No compraré en La Polar porque estafó a más de un millón de chilenos. Tampoco lo haré en el Jumbo, que teniendo
ratas en sus bodegas, milagrosamente desaparecen en menos de 24 horas después que los clausuraron. Ni en Líder
que también las tiene. Tampoco compraré en Santa Isabel que encierra a algunas de sus empleadas durante toda la
noche. Parece que tendré que plantar mi propio huerto.
No compraré cerdos, pollos, pavos ni ningún otro producto que provenga de Agrosuper, que por ahorrarse unos
pesos en controles de sus emisiones, tiene asfixiados con olor a mierda a los habitantes de diferentes ciudades de
Chile. Tampoco comeré pollos Ariztía por coludirse con su competencia para subirnos los precios.
No comeré salmón producido en nuestro sur por empresas multinacionales que pagan a las trabajadoras en Chile
sueldos siete veces más bajos que los que pagan en sus propios países.
No usaré tapaduras (ni joyas) producidas con oro de Pascua Lama ni de ninguna multinacional que destruya nuestro
medio ambiente.
No usaré cobre de Codelco ni productos de las otras empresas que están instaladas en Puchuncaví asfixiando a los
niños de la Escuela La Greda y otras localidades con plomo, arsénico, cobre, cadmio, níquel y zinc. Si los ejecutivos de
esas empresas mandan a sus hijos a esa escuela, revisaré mi decisión.
No usaré el celular de las telefónicas que instalan indiscriminadamente antenas en medio de villas, plazas y
poblaciones, sin importarles destruir el hábitat de miles de familias. Cuando sus gerentes las instalen en los jardines
de sus propias casas volveré a usarlo.
No depositaré mi dinero en bancos que cada día nos roban millones cobrándonos intereses usureros por prestarnos
nuestra propia plata.
No entregaré el dinero para mi jubilación a las AFP porque yo no tengo ningún derecho a decidir mientras ellos
especulan con esos pocos pesos que puedo ahorrar y además lo pierden en malas inversiones sin asumir ninguna
responsabilidad por ello. Cuando inviertan ese dinero en Chile y los trabajadores puedan decidir, volveré a
entregarles mi fondo para pensionarme.
No aportaré más a ninguna Isapre porque hacen de la salud un negocio con el que ganan millonarias utilidades y
además me suben el plan cuando se les da la gana. Cuando la salud sea un derecho y no un negocio volveré a pagar
mi plan de salud.
No pagaré ni una cuota más por la educación universitaria de mis hijos porque no acepto que la educación sea un
negocio con el que se enriquecen unos indecentes. Cuando la educación sea gratuita, todavía la estaré pagando a
través de mis impuestos.
No aceptaré pagar ni una cuenta más de la electricidad y el agua que diferentes gobiernos han regalado a las
multinacionales dejando que ahora nos cobren precios que están entre los más caros del mundo. Cuando vuelvan a
ser empresas de todos los chilenos, yo volveré a pagar las cuentas mensuales.
No me casaré ni haré ningún trámite en el Registro Civil mientras a otros se les impida casarse porque aman a
alguien de su propio sexo. Volveré a sus oficinas cuando en Chile nos e discrimine a nadie.
No votaré más en la elección de diputados y senadores mientras ostenten el vergonzoso record de tener el sueldo
más alto entre todos los políticos latinoamericanos y muchísimos de Europa. Los elegiré nuevamente cuando
reciban un sueldo similar al promedio de los chilenos.
¿Se podrá hacer esto? No está fácil. Sin embargo si queremos cambiar este sistema tenemos que dejar de
alimentarlo porque somos nosotros mismos los que hacemos engordar a quienes nos roban, nos estafan, maltratan
y nos niegan los derechos. Quizás no se pueda hacer de inmediato todo lo que aquí se dice, pero cada uno de
nosotros puede al menos elegir una de las propuestas y llevarla adelante. Y cada uno puede también motivar a otros
a hacer lo mismo hasta crear una gran cadena de boicot que ayude a construir un país más humano.