Ya nadie andaba deambulando por las calles, no había
mendigos, ni lacras sociales. Él mismo se maravillaba del antes y el después. Parece
que mucho cambió con el tiempo, lo último que pudimos ver, más o menos de cerca,
del líder, es cuando visitó España y se alojó en su propia tienda árabe (de lujo) instalada en
jardines reales… Pues bien, se acabó el dictador pintoresco, exótico. Vino la guerra, la
violencia y ahora elecciones. Solamente los libios muy ancianos recordarían una jornada
similar. La de hace unos 60 años cuando votaron en unas elecciones nacionales. El sábado
pasado, casi tres millones de votantes registrados, haciendo largas colas, donde algunos
han llorado, aguardaban para votar y elegir una asamblea de 200 diputados, que es la que
ha de nombrar un nuevo Gobierno y preparar elecciones legislativas de 2013, no sin que
antes sea redactada una nueva Constitución de Libia.

Han habido celebraciones, con fuegos artificiales en Trípoli, y con granadas lanzadas al mar
en Bengasi. El 94% de los colegios electorales pudo abrir sus puertas bien, pero hubieron
altercados en algunas ciudades de Cirenaica, (casi un centenar de los 1.554 colegios
electorales no lo hizo por culpa de sabotajes) que la región oriental, descontenta con los
escaños que le corresponderían en la asamblea. El más grave sucedió en Ajdabiya, donde
un hombre intentó robar una urna pero muere tiroteado, pues algunos islamistas radicales
irrumpieron en varios lugares de votación, quemando o robando urnas, después de la
apertura de los colegios. Además, hombres armados impidieron la apertura de colegios y
quemaron material electoral en Bengasi, en la ciudad petrolera de Ras Lanuf, en Ajdabiya y
en alguna otra ciudad del este.

De los 200 escaños que se eligen en total, cien son de Tripolitania, región observada con
recelo por Bengasi, capital de Cirenaica, donde surgió la revuelta contra Muamar el Gadafi
en febrero de 2011. Aquí ya se presentó en marzo una plataforma de líderes tribales y
políticos demandando un sistema federal. Ellos escogen 60, y 40 corresponden a la sureña
región de Fezzan. Pero se ha votado y el presidente de la Comisión Suprema Electoral, Nuri
al Abar, anunció, este domingo, que 1,7 millones de libios (de los 2,8 registrados en el censo
electoral), han votado el sábado para elegir la primera asamblea legislativa, indicando una
participación del 60%. No está mal para empezar el camino democrático. Hay líderes que
anuncian haber dejado el fusil para presentarse como candidatos, en un claro cambio de
actitud, dejando la violencia. Algo muy a destacar sin duda.

Los problemas no son pocos pues este es un país en el que se han desmantelado desde
la base las estructuras del Estado y hay milicias armadas que siguen como dueñas de la
situación en varias ciudades y se imponen violentamente su autoridad ante la del Gobierno
central. Se precipitan cambios repentinos y fundamentales. Cabe citar que a pocas horas de
abrirse las urnas, el Consejo Nacional de Transición (CNT), organismo que viene dirigiendo
Libia este último año y medio, quitó, a la asamblea que ahora se elige, la competencia para
redactar la carta magna. Quiere así el CNT apaciguar a que exigen más autonomía para
Cirenaica, zona siempre marginada por Gadafi y en cuyo subsuelo está gran parte de las reservas petrolíferas. “El país estará en estado de parálisis porque nadie en el Gobierno nos
escucha”, comenta a Reuters un miembro del Consejo Militar de Cirenaica.

Señalemos que desde hace dos días grupos de manifestantes mantienen cerrados varios
puertos petroleros en la región de Brega para exigir un reparto más equitativo de los 200
escaños del Consejo Nacional General.

Los resultados de estas elecciones se conocerán pronto, pero seguramente que, como con
sus vecinos de Egipto y Túnez, los partidos y políticos llamados islamistas se harán con
gran parte de los escaños. El partido de los Hermanos Musulmanes, Al Watan — dirigido por
Abdelhakim Belhaj y uno de los comandantes más importantes de la revuelta— y un tercer
grupo de corte salafista disputan los escaños al partido dirigido por el ex primer ministro
Mahmud Yibril, más de corte liberal. Los pronósticos se ven muy complicados, dado que de
los 200 parlamentarios, 120 se eligen entre candidatos independientes, que responden a
volubles lealtades tribales, regionales o locales. Tal es el entramado libio real.

Así, Libia ha votado bajo la sombra de la división, en medio de sabotajes y un panorama de

incertidumbre. La jornada es histórica y se vive con júbilo en Trípoli e indecisión en Bengasi,
por temor a posibles ataques a colegios electorales.

En la capital del país, muchos vehículos recorren los barrios de la ciudad con banderas y
tocando la bocina, festejando las elecciones al Consejo Nacional General, que sustituirá
al actual Consejo Nacional de Transición, máxima autoridad actual, desde que estallara la
revuelta popular armada (ayudada por la OTAN) que acabó con el régimen de Muamar al
Gadafi.

Igual que sucedió al inicio del levantamiento que expulsó a las fuerzas del dictador de
Trípoli, las mezquitas de la ciudad, e incluso los mismos colegios electorales, gritaban al
unísono «Allahu Akbar» (Dios es grande), para alentar a los habitantes a acudir a votar.

Después de votar, el primer ministro transitorio, Abderrahim al Kib, aseguraba que las
elecciones «se están llevando a cabo de manera extraordinaria, aunque con alguna
excepción». Depositó su voto en la escuela tripolitana de Ali Aurit, subrayó también
que «los libios sorprenderán al mundo» con estas elecciones, resaltando que la situación de
seguridad «es estable y está bajo control».

Resumiendo, casi tres millones de libios pueden elegir – aunque voten menos – entre 4.000
candidatos a los 200 miembros de la Constituyente. Ochenta de estos parlamentarios se
eligen en listas de partidos políticos y 120 entre ciudadanos independientes. La proporción
mencionada es de cien escaños corresponden a la región de Tripolitania (oeste), 60 a
Cirenaica (este) y 40 a Fezzan (sur).

El desafío de corte democrático y situaciones propias está en el tablero. Veremos como sigue.