Es esta herida que nos parte por la mitad. No es fácil sanarla, limpiarla, si quedan tantos que ni siquiera reconocen el daño, a la fiera desenvainando su espada.
Acuerdos mínimos ausentes, acuerdos que debieran tomarse desde nuestra condición humana y que aseguren una convivencia vinculante que nos ligue desde hilos diversos pero hilos, al fin.
¿Qué democracia hemos construido?
¿Chile puede llamarse ante los ojos del mundo, país democrático, moderno, en vías de desarrollo, país bien portado, país ejemplo, país modelo?
Hoy, en nombre de la democracia chilena, se hace un homenaje a uno de los mayores y más crueles dictadores de la humanidad durante el siglo XX.
Son públicos en Chile sus crímenes horrorosos en contra de una ciudadanía contestataria y no.
En las cortes internacionales son conocidos y sancionados, ampliamente, sus actos reiterados en contra de lesa humanidad.
Asesino de sus propios camaradas de armas. Volaron los sesos de otros militares y civiles, los huesos, la piel por los aires de países extranjeros que los acogieron y protegieron de la furia del criminal de Chile.
Letelier fulminado en el corazón del imperio.
Mis primos, Patricia y Fernando Peña Solari, despedazados por la picota, el catre eléctrico, los golpes, las ratas en la vagina y otras bestialidades impensables a la hora de ternuras, suavidades, abrazos que nos definen como seres humanos parte de la comunidad terrestre.
Todavía hay procesiones de almas perdidas hasta la orilla de tu nicho preguntándote el porqué de la piedra que cultivaste en tu corazón. ¿Respondes, hoy por hoy, en ese espacio misterioso? ¿Respondes?
En una democracia, podemos pensar lo que queramos, podemos escribir lo que queramos, ¡por supuesto que si! Pero, en nombre de la democracia, ¿rendir homenajes a quien fue el artífice de la muerte repetida, de torturas impensables, de persecuciones a los que pensábamos de maneras diferentes, al que extendió su brazo para degollar, fusilar en caravanas a sus propios compatriotas en nombre de guerras sucias internas? No puedo olvidar a los pobladores sacados en las noches de sus camas a patadas y culatazos hasta canchas en las que se sentaban encapuchados a reconocer a este o aquel sembrando el pánico, arrojando cadáveres para escarmiento de la gente, para mitigar el ímpetu de rebeldía.
Hoy, amparados en esta extraña democracia construida, esta extraña democracia pactada a espaldas de la gente y sus organizaciones, esta extraña democracia liderada por los que llamaron a los militares a hacerse cargo de la debacle, esta extraña democracia que sangra, se permite hacer un homenaje al tirano, al asesino de Chile, al traidor.
Quiero llorar a gritos, por mi y por todos los que amo, por mis nietos, por los niños y niñas de la patria y desde mis lágrimas de chilena errante sin su tierra, invitar a reflexionar, a instalar mesas de conversación donde podamos pensar y sentir nuestra historia de los últimos 39 años y comprender qué hemos hecho y cómo y tomar acuerdos mínimos que aseguren que en CHILE NUNCA MÁS, me levantaré en contra de otro chileno o chilena con la violencia, con el terrorismo de estado, con el crimen, la tortura, el silencio. Eso hoy no está asegurado y un pájaro enorme y negro sobrevuela los valles y montañas advirtiendo que si nos “portamos mal” puede que el espíritu de la bestia se levante y vuelva a acabar con todos y todas nosotras.
Quizás ha llegado la hora de un verdadero acuerdo nacional, por mucho que nos cueste, que nos permita seguir el camino desde la luz, el vínculo humano, la dulzura, la diversidad y el respeto irrestricto a los derechos humanos.
Hoy estamos todos y todas en peligro.
Impensable en tierras europeas un homenaje a Hitler. Aquí es posible y se hizo uno al dictador de esta patria.