«La última vez que estuve con Batia Siebzehner, investigadora del Instituto Truman para el Avance de la Paz, que organizó este evento, huíamos los dos de gases lacrimógenos en Santiago. Hablamos en esa ocasión de la integración latinoamericana. Hoy me centraré en Chile, mi país, que fue uno de los ejemplos de la aplicación y profundización del modelo de sistema neoliberal. El año pasado esta imagen mítica comenzó a derrumbarse llevando a la movilización social.
En 1973 el golpe de estado militar de Pinochet y su dictadura extremadamente violenta también comenzó la ejecución del proyecto de Milton Freeman. En 1988 un plebiscito marcó el fin del régimen militar que fue seguido por 20 años de gobierno de la Concertación, una coalición inicialmente formada por 17 partidos políticos, para terminar hoy con 4 partidos, una social democracia.
La aspiración de la recuperación de la democracia, la justicia social, la participación, el cambio en el sistema de relaciones, el fin de las desapariciones, las violaciones de los derechos humanos y la tortura, abrió algunos caminos, pero hubo también un retroceso en la participación social. El mensaje de los políticos fue, en esencia, «no arriesguen lo que hemos ganado, vayan a su casa, estamos a cargo ahora», y la gente estaba un poco desgastada.
El modelo neoliberal se continuó profundizado. Lo que había silo establecido por la dictadura continuó avanzado en la democracia, con la privatización de la salud, la educación, el bienestar social y la vivienda. La inversión extranjera recibió más ventajas, un flujo de dinero con menos impuestos para el capital internacional.
En 2005-6, hubo un gran apoyo popular, pero un máximo de contradicciones, había crecimiento, pero también una enorme desigualdad. El índice del coeficiente Gini se redujo a pesar del crecimiento, y la constitución de Pinochet siguió en vigencia con mínimos cambios. El sistema electoral permite que la segunda fuerza política tenga el mismo peso que la primera y garantiza el equilibrio entre las fuerzas, dando una ventaja permanente a la derecha, lo que es además imposible de modificar debido a la necesidad del 72% de los votos en el Congreso.
Se trataron de gobiernos con un discurso progresista, y el miedo a la dictadura promovió el voto táctico para la Concertación, el menor de dos males. Los números de la macroeconomía estaban en excelentes condiciones, 22 años de crecimiento, el aumento de las reservas, un balance favorable de las exportaciones.
La brecha entre ricos y pobres, sin embargo, creció, pero Chile se presentaba como un gran ejemplo de un país de vuelta a la democracia y con una buena economía, mucha propaganda a la imagen creada por los banqueros y los medios de comunicación. Muy pocos líderes sociales que hablaran de los fracasos de este «éxito» en el mundo. Una realidad oculta e invisible afuera mientras que dentro de Chile el fracaso era visto como fracaso «personal».
En 2006 comienza la «revolución de los pingüinos», estudiantes de secundaria que se llaman a si mismos pingüinos por sus uniformes. Una movilización social demandando el cambio del sistema educativo, que se había transformado en un gran negocio. Hubieron negociaciones con la Concertación y algunos delegados estudiantiles fueron invitados. Se logró al parecer un gran acuerdo, lo que fue seguido de una traición al movimiento de los estudiantes que quedaron más bien deprimidos.
Bachelet deja el gobierno con un porcentaje de aprobación del 80% de la población, pero la Concertación pierde las elecciones que le siguen. Ella había sido sentida como cercana a la gente y había dado impulso a cambios en las pensiones y ventajas para las personas sin recursos, pero la Concertación se percibía como corrupta y al servicio de si misma.
Entonces no hay continuidad, Piñera gana, una de las cuatro personas más ricas de Chile, un voto de castigo a la Concertación por el abuso y maltrato de las personas. Piñera llega en un momento de malestar, pero la gente antes había tenido problemas para protestar en contra de la Concertación. Apenas Piñera toma el poder se produce el terremoto, uno de los más grandes de nuestra historia, lo que abre un paréntesis, no se puede salir a protestar, los conflictos entran en un tiempo de espera. Seis meses después, los mineros. Se inhibe la movilización, el ministro sale prendiendo velas.
Con Piñera, el enemigo se hace más claro, pero hay un paréntesis. Al llegar el nuevo año comienza una etapa de continuas movilizaciones. Todas tienen que ver con problemas que vienen de antes, no en contra de leyes generadas por Piñera. El medio ambiente, los mapuches, los estudiantes, la postergación regional, todo tiene que ver con los gobiernos anteriores. Se ve una acumulación de los sistemas de tensiones. Camila Vallejo se vuelve famosa a través de las movilizaciones de los estudiantes. Pero todo había comenzado con el medio ambiente, con la aprobación de la evaluación del impacto ambiental de un proyecto hidroeléctrico en la Patagonia chilena.
El Consejo Municipal de esa zona había reaccionado de tal modo que comenzó a crecer a través de las redes sociales. Se genera una dinámica de movilización y protesta, después de lo de Egipto, que comienza a crecer, pero no es una movilización tradicional. Es joven, no violenta y creativa, con grupos alternativos y temas que no habían aparecido antes, la ecología, el arte, la cultura. Esta movilización se continúa con el inicio de las movilizaciones de los estudiantes, que tienen lugar todos los años, pero esta vez la movilización anterior se une con las movilizaciones de los estudiantes.
La Concertación había estado trabajando con un contrato social tácito «somos ricos, ustedes son pobres, y seguirán siendo pobres, pero sus hijos tendrán acceso a una educación superior, y podrán vivir mejor», es decir, se promete que la próxima generación tendrá una calidad de vida diferente, y la gente lo creyó. Se dedicaron a enviar a sus hijos a la universidad, hubo un gran crecimiento en la educación universitaria, pero había que pagar por ella. La familia no tenía el dinero pero se crearon créditos bancarios con el apoyo del Estado. Al final de los estudios tendrían que pagar por más de 20 años.
El maltrato de la gente creció, pero se lo toleraba porque tenían esas expectativas. Esto duró 10 años. Muchos recibieron sus diplomas y muchos dejaron la universidad. La sociedad se llenó de personas diplomas que tenían mala formación y de los que habían abandonado, y las familias con deudas enormes. Los «pingüinos» estaban ahora en la universidad, y ellos se pusieron en movimiento, se movilizaron, pero esta vez con el apoyo de sus padres que tenían las deudas. Gente con títulos pero que no podían encontrar puestos de trabajo. Las principales y mejores universidades seguían siendo las públicas. Pero los grupos económicos habían invertido en universidades privadas, una de las mejores empresas.
Las movilizaciones sociales se enfrentan ahora a un gobierno de derecha, el enemigo, sin políticos en el poder, sino con tecnócratas, sin capacidad para dar respuesta a la crisis a nivel político lo que la profundiza, un gobierno acorralado, sin respuestas. Los tecnócratas son reemplazados por los más duros dirigentes de la derecha chilena. La situación se suaviza un poco, pero ya es demasiado tarde, una movilización sigue a la otra.
El apoyo al gobierno cae a un 23%, pero para la oposición es del 14%, o sea, un rechazo general al sistema político. El país está en movilización permanente, en general no violenta, participativa, descentralizada, pero el sistema no se modifica en modo alguno, el modelo continúa, la educación y otras áreas para el lucro.
Surgen escándalos de corrupción y fraude por parte de poderosos grupos económicos, por ejemplo, a tres compañías farmacéuticas, como grandes almacenes, se les descubre un fraude que involucra a tres millones de personas. La gente se desilusiona, la imagen de Camila Vallejo aparece en todas las portadas.
Por primera vez en febrero, en el verano, toda una región se moviliza contra el maltrato del sistema centralizado. Un camión llega a través de una ruta de Argentina con bencina más cara. En dos días se produce una movilización generalizada. Hoy vemos la movilización por Aysén. Los niveles de represión son como durante Pinochet, aunque durante el gobierno de la Concertación también hubo represión, pero menos. Esta vez contra gente muy pacífica. Todo se está volviendo muy violento.
Aunque tenemos un Chile que muestra el fracaso esto puede derivar en una violencia incontrolable que justifique la brutal represión del gobierno, incluso si eso significa perder la próxima elección.
Las demandas son infinitas, la lista es demasiado larga.
¿El futuro? Por el momento esta es una movilización social, pero la catarsis no es suficiente, no hay construcción política, si la Concertación vuelve a ganar nada va a cambiar, la izquierda no puede dar respuesta en su forma actual. La no violencia no es tan clara, no todos adhieren, sólo se proponen soluciones específicas a problemas coyunturales, pero ¿qué pasa con el cambio en toda la estructura?
Todo se conecta con las movilizaciones mundiales en Egipto, España, Israel, el despertar de una nueva generación. Las generaciones previas no tienen la capacidad de prever esto. Cuando fui a Egipto durante otro viaje a Israel estaba solo en el avión. Me dijeron en Israel, aquí no, no puede ocurrir aquí, lo mismo que hemos escuchado en Budapest y en España. Aquí no. La incapacidad de la vieja generación de prever esta dinámica social: que esta generación está despertando y nosotros lo vemos en todas partes, ya también en Rusia, un proceso complejo pero fascinante, puede que no produzca un cambio político y estructural inmediato, pero ya es una situación nueva , una dinámica social que pueden permitir que florezca algo más.»