Relato imaginario
*(Cualquier semejanza, es pura coincidencia)*
En mi trabajo, el director me levanta la voz en una situación que considero arbitraria, a su lado se encuentra la Jefa de UTP, quien me recuerda que ha bajado la matrícula y son tiempos en que hay que “cuidar la pega”. Siento tensión en el cuerpo, se me aprieta el pecho y la garganta, mi cuerpo está tenso, pero sigo ahí sentado, cayendo en cuenta de que allí no hay diálogo.
El director me ofrece un café y a continuación me dice que el alcalde tiene plena confianza en su gestión y que apoya todas sus decisiones. No acepto ese café y salgo de esa oficina muy frustrado, veo que la justicia me ha abandonado, siento falta de reconocimiento, maltrato, en una institución a la que le entregué tantos años de mi vocación de profesor.
Me doy cuenta que en mi comuna, por muchos años se ha tolerado el abuso y el autoritarismo en las relaciones laborales. Se nos ha obligado a los profesores a seguir políticas educativas que se contradicen con lo que entendemos por labor educativa. Llevamos muchos años sintiéndonos vulnerables, dejando que otros piensen por nosotros, no participando en la toma de decisiones.
En casa, tomo la mala decisión de ver noticias, allí aparece hablando el Ministro de Educación explayándose sobre rendimientos académicos, mediciones, resultados, estándares… Nada dice sobre lo que cotidianamente experimentan los niños, los jóvenes y el profesorado, con todas esas políticas economicistas, funcionales al aparato productivo, alejadas del desarrollo integral, alejadas de la pedagogía.
Se me vienen a la memoria algunos momentos difíciles de años anteriores, por ejemplo, cuando despidieron a 5 colegas y algunos quisimos defenderlos pero la mayoría optó por lo cómodo, o sea quedarse en silencio. Al final, me quedé con ese dolor y esa impotencia de no poder revertir aquella medida.
Advierto que muchas veces hemos tenido que cumplir con cosas burocráticas que no tienen sentido, pero igual hemos tenido que hacerlas.
Me cuestiono si todo esto es parte de “lo natural” en la vida laboral de un docente. Mi conciencia me dice que no, para nada esto es lo normal. Se lo comento a una colega, no hay eco, ella está resignada.
En el colegio, la mala predisposición de los directivos hacia mí se hizo pública ante mis pares y eso aparece como una señal de riesgo para “mi carrera” docente.
Entonces cuestiono el proyecto de vida individualista, del éxito personal. Quisiera trabajar en un lugar donde nos relacionemos desde la solidaridad, el compañerismo, los afectos, la confianza.
Quisiera que la gestión institucional y el proyecto educativo estén basados en la colaboración y no en la competencia.
No quiero seguir viviendo esto, mi futuro debe ser diferente, más en armonía con mis aspiraciones profundas.
Por cierto, en esto que relato de mi trabajo, también hay momentos gratificantes, que muchas veces han compensado los pasajes dolorosos. Aún así, siento que esta no es una situación a la que me deba “adaptar”.
Si pienso que el camino es la resignación, rápidamente me deprimo, me aflora la impotencia, el temor, me inmovilizo. Me contamino yo y contamino a quienes me rodean.
Pienso y siento que esto no es lo “natural”, por lo tanto no tengo por qué asumirlo como inmodificable, se pueden cambiar las reglas del juego. Si veo salidas, si pongo fe en esas salidas, inmediatamente dejo de verme solo, veo redes, me veo con muchos más; colegas, paradocentes, estudiantes, apoderados, la ciudadanía…
Escucho un susurro interior: “organizadamente, con la metodología de la Noviolencia Activa, con sentido unitario y solidario ES POSIBLE CAMBIAR ESTA REALIDAD, ES POSIBLE CAMBIAR ESTA REALIDAD”.
Vaya mi apoyo y reconocimiento a mis colegas que están viviendo tiempos difíciles. Fuerza, mañana la educación va a ser distinta, Chile va a ser distinto.