El Caupolicán, donde hubo tantas proclamaciones de los partidos de izquierda, donde se realizó el único acto público contra el montaje del plebiscito de 1980, me pareció inaceptable.
Pero ahora agradezco este homenaje.
Que un puñado de fanáticos se haya atrevido a convocar a ese acto y hayan llegado apenas unos centenares de personas es una señal del profundo agotamiento del pinochetismo. Que los dirigentes de la derecha se vieran acorralados y su defensa del acto se limitara al argumento de la libertad de expresión, muestra que, por fin, a estas alturas es inviable defender el gobierno más monstruoso de la historia de Chile. Que ningún referente activo de la derecha se haya aparecido por la calle San Diego da muestra que ese pinochetismo vociferante de antaño se apaga inevitablemente. Por fortuna para todos.
Pero más que agradecer el acto por dar cuenta de la profunda decadencia del pinochetismo, agradezco este homenaje por la esperanzadora y luminosa reacción de tantas personas que enérgica y decididamente se manifestaron en contra por todas las vías que les fueron posibles. Ver las cadenas de mails, publicaciones en redes sociales, comentarios, notas de prensa, conferencias, afiches y un cuanto hay imaginable de mensajes de repudio a la barbarie autoritaria que consumió al país durante 17 años alegra el más gris de los domingos. Caer en cuenta de que la labor constante y permanente de las organizaciones de derechos humanos, de víctimas de la represión dictatorial y de todos aquellos que quieren construir un nuevo mundo justo y humano ha tenido efecto y ha calado en la sociedad chilena es la mejor lección que podemos tomar de este absurdo homenaje.
Entro a facebook y veo las cientos de publicaciones respecto a esto, observo las fotos de tantas y tantos jóvenes comprometidos que fueron asesinados por la dictadura, miro el dibujo de Jorge Peña Hen y sus alumnos de música colgado en el muro de un amigo, y compruebo que la memoria existe, que sus casos no han caído al olvido, que hay reivindicación de su ejemplo y su lucha. Veo que toda la labor realizada no ha sido en vano.
Las romerías, las funas, las velatones, las marchas, las querellas, todas y cada una de las muchísimas acciones desarrolladas para denunciar los crímenes de la dictadura y vencer la impunidad han surgido efecto. Muchos no querrán verlo, pero hoy a quedado en claro la profunda convicción de rechazo que se ha instalado entre la gente sobre la dictadura y su macabra obra, que no sólo se limita a las vidas cegadas y los cuerpos torturados, sino que se extiende a la imposición de un modelo inhumano e injusto que nos subyuga hasta estos días.
Sólo queda, entonces, impulsar a esa conciencia a no quedarse en el repudio al pasado, sino que al avance hacia la construcción de un nuevo Chile y un nuevo mundo, verdaderamente humanos, que serán la mejor respuesta a los inaceptables homenajes a la muerte, la opresión y la violencia.