Si bien la ONU justificó la intervención en nombre de la protección de las posibles víctimas de la represión del gobierno libio a los levantamientos en su contra. La protección consistió en armar hasta los dientes a los “contrarios” a Gadafi y ofrecerles toda la tecnología necesaria para convertirse en un ejército, fomentando así una guerra civil.

El único detalle que escapa a esta lógica de dos facciones de un mismo país enfrentadas por el poder es que los “rebeldes” contaron con las fuerzas arrasadoras de la OTAN de su lado, desarbolando e inutilizando las Fuerzas Armadas libias. Se protegió a ciertos civiles masacrando a otros y lo que es más grave, permitiendo que la facción sediciosa continuara con sus represalias y pillajes por todo el territorio luego de la muerte de Gadafi.

El móvil de la OTAN no podría ser otro que reconquistar el control del petróleo libio y de paso obtener una posición estratégica de dominación no sólo en el continente africano sino del vecino medio oriente en efervescencia continua. Amén de que las fuerzas aéreas francesas pudieran demostrar el poder de destrucción de su nuevo modelo de *Rafale*, buscando potenciales compradores.

Pero los sediciosos contaron con otro aliado de mayor importancia, los medios. A través de los grandes conglomerados de la información se mintió, se confabuló y se ejecutó una campaña sistemática de desprestigio contra el que sólo un par de años antes era un estadista iluminado, convertido a la buena causa. La misma adulación a la que fue sujeto se convirtió en difamación permanente. Su figura se convirtió en aberrante y lo que fue un tímido levantamiento “rebelde”, gracias a la cobertura mediática se convirtió en la continuación de la *Primavera Árabe*.

Gadafi ya había sido víctima de estas campañas en su contra durante décadas, por lo tanto las redacciones estaban llenas de epítetos abyectos que podían sostenerse echando mano de la hemeroteca. Claro que echando mano de la hemeroteca también podíamos encontrar las incongruencias de casi todas estas informaciones basadas en la falsedad documental y en la imposibilidad del derecho a réplica.

La campaña dio sus frutos, la opinión pública mundial no tuvo dudas que Gadafi era un dictador y no tendría reparos en asesinar a su pueblo si no aceptaban sus premisas. El Comité de Seguridad de la ONU dio carta blanca para que los Gadafi desaparecieran de la faz de la Tierra y así se llevaran con ellos los secretos que pudieran guardar.

El móvil de las corporaciones mediáticas no podía ser otro que adueñarse de todas las riquezas de la familia Gadafi, propiedades millonarias en todas las grandes capitales europeas, además de las fortunas cobijadas en los bancos suizos y de otras nacionalidades. Esas corporaciones que dominan las Bolsas, casi todos los gobiernos y aseguran el sistema económico global en su beneficio, construyeron en las sombras de su campaña antidictadores un terreno fértil para quedarse con los millones de Gadafi.

Mismo resultado tuvieron los millones de Ben Ali y Mubarak luego de perder el apoyo de esas mismas corporaciones que los defendieron hasta el último momento antes que se desataran las revueltas populares que los obligaron a abandonar sus cargos. Los que están en la parte más alta de la pirámide no suelen ser generosos con quienes ya no les sirven a sus intereses.