Por Inés Abril
Se dijo que Islandia sería un paria para la comunidad inversora, que los fondos internacionales se retirarían, que su forma heterodoxa de afrontar el estallido de su sistema financiero provocaría un incendio a largo plazo que terminaría por arrasar su idea del estado de bienestar. En ese fatídico octubre de 2008 Lehman Brothers saltó por los aires y los bancos de Islandia quebraron en pleno. Era la constatación de que el mundo occidental entraba de lleno en la Gran Recesión y el pequeño país del extremo noroeste de Europa cayó en una profunda crisis.
Pocos pudieron ahorrarse los adjetivos al describir la situación: «Cuando visité Reikiavik en octubre de 2008 para ofrecer la asistencia del FMI, la situación del país era crítica. Los tres principales bancos de Islandia —que representaban casi la totalidad del sistema financiero— acababan de desplomarse con una semana de diferencia. La sensación de temor y el estado de shock eran evidentes; pocos países, o ninguno, había experimentado jamás un colapso económico tan catastrófico como ese», recordaba Poul M. Thomsen, subdirector del departamento europeo del Fondo Monetario Internacional, en un artículo publicado en octubre pasado.
Todo el continente se estremeció. Ellos fueron los primeros; luego el azote se extendió. Pero las respuestas no fueron las mismas. Islandia optó por no cargar a los ciudadanos con los errores de sus bancos. Europa, mientras, se embarcó en severas medidas de austeridad para sostener a su sistema financiero.
El análisis puede resultar simplista, pero los resultados están ahí. El FMI acaba de publicar su última revisión sobre el estado de Islandia y las previsiones dicen que este año su economía crecerá un 2,4%, con un consumo privado tirando al 3% y compensando la caída de la inversión pública fruto de las medidas de austeridad. Y es que, sí, la temida consolidación fiscal ha llegado a todas partes, pero en Islandia lo hizo «a su manera», en palabras del FMI. Proteger el estado del bienestar se puso por encima de todo.
En territorios más templados, el corazón de Europa se prepara para un 2012 mucho más duro que el islandés. La austeridad aplicada en el continente se ha parecido poco a la islandesa y ha frenado en seco el crecimiento. Ahora, el FMI pronostica una caída del 0,5% para el PIB de la zona euro. Alemania y Francia crecerán a unos anémicos 0,3% y 0,2%, mientras que Italia se contraerá un 2,2% y España lo hará a una tasa del 1,7%, según las estimaciones realizadas por el Fondo Monetario Internacional en enero.
La temida W, la doble recesión, la recaída en el decrecimiento económico después de superar una contracción que todavía está muy reciente es más que una amenaza para Europa. Islandia, con caídas del PIB que rozaron el 7% en 2009, se la va a saltar.
*»Unos países han elegido los planes de austeridad para salir de la crisis»*, explica Miguel Paz, director de gestión de Unicorp Patrimonio. Y no están funcionando. Es lo que le pasa a España, aunque parece que en el continente no lo ven igual. Por eso, *»el castigo a España está viniendo de fuera de Europa, porque los países comunitarios y el BCE están elogiando las medidas de consolidación fiscal adoptadas, pero no son los deberes que exigen los inversores. Si no hay crecimiento, no van a apostar por nuestras empresas o nuestra economía»*, añade Paz.
Otros países han adoptado estrategias distintas. Es el caso de Estados Unidos y los resultados están a la vista. Y, por supuesto, de Islandia.
En el informe publicado esta semana sobre la pequeña isla europea, el FMI destaca cómo ha reducido su sistema bancario, que suponía un temible 900% del PIB antes de la crisis y que se cuenta por el 200% ahora, con todos los bancos perfectamente capitalizados. La demanda privada está respondiendo y el mercado de valores da cada más vez signos de vida, mientras que el desempleo caerá este año a un envidiable entorno del 6%, aunque para una economía acostumbrada al pleno empleo eso siga siendo doloroso.
Eso sí, Islandia todavía tiene problemas por delante. Su deuda pública sigue suponiendo el 100% del PIB y la deuda privada es alta. La inflación no está todo lo controlada que se quisiera. En cambio, el país está adelantando el pago de sus compromisos con el FMI, el año pasado resucitó en el mercado de bonos y las tres agencias de calificación le han devuelto el grado de inversión.
Con cierta perspectiva, el FMI admite que tuvo que usar «herramientas de política al margen del conjunto de herramientas tradicionales» para su programa en Islandia y que la «combinación ecléctica de políticas ha sido eficaz». Pero la ortodoxia sigue predominando. Por si acaso había alguna duda, el subdirector del departamento europeo del FMI decía en octubre que no tenía claro si las enseñanzas aprendidas en el caso islandés podrían aplicarse a otras regiones, *»como a la zona del euro afectada actualmente por la crisis»*, señalaba.
Es verdad que Islandia dispone de armas, como moneda propia, que en lugar de sembrar el caos han supuesto un salvavidas. Pero lo cierto es que ha salido en dos años de una crisis que daba pavor a los economistas más curtidos. Europa, en cambio, se encamina a otro coletazo negro de una tormenta que parece no terminar nunca.
*»Hay dos maneras de salir de la crisis y la que está funcionando es la de los países que ponen dinero»*, añade Paz. *»Para España, la única manera de salir de la crisis es que haya crecimiento global y que ese crecimiento nos arrastre a nosotros»*. Puede que España en solitario no tenga capacidad de poner en prácticas recetas a la islandesa o a la estadounidense, pero Alemania sí puede. Y ya no son solo economistas heterodoxos los que lo reclaman. España podría ser la próxima economía de la zona euro en caer y lo haría por culpa de la «mala gestión» de la crisis de deuda liderada por Alemania, afirmaba The New York Times este viernes en un editorial. El escrito reclamaba un mayor apoyo al crecimiento y menos medidas de austeridad. Como mínimo, hay materia para la controversia económica.
Fuente: www.cincodias.com