Kashgari colgó en la red social
cuatro tuits dirigidos a Mahoma en los que, entre otras cosas, decía: “He amado tu
rebeldía. Siempre has sido una fuente de inspiración para mí”… “No me gustan los
halos de divinidad en torno a ti. No debería rezar por ti”.
Bien, a este desliz digital, han acudido de inmediato en tropel los intolerantes. Miles
de personas piden su cabeza. Y uno se queda estupefacto. Un grupo en Facebook
auto-llamado «El pueblo saudí» reclama su ejecución (ya cuenta con más de 20.000
miembros, que es bastante más que los tuiteros que apoyan al bloguero pidiendo se
retiren todos los cargos por blasfemia contra él).
Kashgari, a quien las autoridades saudíes ya seguían por otros escritos críticos, y que
parece seguir un escritor prohibido en varios países de la región, intentaba viajar a
Nueva Zelanda, pero al hacer escala en Kuala Lumpur, las autoridades malayas, país
de mayoría musulmana, lo detienen y deportaron represándolo a Arabia Saudí, donde
los hombres no pueden dudar del profeta y las mujeres ni conducir ni salir solas a la
calle. Todo muy complicado. Según Human Rights Watch, está incomunicado.
Se espera que la fiscalía presente acusación contra él por “falta de respeto hacia
Dios” y por “insultar al profeta”, lo que pueden conllevar a la pena de muerte, una
auténtica exageración (y uno no deja de preguntarse ¿porqué ese desprecio por
la vida del prójimo?). Aunque activistas de derechos humanos piensan que las
autoridades saudí no aplicarían la pena capital cuando el mismo presidente del
Parlamento Europeo, el socialista alemán Martin Schultz, ha pedido clemencia para él
directamente al rey Abdalá.
Utilizando la propia red social que le ha complicado la vida a lo inimaginable, Hamza
Kashgari ya había pedido perdón y se había excusado ante el profeta y también a
todos aquellos que ha podido ofender, que son muchos, o sea, se arrepiente. Así
que puede que escape de la horca, pues el Islam considera el arrepentimiento para
cambiar las condenas, y solo sea condenado a prisión, un castigo que también
resultaría excesivo e injustificado. En estos días coincide que queda en libertad otro
acusado de apostasía, Hadi Said al Mutif, considerado como el “preso más antiguo del
mundo por causas religiosas”, quien ha pasado 18 años largos en una cárcel Saudita
por un chiste que hizo con 16 años y que los ulemas consideraron ofensivo. El joven,
perteneciente a la minoría chií ismaelí, fue inicialmente condenado a muerte. Ahora
sale libre.
Así está la situación, lo que para mi es un indicador más de esta nueva religiosidad
que aparece aquí y allá de diversos modos y choca frontalmente con las versiones
más intolerantes de la religiosidad; como puede verse hay lugares que rápidamente
caen en la violencia en torno a estos sentimientos que se suponen de lo más
elevados. Algo incomprensible.
La otra noticia no deja de sorprender. Dice “El hijo de Oliver Stone (afamado director
de cine) se convierte al Islam chiíta en Irán”. Así, Sean Stone, hijo del cineasta
mencionado, explica ayer en Teherán sus motivos para convertirse al Islam chiíta y
además promete esforzarse por mostrar a Occidente una faceta diferente de esta
religión. Afirma “Me convertí al Islam y acepto que Mahoma es su profeta y espero
poder presentar una imagen de lo que es ser musulmán en Occidente”. A sus 27 años
toma una decisión de gran importancia y lo dice públicamente, además cambia de
nombre por Sean Ali Stone. También matiza que su cambio ‘no significa abandonar el
cristianismo o el judaísmo con el que nació, sino que ha aceptado ‘a Mahoma y otros
profetas’. Si esto no es una nueva religiosidad ¿Qué lo será?
Por otra parte la sensibilidad político social del joven no se frena pues sigue dando
su apoyo al movimiento que hizo y hace demostraciones por todas las ciudades
estadounidense bajo el nombre de Ocupa Wall Street para
que “Pueda convertirse en una revolución que haga revivir el gobierno del pueblo en
los EEUU”. Nada menos, tal es su aspiración, compatible con su actual religiosidad…
Así está las cosas, a mí ver, corrientes subterráneas aparecen de los modos
más inusitados mostrándose como nueva sensibilidad en sus facetas sociales y
espirituales.