La impunidad desnaturaliza las relaciones humanas, abona el individualismo y genera un terror de clase, “tengo que tener dinero para hacer lo que quiero”.
El continente latinoamericano está atravesado por la impunidad que conlleva la desconfianza total de la justicia y de la clase política que defiende sólo los intereses de las oligarquías locales. Quienes, a su vez, tienen margen de maniobra para utilizar la violencia, ya sea a través del terrorismo de estado, de dictaduras o de fuerzas mafiosas o parapoliciales. La indefensión es total. Una vez enraizada la corrupción, toda relación humana está basada en el provecho personal y se instala la obsecuencia para con quienes detentan mayores poderes.
El combate a la impunidad
Sin embargo el cambio de época que está viviendo el continente trabaja para combatir el desánimo impuesto por las injusticias. Ya sea a través de la creación de leyes que protejan a las minorías (contra la discriminación en Bolivia o el matrimonio igualitario y el cambio de género en Argentina) o el enfrentamiento al cerco de los oligopolios mediáticos (Correa y Chávez son un buen ejemplo).
Sin embargo, los mayores logros en ese sentido pasan por el proceso de Memoria, Verdad y Justicia argentino, que promueven el conocimiento de los hechos de la historia y se trabaja en reparar los crímenes cometidos en el pasado. Aprender que “lo que se hace, se paga”, devuelve el contrato social, esa serie de reglas y leyes que limitan nuestras libertades pero que aseguran nuestros derechos.
El sentido de derechos y libertades se está construyendo desde nuevos cimientos a lo largo del continente, ya sean con las aperturas de juicios por los crímenes de la dictadura en Brasil o en Uruguay o la maravillosa iniciativa del MAS boliviano de que sea la gente quien vota a sus jueces.
La legitimidad de la democracia depende de la ruptura con el orden impune impuesto por las dictaduras y gobiernos oligárquicos del siglo XX. De ahí que se hayan aprobado o se estén barajando sendas nuevas constituciones en la mayoría de los países que han conseguido la edad adulta democrática.
La manipulación mediática
Ya quedó atrás la revolución que significó la televisión y el acercamiento al mundo. Los avances tecnológicos, y en particular internet, han desembocado en una nueva era de la comunicación. La vasta circulación informativa ha dejado en evidencia a los medios establecidos que despliegan una línea editorial que escamotea información y manipula la que ofrece, convirtiéndose en medios de propaganda ideológicos corporativos.
El relato hegemónico se ha vuelto insoportable para las nuevas generaciones y está animando también a la aparición de un gran número de voces alternativas que denuncian este estado de cosas y que intentan contar lo que los monopolios de la palabra ignoran o tergiversan.