Sucesivamente lo largo de los milenios, unas civilizaciones se fueron desestructurando para dar lugar a otras nuevas, de una forma no lineal. El estudio del proceso histórico nos indica que la humanidad se encuentra hoy en una de esas encrucijadas.
La crisis profundamente humana y social a la que el mundo se enfrenta, y que se refleja en todos los ámbitos, implica necesariamente detenerse a reflexionar sobre el modo en que queremos seguir avanzando.
El mundo se ha transformado y continúa haciéndolo a velocidad vertiginosa. Muchas creencias, valores e ideologías acuñadas en un momento anterior ya no son capaces de dar respuesta a los problemas actuales y mucho menos aportar soluciones que puedan abrir horizontes a futuro. No creemos que esta situación deba entenderse de manera catastrófica, sino más bien debe ayudar a reconocer, en este momento histórico, el fin de una época y de una cultura: la crisis está creando el vacío necesario para que nazca algo nuevo.
Esta crisis nos ofrece la oportunidad de dar un salto hacia adelante en la historia de la evolución humana. Se está empezando a sentir un profundo cambio y está apareciendo una nueva sensibilidad planetaria entre la turbulencia contemporánea que, mirando hacia el futuro con optimismo consciente, lleva consigo toda una concepción del ser humano, y por tanto, de la sociedad y del progreso.
Sin embargo, esta nueva civilización no surgirá mecánicamente, sino que necesitará de una elección intencional y creativa para construir sus nuevos fundamentos.
La identificación del ser humano como valor y preocupación central, el reconocimiento de la igualdad de todos los seres humanos, el respeto por la diversidad personal y cultural, la afirmación de la libertad de ideas y creencias, la tendencia al desarrollo del conocimiento por encima de lo aceptado como verdad absoluta y el repudio de la violencia en cada una de sus formas, son sin duda los puntos fundamentales alrededor de los cuales puede reunirse y plasmarse esta nueva sensibilidad como parte de una nueva civilización: la primera civilización planetaria de la historia.
Este Nuevo Humanismo, continuación creativa de las mejores aspiraciones de quienes nos han precedido, no es propiedad de ninguna cultura ni puede ser cristalizado en tiempo histórico alguno. El Humanismo está presente en todas las culturas bajo distintas denominaciones y formas, y fluye hacia renovados significados del mismo modo como transita la especie humana, de una manera dinámica, desde la determinación hacia la libertad. Ese Nuevo Humanismo, por definición plural e incluyente, no pretende un mundo uniforme o un pensamiento único, sino la convergencia, el diálogo y la acción conjunta de todos aquellos que se reconocen en esta nueva sensibilidad.
Afirmar la necesidad del Humanismo, significa también afirmar aquella búsqueda de un Sentido trascendente que justifique la existencia humana más allá de la provisoriedad del transcurrir. Un Sentido que se encuentra en lo profundo de cada ser humano y que, de ser atisbado, se traduce en un modo de ver y de sentir que nos conduce a la acción válida en el mundo interpersonal y social.