Por Isabel Díaz Medina
Publicado en Revista Punto Final
Al igual que en la región de Aysén, las comunidades costeras del archipiélago de Chiloé denuncian abandono por parte del Estado chileno. Ello se expresa en aislamiento, alto costo de la vida, falta de cobertura en salud y educación pública de calidad. A esto se une una aguda sobreexplotación de los recursos naturales, y la existencia de empleos precarios -marcados por los salarios de “hambre” de la industria exportadora de salmones que fue impuesta hace tres décadas como dominante en la economía de Chiloé-.
El monocultivo industrial intensivo de salmónidos, -peces carnívoros introducidos desde el hemisferio norte-, se destina en 98% a la exportación. Se inició en 1979 al alero de las políticas neoliberales impuesta por la dictadura militar. Con él se ha provocado profundos cambios en la estructura social y económica de Chiloé.
De campesino a obreros de salario mínimo
El tardío proceso de industrialización en el archipiélago de Chiloé está marcado por la proletarización de su población, la disminución de la autonomía económica local, el debilitamiento de su seguridad alimentaria y un gran impacto sobre su identidad cultural. En menos de tres décadas, una sociedad de pequeños campesinos dedicados a la agricultora de subsistencia, a la pesca, ganadería o actividad artesanal, fue transformada en obreros asalariados.
El músico y profesor de filosofía de Chiloé Marco Uribe Andrade asegura que *“durante las décadas del 70 y 80 sólo estimularon la desarticulación del campesinado y del modo de producción tradicional de la isla. Asfixiaron a los campesinos hasta destruirles económicamente, empujándoles a alimentar con mano de obra barata la industria que se instalaba como un nuevo referente, que debía acaparar, finalmente, el centro estratégico de la economía, concentrada en unos pocos propietarios”*.
Agrega que *“durante la última crisis salmonera se presentó la coyuntura para impulsar nuevas áreas de actividad económica, volviendo a revitalizar el campesinado, pero ello implicaba fortalecer un escenario de participación social que, con toda seguridad conduce a un mayor desarrollo del isleño, pero un obstáculo para el proyecto de mayor magnitud en resultados económicos-comerciales, de esos pocos poderes transnacionales que se lo llevan todo”*.
Aysén y el despertar del chilote
La solidaridad de las comunidades del archipiélago hacia los patagones y sus demandas, marcó el inicio de un despertar chilote por sus reivindicaciones laborales, sociales, económicas y culturales.
Renato Cárdenas Álvarez, historiador y antropólogo de Chiloé, afirma que *“Castro, Ancud y Quellón son comunas con mucha población obrera, con muchos desempleados, con muchas carencias. Por eso, el año pasado respondieron con fuerza, en las calles apoyando los movimientos estudiantiles, la lucha contra Hidroaysén y antes, a los pescadores artesanales. Las regiones del sur han sido abandonadas por los gobiernos centrales, pero cuando han encontrado en sus territorios y maritorios recursos para explotar aparecen sus encomenderos y se apropian de estos espacios para usurpar las riquezas. Nadie sabe cuándo temblará Chiloé, pero como en los terremotos hay mucha energía acumulada”*.
Temporeros del salmón
A cinco años del brote del virus de la Anemia Infecciosa del Salmón (conocido como Virus ISA por sus siglas en inglés), que provocó la mayor crisis económica y social en la historia de la Región de Los Lagos, el archipiélago de Chiloé no logra salir adelante. Entre el 2007 y el 2010 un ochenta por ciento de los 1.200 centros de cultivo de salmón del Atlántico cerró, dejando pérdidas por dos mil millones de dólares y veinte mil trabajadores cesantes.
La dirigenta social de Quellón Ana Vera Arancibia recuerda que *“durante la crisis, una de las cosas que más llamó la atención fue la aparición en las calles de mujeres que comenzaron a dedicarse a la venta de hortalizas, que son cultivadas principalmente en las comunidades huilliches en invernaderos. También las obreras cesantes de la industria debieron convertirse en comerciantes ambulantes de un sinfín de productos. Fueron mujeres quienes levantaron las ollas comunes, para la alimentación de las familias. Las huelgas de hambre coparon el centro de Quellón durante el 2011 tras liderar la mayor alza del índice de pobreza a nivel nacional con un 25,5%”*.
Gran parte de la población desempleada había llegado a Chiloé de otras provincias y, generalmente, no tenían un arraigo campesino, por lo que comenzó un éxodo masivo de obreros hacia sus lugares de origen u otras zonas productivas.
Los últimos dos años han estado marcados por una recuperación de la industria salmonera, que cuenta con gran apoyo estatal. (1)
El presidente de la Federación de trabajadores de la industria del salmón en Quellón Gustavo Cortés asevera que *“este repunte productivo-exportador no se ha traducido en mejoras laborales. Los trabajadores aceptan condiciones y sueldos miserables para llevar el sustento a sus hogares, luego de la prolongada cesantía en Chiloé. Las empresas realizan contratos por obra o faena, a plazo fijo, con lo que el movimiento sindical fue debilitado. Hoy no tenemos sindicatos fuertes para negociar colectivamente”*.
Agrega que *“seguimos siendo mano de obra barata para una industria transnacional, que está lejos de dar cumplimiento a estándares internacionales de trabajo decente. Los obreros de Chiloé se han transformado en temporeros permanentes y los salarios no dan cuenta de las necesidades reales de los trabajadores de esta zona”*.
Chiloé: “La gallina de los huevos de oro”
Renato Cárdenas afirma que *“Chiloé es un escenario productivo de primer orden. Es una “gallina de los huevos de oro” que se le empobrece antes de sacarle provecho. Se le ha explotado de manera burda, operando una economía esencialmente extractiva que ha dañado el medioambiente y ha resentido profundamente las raíces de la sociedad chilota”*.
*“En Chiloé las salmoneras provocaron un desajuste muy fuerte entre el poblador de estos archipiélagos y su territorio. El escenario fue invadido por la industria y provocó lo que se llama una desculturización muy similar al daño que las bananeras causaron en Centroamérica, especialmente la United Fruit. Es decir, se interviene toda una sociedad y sus culturas con una nueva forma de trabajo que es exitosa en un comienzo, pero un buen día la compañía levanta campamento y se va. Deja un hoyo y ni siquiera se saca la basura”*.
Para Marco Uribe, *“Chiloé está siendo ocupado y devastado, social, cultural, económica y ambientalmente y sus habitantes puestos al servicio de las necesidades de una industria que no les pertenece, que no les impulsa como pueblo, que no les considera como objeto de su desarrollo ni de sus beneficios”*.
*“Las salmoneras actúan como gigantescos tubos extractivos que se llevan todo, incluyendo los sueños del isleño. Miren las carreteras destruidas y los campos abandonados y sus acopios de chatarra industrial en treinta años de intervención. Miren las calles llenas de mendicidad, alcoholismo y droga, los municipios sin recursos para sostener la salud y la educación. No existen universidades bien instaladas, ni hospitales de buena calidad, y la educación de calidad básica y media es un servicio limitado y escaso. Los sueldos de los trabajadores del salmón no son buenos y las condiciones laborales distan mucho de la dignidad”*, denuncia Uribe.
El desastre ambiental
El aumento del tráfico carretero y marítimo, la sobreexplotación de sus recursos acuáticos, la contaminación química y biológica de lagos, ríos y de las zonas costero marinas, mediante la eliminación masiva de residuos industriales, han forzado el desplazamiento de las comunidades indígenas mapuche-huilliche y de los pescadores de pequeña escala.
Según Renato Cárdenas, *“la industria salmonera ha ahorrado hasta un tercio de su capital porque no han invertido en la limpieza de los fondos marinos dañados fuertemente por fecas de salmón y alimento que diariamente crean toneladas de sedimentos bajo las jaulas. Aun así, haciendo vista gorda a las regulaciones, Chiloé es un territorio que ya no es propicio para estos cultivos, que hoy en un 70% se están haciendo en las aguas aiseninas y el resto en estos archipiélagos. Es decir, Chiloé es la mesa de procesamiento de esta industria porque sigue ofreciendo una mano de obra muy barata y disputada, por la cesantía galopante”*.
*“Todas las playas del archipiélago están sucias. Se perdió la mirada prístina hacia el mar con tanta intervención de jaulas, flotadores y bodegas flotantes. Los fondos marinos y las columnas de agua están seriamente dañadas, por los cultivos y el tráfico permanente de embarcaciones. La pesca artesanal queda a la deriva por la ausencia de peces en estas aguas interiores del archipiélago”*.
Fuente: www.radiodelmar.cl