**Por Norberto Colominas**
Mucho ha cambiado el mundo desde entonces. A principios del siglo XIX la revolución industrial empinó a Gran Bretaña y en menor medida a Francia y Alemania. La primera guerra mundial trajo la revolución bolchevique y la segunda consagró el poder de Estados Unidos. Europa ya no era el centro del mundo.
El viejo continente tuvo su primavera en los 60 y 70; en los 90 se liberalizó sin vergüenza y ya entrado el siglo XXI le llegó el invierno. Hoy hay dos europas: la del norte, anglosajona y relativamente próspera; la del sur, latina, endeudada y empobrecida. Europa para los europeos (del norte).
Los antiguos dueños del mundo son hoy los principales deudores. Sus economías están bajo ajuste y sus pueblos sufren privaciones. De nuevo una ola de inmigrantes españoles, portugueses, italianos y griegos llegará a América, donde fueron bienvenidos una vez y lo serán de nuevo.
En el hemisferio sur emergen países de grandes territorios como Argentina, Brasil y México; también Sudáfrica y Australia. En el este China ya es la segunda potencia económica del mundo e India va en camino. Rusia se recupera de a poco y en algún momento volverá a ser potencia.
Mientras Europa del norte se afianza, Europa del sur languidece. Sus gobiernos ya no son elegidos por sus pueblos sino por la troika que forman Bruselas, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo. La democracia es un lujo de millonarios. Y las deudas siempre se pagan, con dinero o con ajuste, en este caso con los recursos del estado de bienestar.
Todo lo que el mundo occidental les debe a Grecia y a Roma desde hace tres mil años fue olvidado en menos de diez.