La recuperación por Argentina de las islas Malvinas arrebatadas por el Reino Unido de Gran Bretaña en 1833 es una causa que sobrepasa la reivindicación nacional para convertirse en un asunto de interés latinoamericano. Así se lo ha entendido, expresado y concretado en acciones los Estados firmantes de la UNASUR y de la CELAC. Es un avance notable respecto a 1982 y tiende a ser una carta de triunfo en la medida que el aislamiento del Reino Unido se acentúe, como parece demostrarlo la última postura de la diplomacia de los Estados Unidos de Norteamérica. Pero hubo que recorrer un largo camino y sobre él discurriremos más adelante.
Antes, por honestidad intelectual debemos fijar nuestra posición respecto a este tema y al sentimiento encontrado que produce centrar los reclamos por la soberanía de las islas el día en que una dictadura militar intentó tomarlas por la fuerza. Entendemos que es imprescindible separar la causa justa y necesaria de la recuperación soberana del territorio, de las acciones de militares que querían mantenerse en el poder a costa de la sangre de los soldados argentinos. Decimos justa porque el territorio fue arrebatado por la fuerza en un acto colonial y los pobladores trasladados al continente en un hecho contrario a los derechos humanos, para ser repoblado por súbditos ingleses; y necesaria, porque la pertenencia a Argentina, integrada a Latinoamérica, es una garantía de paz para la región. La desmilitarización del Atlántico Sur y la continuidad de su condición de espacio libre de armas nucleares, es una necesidad y sólo se puede garantizar dentro de una política de defensa nacional coordinada con la UNASUR.
Consideremos ahora cómo la acción bélica produjo efectos no buscados -ni siquiera imaginados por la miope mirada militar- al contribuir a la inserción de Argentina en el contexto regional merced a la divisoria de aguas que trazó el incumplimiento del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
Este tratado (TIAR) fue firmado en 1947, terminada la Segunda Guerra Mundial y a comienzos de la llamada Guerra Fría, eufemismo que disfrazó los enfrentamientos entre los Estados Unidos de Norteamérica y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas por la hegemonía mundial.
Su objetivo declarado era unir al continente americano ante un ataque militar extracontinental; pero los Estados Unidos tenían intereses particulares, uno de los cuales era alinear a los países de América Latina detrás de su liderazgo.
El texto del TIAR, actualizado en 1975, es muy claro y no requiere interpretaciones. “Un ataque armado por parte de cualquier Estado contra un Estado americano, será considerado como un ataque contra todos los estados Americanos y, en consecuencia, cada una de las partes contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque”. En síntesis, se trataba de un pacto regional de defensa mutua.
El 2 de abril de 1982 se recuperan transitoriamente las Islas Malvinas por parte de las tropas argentinas y más allá de las intenciones de la dictadura militar al realizar esta acción, fue un hecho que se produjo sin causar bajas ni producir daño a los pobladores. Contrariamente, en el apropiamiento de las islas -entre el 20 de diciembre de 1832 y el 3 de enero de 1833- los británicos destruyeron las defensas militares, desalojaron a la guarnición argentina de 26 soldados y la población civil fue expulsada (método que luego utilizaron para dejar “libres” de personas la isla de Diego García, archipiélago de Chagos).
En definitiva, Argentina actuó para recuperar un territorio ocupado por tropas invasoras y esa acción de fuerza abrió la controversia.
No vamos a abundar en detalles jurídico pero la diplomacia británica logró que la ONU declarase a la Argentina como “país agresor” y, con eso, se logró que el TIAR no se aplicara, convirtiéndose en letra muerta.
La consecuencia del boicot de Estados Unidos a la aplicación del TIAR -cuya firma había propiciado- dejó en claro para todos los firmantes que: 1. había una intencionalidad política imperial consistente en sumar apoyo político y militar de los Estados americanos ante una posible confrontación con la URSS; 2. la alianza que privilegiaban los Estados Unidos como estratégica era y es con el Reino Unido de Gran Bretaña. 3. Los países latinoamericanos fueron conscientes de su indefensión y comenzó a gestarse un sentimiento de unión que ha crecido sin parar. Fidel Castro declaró en aquel momento que la lucha por Malvinas había “creado un patriotismo latinoamericano que nunca antes -dijo- hemos sentido tan intensamente. Hemos sentido la causa argentina como nuestra causa”.
Fue una lección dura; pero entendemos que fue útil a muchos países latinoamericanos que hoy no sólo tienen claras las intenciones de los Estados Unidos sino que están actuando en franca diferenciación. Es el caso del ALBA, notoriamente. Pero, además, no obstante la tibieza de otros gobiernos de la región, podemos advertir con satisfacción que el nivel de conciencia de los pueblos de Nuestra América ha crecido y crece a medida que se caen las máscaras del imperialismo.
Los únicos héroes de Malvinas fueron los soldados -chicos de 18 años- que valientemente se enfrentaron a un enemigo externo mejor preparado, equipado y conducido. Para ellos honor y gratitud y para los familiares de los que no volvieron la esperanza humanista de que encuentren “Paz en el corazón y Luz en el entendimiento”.