La paz ha despertado tanta expectativa en Colombia como en las zonas fronterizas que llevan años soportando las consecuencias de un conflicto ajeno.
El presidente de Colombia Juan Manuel Santos lo anunció y no solo los colombianos lo celebraron. Las negociaciones de paz que están a punto de arrancar en Noruega entre Gobierno y guerrilla, despiertan la esperanza y mantienen expectantes a los habitantes de la convulsa frontera colombo-venezolana. Sus habitantes llevan años padeciendo los efectos de una guerra vecina pero ajena que les ha importado el reclutamiento forzado, el secuestro, el sicariato y demás fenómenos propios del prolongado conflicto colombiano.
Territorio indígena ocupado
Una de las zonas más afectada ha sido la del territorio habitado por los indígenas Wayuus. La comunidad vive en una extensa región que abarca parte de los dos estados y sus integrantes gozan de la condición de ciudadanos binacionales. El conflicto armado colombiano lleva años cercándolos y alterando sus tradicionales formas de vida.
Los guerrilleros cuenta José David González, coordinador del Comité de Derechos Humanos de la Guajira, recorren en las noches las rancherías indígenas con el fin de convencer a los jóvenes para que se alisten en sus filas. Algunas veces seduciéndolos con un salario, otras utilizando la fuerza. Además del reclutamiento de sus jóvenes, el pueblo Wayuu ha visto como la paulatina ocupación de su territorio por parte de las FARC, ha alterado su tradicional forma de vida y su cultura. Eso sin olvidar que los wayuus se ven en la mitad de los enfrentamientos cuando el Ejército colombiano decide entrar a territorio venezolano a perseguir a guerrilleros.
Abandono del campo
El secuestro es otro de los problemas con los que conviven los venezolanos residentes en la frontera. En los últimos tiempos ha aumentado el numeró de personas raptadas aunque el Vicepresidente de la Asociación de Ganaderos de Machiques, Manuel Rincón advierte que no todos los secuestros se le pueden atribuir a las FARC pues muchos son ejecutados por la delincuencia común.
Para Rincón, el efecto más grave del conflicto armado en Colombia ha sido el abandono del campo por parte de los ganaderos y agricultores venezolanos. “Cuando hacemos encuestas con nuestros asociados, la primera razón que ellos alegan para justificar la baja productividad, es la alta inseguridad”. Una inseguridad que ha provocado el abandono del campo y la merma en la producción de alimentos de primera necesidad, hasta tal punto que Venezuela importa al día de hoy, el 70 por ciento de sus alimentos.
En la baja productividad influye igualmente la ‘vacuna’ o ‘impuesto’ infringido por las FARC a los ganaderos. “Eso incide en la rentabilidad porque si además de pagar impuestos como el IVA y otros, debemos destinar una partida para las FARC, el margen de ganancia es mínimo y debido a eso mucha gente ha dejado de invertir y en algunos casos, han decidido abandonar sus tierras” apunta Rincón.
Comunidades desplazadas
Venezuela ha visto llegar a su territorio, como ningún otro país, miles y miles de desplazados colombianos huyendo de la guerra. A la fuerza los venezolanos tuvieron que preparase para ser un país de acogida, aceptando y conviviendo con una población vulnerable y muy golpeada por la violencia.
El sicólogo José Rafel Zurga trabaja con colombianos víctimas del desplazamiento y cuenta como en un comienzo, la llegada de estas personas causó un efecto muy marcado. “La persona que llegaba rechazaba el lugar de acogida y criticaba todo: las costumbres, el clima, las leyes y por supuesto la población local no aceptaba este tipo de críticas. Los venezolanos estigmatizaban y culpabilizaban a los colombianos de todos los problemas sociales y de los delitos ocurridos en sus localidades”. La situación fue mejorando con el paso de los años dice Zurga y hoy en día en una población como Machiques, las dos comunidades viven totalmente integradas.
Tanto para indígenas como para ganaderos, desplazados y en general para los habitantes de la frontera, la paz es tan vital como en la misma Colombia. Los efectos del anuncio de estas negociaciones ya se empiezan a asentir dice el ganadero Manuel Rincón: “hemos visto un repliegue de los grupos armados, sentimos menos presión”, motivo suficiente para poner todas las esperanzas para que en Oslo y después en la Habana las partes se entiendan.