Y sigue… «Deciros que en general, a diario, allí todo me resulta sospechoso. Es decir, os sorprendería lo extrañamente normal que resulta estos días un día en Caja Madrid (es decir, en Bankia; porque de las cajas, cuando se les acabe el remanente de otros años, no va a quedar ni el nombre, ni las fundaciones, ni La Casa Encendida ni exposiciones de Chagall ni nada; pero que nadie se engañe, antes no eran mucho mejores; los tiempos del Padre Piquer y los Montes de Piedad están lejos no, lejísimos; pero perdón, que derrapo otra vez al borde de las explicativas y me salgo del circuito impuesto).
Decía que no os imagináis lo extrañamente normal que estos días es un día en Bankia. O esa es la percepción que yo tengo. Será que es una empresa gigante y los rumores, miedos y fortunas tardan en llegar muchísimo de una punta a la otra. O será que es una empresa simplemente y la gente guarda mutismo correligionario, y es luego al volver a comer a casa es cuando cuando se desahoga. Por decirlo con un lenguaje que os resultará conocido, Bankia desde dentro es otro espacio más que no termino de comprender. No obstante en estos tiempos me he acostumbrado a habitar espacios incomprensibles, inasibles, así que tampoco es novedad. O tal vez no haya nada que comprender. Igual soy yo, que tiendo a verlo todo un poco raro siempre, a creerme que las sombras de las cosas significan otras cosas.
Entonces para ver un poco la realidad hablo mucho con los otros trabajadores de Bankia. Hablo muchísimo. De mayo a diciembre del año pasado hablaba sin parar de acampadas y 15M y climas y revoluciones y 15O y 99%. Sobre todo porque me preguntaban. Me sentía como navegante que día sí día no volvía de tierras maravillosas y ojeroso narraba las extrañas maravillas que existen allende. Hasta aquí nada muy raro, todo normal-normal, quién no tiene contacto con un espacio en el cual se ha sentido con la obligación de hacer de embajador del 15M, donde ha tenido que intentar explicarlo una y otra vez, a veces a niveles tan anti líricos como por ejemplo cierto día del diciembre pasado donde me vi convenciendo a mi compañero de enfrente que el 15M no tenía carnés de socio, que vas, pides turno y hablas.
Por supuesto algunos trataban este asunto con cierta sorna. Vamos, que desde el 15M yo soy el indignado perroflauta. Pero a todos les caigo simpático por serlo. De hecho, lo habitual por aquellos días del año pasado era la sorpresa, la esperanza, a ver si ahora, a ver si así, ojalá lo consigáis, tenéis que hacer esto y lo otro, no caigáis en el error de. Etcétera. Como en tantos lugares. Lo mismito. Incluso un gurú especializado en gobernanza, jubilado recién […], venía a menudo a hablar conmigo para decirme que éramos unos insensatos, que con todo el poder que tenía el 15M no estábamos haciendo ni el huevo, que por fin podíamos hacer una revolución y andábamos ahí mamoneando con asambleas horizontales. Bueno, como os digo, hace un año era apasionante. Y el caso es que en realidad, confieso, ese contraste, esa sensación de trabajar aquí predicando el 15M, además de sodomizante, además de padecer por momentos una quemazón dolorosa, también era un puntito emocionante. Llamadme psicoalgo, pero así era.
Pasa un año. Pasan muchas cosas. Pero las cosas que han pasado no es el tema. El tema es que hace unos días, ya sabéis: Rato se raja y zas, las acciones bajan que no veas […] como ocurre siempre con estas cosas, dicen. Y a los dos días, sin tiempo para nada, resulta que de pronto nacionalizan Bankia y cada uno de nosotros participa en las lógicas perversas de la economía financiera para proclamarse propietario de una fibra muscular de Cristiano Ronaldo. Las primeras horas creo que aquí todo el mundo, los “bancarios” (como apelan armándose de ingenio los sindicatos a los trabajadores de Bankia para distanciarlos de los “bankeros”), nos lo tomábamos un poco a risa, la gente se daban los buenos días diciendo que ya éramos funcionarios y bromeaban con el arsenal de tópicos propios de este colectivo. Pero hablar hablar, poco y en la sombra. Por supuesto los soldados rasos carecemos de información privilegiada (de lo de Rato nos enteramos por la prensa) y asistimos más o menos a las mismas especulaciones que podéis encontrar en cualquier blog: que sanearán la entidad, la dividirán en cachitos y después la venderán al mejor postor… Eso, en el “mejor” (¿mejor?) de los casos.
De lo que quería hablaros más que hacer una crónica-blog, es de lo que yo he sentido, lo que más me ha afectado a raíz de todo esto es que esa normalidad que os contaba al principio, esa extraña normalidad, es como si se hubiera esfumado. El otro día, el de la nacionalización, tuve una conversación con un compañero de fatigas […]. Básicamente el tema era cómo te sentías ahora que “nos” habían nacionalizado. Eso le pregunté yo. Debió ser que en ese primer envite la falta de intimidad hizo que no nos entendiéramos, porque me habló de sus especulaciones sobre el futuro de Bankia en sí. No. Yo te pregunto que cómo te sientes sabiendo que trabajas aquí.
Me habló del relativismo, de que cómplices del sistema somos todos, de que lo que hacíamos él y yo distaba de vender hipotecas y productos rarunos porque te lo dice tu jefe, órdenes dictadas a su vez por el jefe del jefe del jefe del jefe. Me habló de la cadena de responsabilidades en la que está atrapado cualquier empleaducho de cualquier cosa; los tentáculos del sistema; la alienación; el esclavismo; las teles de plasma; los teléfonos móviles; el capitalismo is in the air. No es que no tuviera razón.
Ya, dije yo. Pero yo me siento mal. Nosotros, dije, ¿no crees que somos cómplices más cercanos? No es que lo que hagamos esté mal, no para nuestro pequeño círculo. Pero resulta que trabajamos para gente que diseña meta productos raros de incomprensible lógica interna y animan a los soldados rasos a venderlos a ciudadanos rasos envolviéndolos en perífrasis financieras como “una rentabilidad asegurada” o cosas así, sin menoscabo, incluso, de la buena voluntad del vendedor. O bien (esto no lo dije entonces), que trabajamos para personas que especulan en bolsa con artefactos como hipotecas subprime o bien con empresas que tienen a su vez inversiones en […] o cosas peores, busca en Internet. Y volviendo al discurso de los noventa, ese discurso pre 15M, el de las escasas elecciones que tiene uno en la vida, vine a decir algo así como uno no elige en qué sistema ha nacido, como tampoco elige su nacionalidad o sus padres, pero puedes elegir dónde trabajar.
Y entonces la lié, porque le dije que ahora que estábamos nacionalizados, bueno, antes también (así fue), el dinero que nos dan ahora viene de esas cosas, de engaños pasados, de hipotecas firmadas a gente cuyo aval era una “tortuga con gorra”, como dice el vídeo de Álex Sailó, y que, macho, una parte de ese dinero es el que al final te dejan sacar del cajero verde.
Hubo un silencio. Yo creo que buscaba consuelo en esta conversación pero mira cómo acabé, obligándolo a que le dedicara un poco de tiempo a mirarle a los ojos al Asunto. Lo animé a que persiguiera su sueño y […] y él hizo lo propio conmigo. Así que suspiramos y vuelta al trabajo. Así fue. Y hoy la gente en Celenque cerrando cuentas.
Anoche acabó el 12M15M. Durante la última Asamblea General, con varios miles de asistentes, cierta persona, como ya sabéis, propuso movilizar a todos los asistentes frente a la sede de Bankia en Celenque, aprovechando el pique de lo que han hecho en Barcelona. Me quedé petrificado. Pero al final agité una manita. No sin sentir que sufría una especie de enfermedad auto inmune. El capitalismo o no. El capitalismo o yo.
Me pregunto si en lugar del plan prefijado, en lugar de […], no sería algo bueno antes escribirle personalmente a Goirigolzarri (escrito sin mirar en Google), sucesor del señor Rato, para preguntarle qué piensa hacer con Bankia, y acaso proponerle algunas ideas. Por ejemplo, puesto que ahora está nacionalizado, preguntarle si piensa seguir permitiendo los desaucios. Decírselo bien, bonito, ya sabéis, sin ánimo de ofender. O por ejemplo, que ahora que está nacionalizado, qué le parece la idea de hacer uso de toda la infraestrucura existente para en lugar de devolverla a manos privadas pasado un tiempo, comenzar la construcción de un banco verdaderamente público. O por ejemplo preguntarle directamente, de empleado a empleado, cómo pretende, desde su privilegiada posición, favorecer (como asegura en su blog que sería su deseo) ayudar a los países emergentes a integrarse en la economía global en lugar de tratarlos como muertos de hambre y que subsistan gracias a rácanas ayudas puntuales. Supongo que se pueden hacer tantas cosas.
Bueno, todo esto es una historia. He pensado si os escribo esto para que comience a operar definitivamente una suerte de pésima redención o si por el contrario al exponerme de esta manera me estoy comprometiendo a mirar de frente a esa imagen especular tan incómoda. Creo que se me ha ocurrido hacerlo porque he visto un rayito de sol entre esta maraña gris y me parecía bueno compartirlo de esta manera. A mis más íntimos seguro que incluso les sorprende este correo. Muchos (¿pocos?) no lo harían así: escribirían el correo al señor Goirigolzarri y se marcharían al recibir respuesta si no llega antes la de RRHH. Otros se irían directamente sin siquiera aparentar heroísmos, que de veras no es mi intención. Otros nunca jamás hubieran trabajado en una caja de ahorros, ahora banco. Otro me dirían, me han dicho, que si me siento mal le parece comprensible pero que mi culpabilidad es un espejismo y que la alienación es global por el hecho de recibir plusvalías y todas esas cosas.
Me tengo que despertar en un ratito (para ir a trabajar a Bankia) y me gustaría releer qué de tontadas he dicho pero mejor os los envío ahora antes de que mañana me vea allí y se me evapore el valor y me den ganas de reescribir todo esto un poco mejor por mero placer estético y entonces ya el absurdo sería triple.
Un abrazo a todos»