interrumpir la homilía del obispo Mario Melanio Medina durante una misa el 6 de setiembre en la iglesia de Villa Florida, en el departamento suroccidental de Misiones.
En el momento en que el titular del arzobispado de los departamentos de Misiones y Ñe’embucu, un reconocido prelado defensor de la Teología de la Liberación, se refería a la nocividad de su uso sin agotar las investigaciones científicas, las consultas y los debates con la ciudadanía, Franco salió del protocolo litúrgico interrumpiendo el sermón del obispo para defender el uso de las semillas transgénicas, un hecho anormal para una sociedad acostumbrada a los rituales católicos, fe que comparte la mayoría de la población paraguaya.
Franco pidió incluso al prelado una explicación científica que confirme el daño de las semillas transgénicas: “Si usted presenta un solo documento de una autoridad que demuestre que los transgénicos van a perjudicar la vida o la salud, nosotros vamos a cambiar de actitud”, agregando que “los transgénicos son semillas que Dios y la ciencia permitieron que sean modificadas para beneficio de los productores (…) Mediante los transgénicos, los agricultores van a usar menos insecticidas y habrá mejor producción”.
Las variedades de algodón transgénico liberadas son el Bt (resistente a orugas) y Bt RR (resistente a orugas y al herbicida glifosato), y en cuanto a maíz son MON810 y VT3PRO, ambas de Monsanto; TC1507 de Dow AgroSciences; TC1507 en copropiedad de Pionner y Agrotec, y Bt11, de la firma Syngenta.
En el 2004 se levantó la prohibición al cultivo de la soja transgénica RR (Roundup Ready, resistente al glifosato) y actualmente casi 3 millones de hectáreas (7% del territorio nacional) están cultivadas con esa variedad. El algodón Bolgard I fue liberado el año pasado y la Comisión Nacional de Bioseguridad está analizando liberar antes de fin de año la soja RR2 de Monsanto, que es una versión mejorada de RR, al ofrecer un mayor rendimiento y control de plagas más amplio.
El maíz NK 603 de Monsanto, también resistente al glifosato, es el siguiente en la lista a ser liberado en el mercado local. No obstante, una investigación de la Universidad de Caen, Francia, dada a conocer en setiembre arrojó como resultado una alta toxicidad del NK 603, generando tumores y daños múltiples en órganos de roedores que fueron alimentados con esta variedad de maíz genéticamente modificado.
Con esta determinación, el actual gobierno está incumpliendo con sus obligaciones y expone a la población campesina e indígena a la pérdida de su capacidad de producir alimentos, de su soberanía y seguridad alimentaria y a la conculcación de su derecho humano a la alimentación, establecidos tanto en Constitución como en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, ratificado por el Estado paraguayo en 1992, en el que se comprometió a garantizar una vida digna para toda persona y su familia, incluyendo alimentación, vestido y vivienda adecuada.
Voces en contra
“Las semillas transgénicas empeoran la situación del campo, agudizan la crisis climática y ponen en serio peligro la vida y la biodiversidad”, atestigua a Noticias Aliadas el dirigente campesino Luis Aguayo, de la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas (MCNOC).
Por su parte, Teodolina Villalba, de la Federación Nacional Campesina, dijo que siempre marcaron una postura contraria a los transgénicos, porque no se tiene certeza sobre las consecuencias de la utilización de estas variedades de maíz que fueron autorizadas.
Mientras, los productores de algodón nativo agremiados dentro de la Cámara Paraguaya de la Producción Orgánica y Agroecológica (CPROA) y la Asociación Paraguay Orgánica, sentaron postura en contra de la liberación de las simientes transgénicas.
En un comunicado publicado el 21 de setiembre, los productores expresaron que “la controversia en cuanto a los efectos en la salud y en el ambiente de la liberación de organismos genéticamente modificados, es una realidad y mantiene dividida a la misma comunidad científica internacional”, agregando que “la contaminación tanto física como genética se está verificando en los rubros ya establecidos en el país (soja, algodón) y de liberarse el maíz, por el tipo de polinización (fecundación) de este cultivo, las variedades locales se verán afectadas con genes no deseados”.
Cada vez más los alimentos transgénicos abundan en el mercado sin que existan normas de control sobre etiquetado de los productos que contienen OMG, y los grandes cultivos de los agronegocios son rociados con millones de litros de agrotóxicos sin ningún control estatal. Mientras tanto, las compañías transnacionales, dueñas de los paquetes tecnológicos, siguen sosteniendo que estos productos son inocuos y no representan ningún peligro para la salud. Sin embargo, un indicador alarmante revelado en el informe “Las enfermedades hematológicas y los transgénicos“, elaborado en setiembre por el médico José Luis Insfrán, profesor titular y jefe de la cátedra de Semiología Médica de la Segunda Cátedra de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y difundido por la organización ambientalista Alter Vida, reporta que en el Hospital de Clínicas de la UNA, en la capital paraguaya, es notorio el aumento de manera mensual de los casos de leucemias y linfomas.
El texto asegura que “a través de las historias clínicas puede verificarse y concluirse que el 90% de las enfermedades hematológicas provienen de las zonas donde se cultivan soja y se utilizan agroquímicos”.
Por su parte, el doctor Joel Filártiga, médico alergista paraguayo, asegura a Noticias Aliadas que “el consumo o exposición a los OGM es un riesgo a la salud relacionado con alergias, transferencia de la resistencia a antibióticos por el consumo de OGM que contienen marcadores genéticos con resistencia a antibióticos”.
Lo concreto acerca de las semillas transgénicas es que además de representar un peligro a la salud de la población generan dependencia de las multinacionales que las producen, y pérdida de la soberanía alimentaria en la producción natural de semillas.
En ese sentido, mientras algunas organizaciones sociales y ambientalistas organizan ferias de alimentos saludables y promueven las semillas nativas, la multinacional Monsanto, con acompañamiento del gobierno actual, organiza cursos sobre la importancia de las semillas transgénicas en las regiones rurales de Paraguay.
El ministro de Agricultura y Ganadería, Enzo Cardoso, informó el 4 de octubre que su cartera tiene proyectada la producción de semillas de algodón transgénicas a través de un convenio entre el Instituto Paraguayo de Tecnología Agropecuaria y la Monsanto. —Noticias Aliadas.