Aunque el año pasado fue de mucho desgaste para los estudiantes chilenos, la organización de su movimiento no ha dejado de crecer: se incorporaron a su lucha quienes nunca antes habían tenido participación social y este año se están consolidando este tipo de experiencias, dijo en entrevista con DesinformémonosJaviera Toro, dirigente estudiantil y militante de Izquierda Autónoma, quien asegura que: “Este movimiento se está recomponiendo. Todavía se ven muchas diferencias, pero muy lentamente estamos avanzando”.
En las últimas décadas de una interminable “transición” de la dictadura a la “democracia” las dos derechas chilenas, la fascistoide de la Alianza por Chile y la “democrática” de la Concertación de los Partidos por la Democracia, terminaron por confundir los conceptos y los ismos y lograron a generar entre los jóvenes chilenos un rechazo generalizado a toda la clase política.
Los pocos partidos y movimientos de izquierda, sobrevivientes de la dictadura militar, no han logrado sobreponerse después de los 40 años de su derrota, y quedaron atrás sin poder superar el muro de sus nostalgias y eternas luchas personales por los improbables liderazgos del futuro.
La gente cada vez más confundida respecto a qué significa ser de izquierda, de a poco estuvo olvidando qué significa la derecha. El presidente Piñera, en tiempo record, recordó y demostró a los chilenos qué significa la derecha en el poder, y con esta práctica unió al pueblo más que cualquier discurso de los que dicen ser de izquierda. También reveló una vez más, y tal vez con más claridad que nunca, que el pudoroso nombre de “centroizquierda” con que se autodenominaban los anteriores gobiernos era no más que un disfraz para la fiesta neoliberal que ninguno de ellos pensaba parar.
Los más perjudicados por el modelo son los jóvenes chilenos, y fueron los primeros en hacer tambalear a este gobierno, por primera vez, haciendo pensar a muchos de nosotros en la dialéctica generacional más que en la lucha de clases.
La primavera estudiantil chilena empezó en el otoño austral, hace ya casi un año y medio. En pocos meses llegó a ser un movimiento claramente anticapitalista, masivo y el que ha tenido más apoyo ciudadano desde la recuperación de la democracia hace ya un cuarto de siglo.
Las autoridades educacionales y policiales de Chile se negaron a discutir con los estudiantes los temas de fondo, y comenzaron las represiones y los generosos ofrecimientos monetarios. Los jóvenes respondieron con madurez, paciencia y cada vez mayor grado de organización. La apuesta definitiva del gobierno fue al desgaste natural del movimiento.
El 25 de abril, durante la primera marcha estudiantil de este año, una columna de 80 mil jóvenes llenó el corazón de Santiago. El gobierno quería desórdenes y desmanes callejeros. Miles de efectivos de las fuerzas especiales de carabineros estaban apostados por todo el centro con el fin de reprimir, como casi todas las semanas del año pasado. Quizás la principal particularidad de esta marcha fue su carácter extremadamente ordenado y pacífico. Al gobierno no le quedó otra opción que reconocer que los “incidentes” fueron “aislados” y no representaron el ánimo de los manifestantes.
El año pasado, cuando el conflicto educacional llegó a su máximo apogeo, con un enorme apoyo ciudadano y una creciente impotencia del gobierno, los partidos políticos de la “oposición”, o sea, una de las dos derechas rivales, entendieron bien que les será imposible ganar las próximas elecciones presidenciales si no logran el apoyo de este movimiento. Y para lograrlo, ellos tendrán que hacer suyas las demandas de estudiantes. Pero son justamente ellos, los partidos “progresistas”, quienes durante sus gobiernos crearon este modelo educación, y muchos de sus líderes están directamente involucrados en el gran negocio de la educación chilena. Alguien cuerdo, ¿volverá una vez más a creer en ellos?
Sería poco novedoso seguir hablando de la creciente violencia de los carabineros de Chile en la represión de este movimiento, pero mientras más pacíficas y creativas se ven las manifestaciones estudiantiles, más brutal y desproporcionada viene la respuesta. La actuación de las fuerzas de orden recuerdan cada vez más a los tiempos de la dictadura de Pinochet. La parte mas dura de esta represión está dirigida contra los secundarios, y la más cobarde, contra las secundarias. Hace más de dos décadas que en Chile no se hablaba de decenas de niñas, muchas de ellas menores de edad, a quienes en presencia de carabineros obligan a desnudarse en las comisarías, cumpliendo con los “procedimientos de rigor”; menores manoseadas, agredidas, fracturadas, esguinzadas en sus extremidades, amenazadas en su integridad y también en la de sus familiares.
La observadora de derechos humanos Javiera Campos, en el diario digital Visión del Maule, cuenta de los casos que denomina “desapariciones express”: “Hay menores que, siendo detenidos, son negados sistemáticamente en distintas comisarías sin que sus familiares ni sus compañeros puedan tener conocimiento de su paradero durante largas horas”.
Si durante el año pasado el gobierno -tomado por sorpresa y desorientado- optó por esperar la Navidad y vacaciones de verano, apostando por el cansancio y agotamiento natural de esta explosión juvenil “espontánea, emocional y poco preparada políticamente”, este año el actuar de las autoridades es mucho más calculado y agresivo.
Por una parte, el gobierno planteó una serie de iniciativas legislativas, que aunque por su forma parecen ser dirigidas hacia la solución de muchos problemas, en el fondo significan sólo fortalecer y profundizar el modelo existente, basado en su visión de la educación como un bien de consumo.
Los medios de comunicación chilenos, en su gran mayoría, pertenecen a los mismos grupos económicos y se alinearon con el gobierno, sin cuestionar ni revelar la gran trampa legislativa detrás de las “generosas ofertas” de autoridades. Todas las propuestas del gobierno han sido prácticamente contrarias a las exigencias de los estudiantes.
Por otro lado, evitando tocar temas de fondo que tienen que ver con el modelo de la educación, los voceros del gobierno se dedicaron a deslegitimar a los dirigentes del movimiento. Hace unos días, el ministro de Educación, Harald Beyer, dijo que “los estudiantes ya no están siguiendo a sus dirigentes”. De inmediato, la vocera de la convocante Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), Eloísa González, a través de su cuenta de twitter respondió: “Beyer tiene razón, las bases no siguen a los dirigentes, los dirigentes siguen a sus bases”. Dentro de la misma lógica, el presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), Gabriel Boric, también vía twitter replicó que el ministro Beyer “no entiende” que los dirigentes “no somos profetas, sino representantes de nuestros compañeros”.
El año 2012 se ve muy diferente del anterior. A diferencia del año pasado, en las calles de Santiago no se ven multitudinarias marchas y “cacerolazos” por la educación. En vez de grandes concentraciones en las principales avenidas y plazas de Santiago, ahora se optó por descentralizar y replicar las mini marchas por las comunas periféricas, lejanas del centro, haciéndose de esta manera más presente el movimiento en toda la ciudad.
El jueves 23 de agosto la vocera de los secundarios, Eloísa González, confirmó este cambio en una entrevista a la Radio Universidad de Chile, diciendo que “el día de hoy marca una nueva estrategia por parte del movimiento estudiantil, secundario en particular, que tiene que ver con ampliarse a las comunas y distintos sectores, espacios que no habían estado participando”. Ese día de inusual frío y lluvia se caracterizó por 14 marchas comunales, realizadas con un orden y puntualidad también poco usuales.
Los grandes medios de comunicación siguen moralizando sobre la violencia en las tomas, los acuerdos extrajudiciales entre los grandes consorcios mineros y las futuras candidaturas presidenciales. La televisión sigue reproduciendo la gran burbuja del poder en millones de burbujitas de jabón en las pantallas de cada hogar chileno. Parece que ningún personaje público y mediático se atreve a hablar de lo más importante y urgente: que las exigencias de la educación digna, apoyadas desde hace un año y medio por la enorme mayoría de los chilenos, no sólo esta sin cumplir, sino también sin responder.
Está claro que, desde el año pasado, los tiempos han cambiado. El país parece avanzar y retroceder a la vez. Los múltiples diagnósticos y largas interpretaciones de los connotados políticos y sociólogos no sirven. Hay cosas importantes de este movimiento que simplemente desconocemos, cosas invisibles a través de la televisión y la prensa. Por supuesto hay mucho más preguntas que respuestas.
Para tratar de aclarar estos temas, Desinformémonos conversó con la dirigente estudiantil y militante de Izquierda Autónoma, Javiera Toro.
Sobre las principales diferencias del movimiento este año
El año pasado fue de amplificación del movimiento. Se sumaron organizaciones que nunca habían participado juntas y fue un año de discusiones muy largas. Por eso también hubo mucho desgaste. Ésta es la herencia que recibimos este año. El año pasado no se tomó ninguna decisión final: ni de replegarse ni de avanzar de algún modo concreto. Las tomas han sido muy largas, improvisadas y sin mayor coordinación de acciones conjuntas a futuro. Por eso hubo un desgaste.
Pero, pudiendo haber sido mayor el desmembramiento y la desorganización, esto no sucedió, sino que creció la organización. Este año ha sido muy lento. A la organización se incorporaron los que antes nunca han participado, que nunca han sido organizados; mucha gente que se integró a las marchas nunca había participado en ningún tipo de orgánica, no tenía experiencia de participación social de ningún tipo. El año pasado fue su primera experiencia organizativa. Este año se están consolidando este tipo de experiencias y se ha hecho un esfuerzo muy grande para unificar las demandas entre varias organizaciones de estudiantes. Por eso se ha logrado sacar un documento conjunto. Nos unimos con los estudiantes secundarios y las nuevas organizaciones de las universidades particulares se han ido sumando. Ése ha sido el trabajo de este año. Aunque, claro, avanza todavía muy lento. Durante todo el primer semestre el principal objetivo era rearmarnos.
Anteriormente, después de las experiencias parecidas a la de 2011, normalmente hubo mucha descomposición, desarme, desilusión y ninguna capacidad de oponerse a las iniciativas legislativas del gobierno dirigidas hacia la profundización del modelo. Ahora tenemos todos los indicios de que este movimiento se está recomponiendo. Todavía se ven muchas diferencias. Muy lentamente, pero estamos avanzando.
Los principales retos
Se hace más difícil la convocatoria. Sin duda, hay un cansancio y un desgaste; los estudiantes, casi todos, tuvimos un año académico alterado. Aun así se lograron las convocatorias grandes, y creo que lo distintivo era la capacidad de unificarnos, de salir en todas las declaraciones y conferencias todos juntos, unidos. En todas las movilizaciones de este año tratamos de estar juntos con las dos organizaciones de secundarios que existen y con los universitarios. Creo que es algo muy distintivo del año pasado.
La realidad del año pasado desbordó la capacidad de cualquier organización. Estábamos tratando de ordenarnos y organizarnos mejor, pero la fuerza y la masividad espontáneos del movimiento que surgió superaron a toda nuestra capacidad organizativa. Este año estamos tratando de consolidar y unificar nuestros criterios y objetivos inmediatos. El año pasado hubo muchos petitorios distintos, en ningún momento pudimos acordar un petitorio de todos. Y toda la espontaneidad es una fuerza muy frágil. Por eso el tema de este año es una mayor consolidación, y creo que en esto avanzamos.
De errores y debilidades
El movimiento, por ser tan grande, tan espontáneo y tan diverso, no tenía suficiente unidad de criterio. Cuando el gobierno, asustado, aceptaba dialogar, no lográbamos prepararnos bien para este diálogo. Todo sucedía demasiado rápido y no hubo tiempo para una mayor reflexión y para coordinarnos bien entre tantos y tan diversos integrantes. Sin duda, esto nos perjudicó. Pero también hubo mucha incapacidad y muchos errores del gobierno, lo que nos permitió avanzar. A veces avanzábamos más por los errores del gobierno que por nuestros méritos.
Sin embargo, el gobierno también aprendió más y ahora se equivoca menos. El actual ministro de educación tiene más apoyo transversal del gobierno, es más reconocido en el ámbito de la educación. Y durante todo el último mes ha estado más clara la nueva táctica del gobierno, que consiste en aislarnos, acusándonos de ser un grupo minoritario, radical, intransigente y extremista, que no representa a las grandes mayorías de los estudiantes chilenos y que está alejado de las aspiraciones de la familia.
Por eso, ahora el gobierno trata de presentarnos no como una continuidad del movimiento del año pasado, sino como pequeños grupos causantes de hechos aislados. Y nuestra idea es demostrar que los problemas que causaron los acontecimientos del año pasado siguen sin resolver y que nuestro movimiento sigue contando con el apoyo de los amplios sectores de la sociedad.
Sobre la postura del movimiento y la del gobierno
Primero hay que tener claro que el objetivo que el movimiento se propone no se va a lograr con este gobierno. Sin embargo, creo que se ha avanzado, en el mundo estudiantil, en adquirir la conciencia de lo que se quiere y de instalar en forma mayoritaria estas ideas en la ciudadanía; esta conciencia no existía antes. Y hay que entender que no hay ninguna manera de poner el punto final a este movimiento, ni este año ni el próximo; por eso nos parece tan importante la consolidación de nuestras fuerzas. Esta lucha es de muy largo aliento, y esta fuerza no se puede ser jugada toda en un solo día, en una sólo demanda, en un solo año.
Creo también que en algunas pequeñas cosas podemos avanzar bastante pronto. Primero que nada, con el desgaste del movimiento del año pasado y con las iniciativas del gobierno, me refiero a las iniciativas legislativas para fortalecer y profundizar el modelo actual; podíamos haber retrocedido y esto no sucedió. Con la correlación de fuerzas y circunstancias desfavorables logramos frenar la profundización del modelo educacional chileno. No es lo que pasó en el año 2006, por ejemplo.
¿El modelo neoliberal se profundizó más con el gobierno de ‘centroizquierda’ de la Concertación que con el actual gobierno de derecha?
Claro, y sin duda ahora el movimiento estudiantil está mucho más fuerte. No era fácil para este gobierno. Por supuesto, esto no es ninguna garantía: de repente llegan las vacaciones y ese momento se aprovecha para aprobar las leyes. Estamos conscientes de todos estos riesgos. Pero el hecho es que este año pudimos contener estas iniciativas del gobierno. Y aunque en este momento ya no, el año pasado se vieron algunas aperturas en la postura del gobierno por donde se podía avanzar. Entendemos perfectamente la gran diferencia filosófica y conceptual entre nosotros y el gobierno, pero la gran legitimidad que logró el movimiento en la sociedad permitía abrir los espacios en las conversaciones con él para ciertos avances en algunos puntos específicos, como por ejemplo en la democratización.
El significado de la democratización
En Chile existe una ley que prohíbe a los estudiantes la participación en la toma de las decisiones en sus instituciones. De esto proviene nuestra demanda básica de la democratización, para que los estudiantes puedan participar en la toma de las decisiones relevantes de las instituciones educacionales. Sin embargo, entendemos que esta democratización no se va a lograr porque nos la conceda el gobierno, ni por decreto o por cambio de una ley: la democratización llega de a poco junto con la mayor participación ciudadana.
Hay que quitar ciertas trabas legales. Todavía hay lugares donde formar centros de estudiantes está prohibido y hay amedrentamiento de los dirigentes. También hay algunas leyes y derechos de estudiantes que existen pero no se cumplen por varios establecimientos educativos, y por parte del gobierno no hay ninguna fiscalización. El ministerio tiene facultades para fiscalizar, pero nunca lo ha hecho porque no hay voluntad política. Todavía hay universidades donde se firman los contratos en que se dice que uno no se va a organizar. Creo que se puede avanzar en eso; o en el tema del lucro.
Hoy se habla de reconocer y regular el lucro en la educación, pero con el apoyo que ha adquirido la demanda del fin a este lucro, yo creo que existe un campo para hacerlo retroceder. Con el apoyo de los rectores de las universidades estatales, que ahora se llaman tradicionales y son las más importantes de Chile, se puede empezar a aumentar el apoyo estatal a la educación pública universitaria. Se está discutiendo, y es posible que se apruebe la ley que prohíbe el lucro con los recursos estatales. Sería un avance pequeño, pero concreto.
Los partidos políticos y la lucha
Tratamos de estar por arriba de todos. Los partidos políticos se encuentran discutiendo cosas insignificantes, segundarias; sin pretender ningún cambio de fondo, proponen puros ajustes y maquillajes del mismo modelo. Por eso el movimiento de estudiantes no está de acuerdo con ellos y no se presta a su juego. Además, los partidos están muy deslegitimados y desordenados internamente, y ninguno es capaz de decir que está con las demandas porque no pueden estar con todas nuestras demandas. Para ellos es como estar contra su propia esencia.
Es una pena; este descrédito de la política, que es responsabilidad de los partidos actuales, nos hace mal a todos. Nos da mucha lástima realmente que los partidos políticos actuales no tengan ninguna vocación para representar a la ciudadanía. Me cuesta creer cómo un representante de un partido un día dice que sí esta con los estudiantes, pero el día siguiente, recibiendo instrucciones de los dirigentes de su partido, vota en contra. Entonces, tal vez hay que inventar otra forma de organización. Es un riesgo, sobre todo después de un año como este. Ahora hay tanta desconfianza hacia las estructuras organizadas que muchos creen que es mejor seguir por sí mismos. Creo que la organización es muy importante, y no sé si la forma adecuada sería vía un partido político o no, pero ojalá existiese una fuerza capaz de organizarse y actuar. Creo que ésta es la apuesta.
Los partidos ni siquiera son capaces de darse cuenta que poco representan ahora a las necesidades y los movimientos de esta sociedad.