Nos estábamos recuperando del shock del disparador en un cine de Colorado cuando
vino otro tiroteo a un templo Sikh, y ahora este otro. Uno que dispara y deja dos
personas muertas en una vivienda cercana a un campus universitario en el estado de
Texas, EE.UU., generando, obviamente, alarma en toda la comunidad universitaria
y a sólo ocho días de la masacre ocurrida en un templo de Wisconsin (al parecer
por ‘error’, pues el disparador creía era un templo musulmán…) y a un mes de la
matanza dentro de un cine en Colorado. Así las cosas en EEUU, se pueden comprar
armas como hamburguesas y dispararlas con suma facilidad. Un lector escribe un
mensaje diciendo: “En el país con leyes del siglo XVIII, de la época del mosquete y las
comunicaciones eran en carro, no es de extrañar. Lo que llama la atención es que no
mueran más todavía”. Algo de eso hay.

El tiroteo aquí ocurrió cuando un policía le acerca una orden de desalojo a un hombre
que estaba en su casa y, este, sin considerarlo mucho, abrió fuego y lo mata, junto
a otra mujer, mientras que hiere a otros dos civiles durante los disparos. A su vez, el
hombre fue herido en el lugar y falleció después, cuando era atendido en el hospital.
Toda una calamidad. Uno se pregunta, ¿Quién dispara, cree que puede librarse de
cualquier responsabilidad? ¿No sabe que son personas, que no es un blanco sólo? Y
¿Le gustaría que le disparen a él?

Los medios nos dan estas estadísticas: En un año cualquiera, 9.484 civiles mueren
en EEUU por un arma de fuego y otros 40.000 resultan heridos. Si mantenemos la
proporción poblacional, por ejemplo, en España la cifra de fallecidos debería ser de
1.376 persona, pero sólo son 60 los fallecidos, que ya son.
Aquí hay muchos intereses, están los defensores de la venta libre de armas
y los discursos políticos violententistas que sostienen que ni las armas, ni las
palabras influyen en esa desmesurada cifra de muertes por ataques. Para ellos, la
responsabilidad empieza y acaba en el individuo que mata.
Esto hay que estudiarlo, porque si alguien nace y crece en un medio en que tal cosa es
factible, pues lo más probable es que los casos, como los conocidos, aumenten.
Yo tuve a experiencia de entrar en California en una armería de estas y ver como
pedían información y compraban ‘productos’ como quien hubiera entrado a un negocio
de electrodomésticos. Eso si, hay un clima tenso y de sospecha generalizada, pero
venden.

De modo que para los defensores de las armas la responsabilidad es individual,
aunque hay voces que quieren restringir la libre compra.

Cada vez que se produce una matanza en EEUU, como la del 8 de enero en Tucson,
donde murieron seis personas y trece más resultaron heridas, el debate sobre la
facilidad que existe para adquirir armas en EEUU vuelve a resurgir. Pero el mismo pasa
como algo fugaz, se lo discute al tema durante un tiempo, más bien breve, y, después,
adiós, se esfuma, desaparece. Al respecto, el New York Times titulaba en primera
página esta semana: «Consternación aparte, no hay a la vista un cambio en las leyes
para controlar las armas».

Lo cual queda confirmado con unas tímidas propuestas de limitar el acceso a las
armas, presentadas a debate en el Congreso tras la matanza, una habla de la
prohibición de llevarlas a menos de 300 metros de un congresista y otra de impedir la
venta de cargadores múltiples. ¿Sería suficiente?

Para más detalles, se cita a congresistas sugiriendo que llevarían armas ocultas tras
la matanza de Tucson. Idea rechazada de lleno por el jefe de seguridad del Capitolio,
aludiendo que: «He sido policía durante 42 años y no creo que introducir más armas
ayude en nada».

Por otra parte, confirman que la venta de armas aumentó tras la tragedia de Tucson,
algo que suele ocurrir siempre como acto seguido de este tipo de tragedia. Lo
cual parece deberse a que, por un lado, quienes temen que el suceso lleve a los
legisladores a restringir su venta, compran más, por si hubiera luego ‘escasez’ y, por
otro, aquellos que creen que al ir más armados podrán defenderse mejor de cualquier
ataque. Como en las películas…

Mientras, la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en su sigla en inglés) tiene como
principal línea de defensa que: «Son las personas las que matan, no las armas»;
como es sabido esta poderosa organización se dedica a promover las bondades de
revólveres, pistolas automáticas, carabinas y ametralladoras. Sin comentario.

Opuestamente, los progresistas de EEUU, que los hay, consideran vital frenar las
muertes de civiles a como de lugar. Uno de los que apoya esta postura de fomentar la
responsabilidad individual, es Michael Welner, psiquiatra de la Universidad de Nueva
York, quien sostiene que el fácil acceso a las armas «no representa un papel» en la
matanza de Tucson. Para él, Jared Lee Loughner, autor de la matanza, es tan sólo
un «lobo solitario con afán de notoriedad». Pero lo que no explica Welner es por qué
estos ‘lobos solitarios’, a los que la sociedad estadounidense está tan acostumbrada,
no provocan matanzas en Europa, ni en otras regiones…

Es que la presión ejercida por la NRA para que siga la legislación actual, permite que
gente como Loughner pueda adquirir sin mayores impedimentos una pistola capaz de
disparar 31 balas, nada menos, de un solo tirón. ¿Alguien ve la necesidad de ello?

Pero hay otras posturas como el codirector del John Hopkins Center for Gun Policy
and Re-search, sostienen que el control de las armas es crucial para detener el
desangre de muertes de civiles que se vive EEUU. Afirma:»Para bajar el número de
tiroteos mortales, tanto si son masivos o no, hay que hacer algo con respecto a la
disponibilidad de las armas». Algo bastante obvio para cualquier persona de sentido
común.

Pero el problema es que el debate choca con prejuicios muy arraigados pues,
increíblemente, en Estados Unidos se defiende que la posesión de armas de fuego es
algo propio del acervo del país y como un derecho previsto en la Segunda Enmienda
de la Constitución, cuando no en la Biblia, dando lugar a que surgen posturas muy
extremistas. Y es que – me parece – la cuestión de la violencia viene muy poco clara en
esos textos fundacionales.

Pese a como se lo pueda considerar en Europa y otras regiones, la visión extremista
tiene un apoyo cada vez mayor en EEUU y no sólo de los republicanos. Según
una encuesta del instituto Gallup del pasado mes de noviembre, el número de
norteamericanos que quiere leyes más restrictivas ha descendido del 78% al 44% en
los últimos 20 años. Crease o no.

Aunque estadísticas más precisas indican que, a pesar de ese respaldo popular,
la mayor parte de las armas en Estados Unidos, que serian la friolera de unos 283
millones, no se reparten entre sus 310 millones de habitantes, sino tan sólo un tercio de
estos, es el que, inexplicablemente, acumula los verdaderos arsenales. Eso porque hay
muy pocas exigencias para adquirirlas, portarlas y usarlas.

Para los humanistas el tema es sencillo: no a la violencia. Habría que buscar formas efectivas para estos
casos exagerados, aunque la educación en la no-violencia puede ayudar. Además, si
tenemos en cuenta algo muy simple, la cosa se aclara más aun: ¡A la gente no se la mata!