“La comunicación hoy se ha convertido en un sector estratégico de la política, de la economía, de la cultura, es evidente donde tienen acciones algunos”, apuntó.
El autor de otros dos libros publicados en el país, La intoxicación lingüística y La formación de la mentalidad sumisa, dijo que la información que elaboran estos medios, como toda producción masiva, es estereotipada, simplificada y reductora del conocimiento.
En La Violencia Mediática habla de cómo se arremete contra los medios o periodistas que no se alinean a los intereses del capital, sobre la violencia que se tramiten en los medios argumentada con un dato revelador: “En la televisión española hay tres actos de violencia por minuto”, y la violencia psicológica o simbólica de los medios de comunicación.
“El capitalismo difunde ‘valores’, a través de las técnicas del engaño, e impone sus significados, como por ejemplo ‘el individualismo es bueno’”, explicó.
En este sentido, Romano destacó como tarea primordial de la comunicación el contrarrestar códigos que durante siglos han bombardeado las conciencias para cambiar actitudes como la impuesta por la cultura judeocristiana que, a su juicio, enseña a ser sumisos. “Hay que resignarse, porque así nos podemos ganar el cielo”.
Dijo que para hacer una revolución es necesario convencer a la gente de que tienen que luchar por ella, por sus intereses, por la alfabetización, por sus hijos, por la sanidad, para la autodeterminación. “Hay que despertar el interés informativo, el interés por informarse”.
“¿Cómo se hace una revolución sin que la gente tenga conciencia de la necesidad de ese cambio?”, dijo y alrededor de esa pregunta retórica ofreció algunas ideas.
Los medios alternativos son herramientas que, para este académico de España, permiten transmitir valores y mensajes distintos a los dominantes pero advierte que es de vital importancia el uso de un lenguaje claro y sencillo.
“Establecer la claridad en el lenguaje es sinónimo de establecer relaciones democráticas. Es ampliar la conciencia, el conocimiento, las relaciones democráticas, la horizontalidad. El lenguaje del otro es estereotipado, reductor, siempre la metáfora permite dar el salto pero no aclara”, expresó.