Este debate se vive en numerosos frentes: España, con el movimiento del 15M en cabeza, muestra la ruptura entre el poder político servil a los poderes económicos que dirigen las políticas europeas y una población asqueada de tanta corrupción y de un sistema electoral que hace suponer una democracia, pero que por su composición restrictivista y las traiciones flagrantes de los cargos electos se convierte en un corsé en beneficio de las élites y la Banca.
Cuesta aceptar que contrariamente a los ajustes y recortes que se suceden en educación, sanidad, ayudas sociales e infraestructuras los gobiernos opten por el salvataje obstinado de bancas privadas que más que víctimas de esta crisis, son promotores.
La palabra crisis, de hecho, ha sido inoculada como una vacuna para el descorazonamiento y la permisividad. Pero su efecto comienza a decaer, no sólo en España, sino en toda Europa.
Los indignados italianos se han manifestado por millares reclamando un gobierno legítimo y no la dictadura de Goldman Sachs, en la figura de Carlo Monti como presidente impuesto. A la que habría que sumar la de Mario Draghi dirigiendo el Banco Central Europeo en beneficio de empresas privadas.
**No en nuestro nombre**
Como en las manifestaciones multitudinarias que rechazaban el ataque anglohispanonorteamericano contra Irak, bajo el lema: “No más sangre por petróleo” o “No en nuestro nombre”. En Frankfurt volvieron a reunirse un par de decenas de miles de personas vociferando que no se empobrezca el continente, que no se desintegren años de luchas para progresar y avanzar buscando el estado de Bienestar, en plumazos de tecnócratas sin sangre en las venas.
Ni hablar de la protesta social de los diezmados helenos, que siguen enfrentando en las calles la indefensión de un gobierno que sólo aspira a satisfacer a los bancos para no declarar el vergonzoso default, que dejaría a Grecia fuera de Europa. Pero también de este plan de convertibilidad continental que es el Euro como moneda única. Los dos partidos mayoritarios antes de las políticas de ajuste (los socialdemócratas y la centroderecha) que en 2009 sumaron casi el 80 % de los votos, pasaron en las últimas elecciones al 32 %.
Grecia, ante la incapacidad para armar un gobierno que acate las medidas de ajuste que le dicta la Unión Europea, ha programado nuevas elecciones para el 17 de junio. La negociaciones febriles continúan para intentar evitar llegar a esas instancias, mientras las tasas de suicidio se disparan.
Portugal, en movilización masiva de sus sindicatos y alterado por sucesivas huelgas generales, vuelve a ser un país exportador de mano de obra, pero sigue sin plantearse la necesidad de resolver los conflictos heredados de la dictadura más larga de la historia europea y de los enfrentamientos sucesivos que han dejado, entre otras secuelas, una participación electoral que no alcanza el 60 %.
**El ejemplo islandés**
Si bien la isla nórdica nunca fue aceptada como miembro de la Unión Europea (y mientras no pague a los estados europeos que salvaron a sus especuladores offshore en los bancos islandeses no va a ser integrada), su gesta contra el pago al FMI y la movilización social que forzó la dimisión del primer ministro son considerados como modélicos para los movimientos sociales en el resto del continente.
Pese al silencio de los grandes medios de comunicación, propiedad de las corporaciones financiero-militares o, al menos, cooptadas por las publicidades, en Grecia, España, Alemania, Portugal y el resto de polvorines, cunde el efecto demostración de Islandia, un país que se resiste a las imposiciones foráneas, a través de plebiscitos de alta participación y con discusiones permanentes sobre el rumbo a seguir.
El reciente proclamado presidente francés François Hollande quizás debería tomar la temperatura de lo que quiere el pueblo francés antes de seguir obsecuentemente las directivas promovidas por Angela Merkel y Barack Obama, quienes se apuraron a ser los primeros en recibirlo.
**Fin del absolutismo**
En medio de este proceso de recortes y ajustes en todos los estados europeos la OTAN les exige a sus miembros invertir. Más precisamente les exige comprar nuevas armas norteamericanas para poder ser más efectivos en sus intervenciones, declaraba su secretario general, Anders Fogh Rasmussen.
La historia nos vuelve a poner frente a un momento bisagra. El reinado del absolutismo bancario, de la fijación del patrón petróleo como modelo productivo, la persistencia en la hegemonía militarista y el maltrato consciente del planeta que habitamos y no podemos reemplazar está declinando. La curva es descendente, pese a todos los esfuerzos por mostrar lo sólido que es el capitalismo, lo legítima que es la democracia occidental, ponderando el extractivismo y que se siga jugando a ver quién eyacula más lejos sus bombas nucleares.
Los pueblos están tomando consciencia de esta ruptura, la sensibilidad no es la misma, no se acatan las mismas normas, no se persiguen las mismas zanahorias. La tan mancillada utopía vuelve a cobrar brillo y vuelve a estar en las gargantas y en el corazón de los jóvenes.