José Miguel Domingo vivía en Granada y tenía 53 años cuando se suicidó esta semana acorralado por las deudas, asqueado de impotencia y de verse ninguneado por las complicidades políticas de su torturador, la Banca.
A veces no se toma consciencia que cuando se habla de dictadura financiera, no se trata de una metáfora o de un eufemismo. El sistema económico y cultural impuesto asesina. Europa es un territorio donde los derechos humanos se han vaciado completamente de contenido.
Por los derechos humanos se tiran bombas y se mata, se tortura preventivamente y se criminaliza toda disidencia con los poderes de turno.
Es insultante que en medio de este desaguisado general intenten lavarle las manos manchadas de sangre al Banco Central Europeo y a la Comisión Europea y al Mercado Común, otorgándoles el simbólico Nobel de la Paz.
En un mundo donde se extienden los derechos a las corporaciones y empresas, como si se tratara de personas y se continúa la mutilación y masacre de las personas, como si se tratara de mercancías, en esta pantomima se ha convertido la paz.
Pero las porras pacíficas de los guardianes del orden machacando a manifestantes en todo el territorio español, los pacíficos desahucios, los pacíficos recortes y el pacífico nudo en el cuello de los suicidas de este sistema no nos pueden dejar indiferentes. No podemos seguir mirando para el costado mientras un pequeño empresario arruinado se rocía con gasolina o una madre congela a su bebé por pura desesperación.
Los que miran de frente
En el centro de Málaga se congregaron las autodenominadas “víctimas del terrorismo financiero”, para homenajear a uno de sus primeros mártires, José Miguel Domingo, y denunciar el accionar genocida de los bancos y de sus secuaces del poder judicial y político.
Se prendieron velas en algunas sucursales bancarias en memoria del suicidado y se arengó contra la indiferencia y la pasividad que permiten que los individuos se encuentren en estas situaciones sin salida.
En una entrevista reciente, Ángel Martín, uno de los activistas de las asambleas malagueñas lo decía claro: “El individualismo de que no nos necesitamos el uno al otro, porque ambos tenemos dinero, va a morir, ya no se puede seguir cada uno por su lado”. Y haciendo una descripción de la situación actual, sus palabras suenan premonitorias: “Va siendo hora de que la gente se vaya planteando un cuestionamiento del sistema de valores en el que vivimos. Vivimos en la dictadura del dinero como valor, el mito del dinero, del individualismo, del “tú a la tuya y yo a la mía”, de la competitividad, de dar codazos a los lados para escalar en la sociedad. Eso es en lo que se basa este sistema inhumano y la gente se lo tiene que cuestionar, si no se van a ir produciendo esos fenómenos de falta de sentido, de vacío existencial, que se van a traducir en “me tiro por el balcón, porque para vivir así, me tiro por el balcón”. Y no es por el hambre, es la consciencia asqueada que se llama”.
Así pues, asqueados en mayor o menor medida se encuentran los más de 5 millones de desempleados españoles, los más de 500 mil hogares que no tienen ingresos de ningún tipo, los 30 millones que no votaron a Rajoy y sin embargo, son rehenes de sus planes de ajuste y de los salvatajes a sus amigotes de la Banca.
Pero el asco se extiende, como la indignación, como la rabia, como la pobreza, por toda Europa, de norte a sur.
Ese asco puede ser el detonador de una solución nihilista, las tasas de suicidio se duplican, triplican y cuadriplican en los países más golpeados por la Troika, pero también puede ser un punto de inflexión para asumir el fracaso social y sistémico de esta escala de valores y uno puede renunciar a seguir siendo esclavo de este circuito consumomateriodesechista repugnante.