**Entrevista de Forest Whitaker con Katerina Markelova**
**Kassim, The Dream [Kassim, el sueño], el documental de 2008 del que usted fue productor ejecutivo, está protagonizado por un ex niño soldado que no logra perdonarse sus crímenes. ¿Quién es ese personaje?**
La trágica vida del joven ugandés
Kassim Ouma es emblemática. Es la
historia de un hombre extraordinario,
un gran boxeador que fue célebre en la
categoría de los pesos medios a
principios de los años 2000. Estaba a
punto de cumplir su sueño cuando los
demonios del pasado se apoderaron de
él. Abandonó el ring en plena
preparación para el campeonato
mundial y, abrumado por los
remordimientos, regresó a Uganda. En
el filme, se lo ve recogerse ante la
tumba de su padre, que fue asesinado
por su culpa. Kassim encarna la pérdida
fatal de la autoestima. No pudo reconciliarse ni con el mundo, que hizo
de él un niño soldado, ni consigo
mismo.
**De los niños soldados que usted
conoció, ¿hay muchos que
consiguieron perdonarse?**
No, al contrario, conocí a muchos que
sufren pesadillas. Después de haber
cometido atrocidades, logran
perdonarse hasta cierto punto, pero nunca del todo. Para ellos lo más duro
es lograr reintegrarse en una
comunidad que los rechaza, aunque no
hayan cometido actos de violencia
contra sus miembros y, con más razón,
cuando sí los han cometido. Aunque es
sabido que esos niños fueron
reclutados a la fuerza y obligados a
matar, ante la sociedad un asesino
sigue siendo un asesino. ¿Cómo
perdonarse en esas circunstancias?
¿Cómo curarse de esos males? Ello
exige esfuerzos extraordinarios. Esos
jóvenes deben hallar imperativamente
ocupaciones que los absorban por
completo. De otra manera, les es muy
difícil salir adelante.
Estoy convencido, sin embargo, de
que pueden salir de esa condición si se
les ofrece una buena educación. Educar
es abrir las mentes, mostrar las
posibilidades que se presentan ante
cada uno de nosotros. La educación
puede contribuir a la comprensión, y
luego encaminarnos hacia una forma
de compasión. Y la compasión puede
llevarnos al perdón, que a su vez nos conduce al amor: el amor propio y el
amor a los demás. Este es el camino que
siguen los niños soldados cuando se les
dan medios para hacerlo. Y algunos lo
logran mejor que otros.
**¿Por qué se dedica a la causa de los
niños soldados?**
Empecé mis proyectos hace cinco años
con niños soldados en Uganda. Antes,
había trabajado en el ámbito de la
lucha contra el paludismo en África, y
también con asociaciones que
combaten la violencia física. También
me dediqué al fenómeno de las bandas
juveniles en Estados Unidos, que tienen
puntos en común con los niños
soldados de África.
No distingo entre estos jóvenes y el
resto del mundo, y los considero parte
integrante de mí mismo. Estoy
convencido de que todos provenimos
de una misma entidad original y de que
aspiramos a unirnos para reconstituirla.
En mi caso, tratar de comprender y
ayudar a esos jóvenes miembros de
bandas o a esos niños soldados es una
elección no sólo intelectual y afectiva,
sino también espiritual. Es algo que no necesita explicarse ni justificarse, forma
parte del orden natural de las cosas. Es
mi manera de ver el mundo, de percibir
a Dios.
**En su opinión, ¿qué tienen en común
las bandas juveniles de los Estados
Unidos y las guerras civiles en África?**
Esa es precisamente la cuestión que
desarrollo en el documental Common
destiny [Destino común], que estoy
realizando actualmente. Entrevistamos
a un niño soldado ugandés y a un
miembro de la banda de los Bloods de
Los Ángeles. A continuación
comparamos sus historias y nos dimos
cuenta de que tenían muchas
similitudes. Ambos entraron obligados
en la violencia. Ambos atacan a
personas de su comunidad.
De niño asistí al nacimiento de
estas bandas en los Estados Unidos, en
particular los Crips y los Bloods de Los
Ángeles. Estuve observándolos desde el
día en que surgieron hasta que se
convirtieron en bandas internacionales.
Yo vivía en el barrio azul, el de los Crips,
y mi primo en el barrio rojo, el de los
Bloods. Mi primo se hizo de los rojos. Si yo me hubiera unido a los azules,
habríamos terminado por ser
enemigos y probablemente por
matarnos uno al otro. En África,
en las zonas en conflicto donde
los ejércitos rebeldes secuestran
niños para convertirlos en
soldados, ¿no se convierten los
primos en enemigos de la
misma manera?
Hay pues muchas
similitudes entre bandas
juveniles y niños soldados. No
siempre son visibles, se ocultan
en el entramado del
contrabando, del tráfico de
drogas y de armas.
**En Common destiny usted se
propone mostrar
mecanismos que pueden
pacificar las comunidades
devastadas por los
conflictos. ¿Cómo piensa
hacerlo?**
Vamos a seguir a personas que viven en
regiones afectadas por conflictos
armados. Con ayuda de la UNESCO,
analizaremos sus trayectorias, sus
luchas, sus logros. Vamos a
entrevistarlos y preguntarles qué
significa para ellos la paz y también
hablaremos con responsables políticos
y miembros de ONGs. Este documental
dará la palabra a las personas afectadas
y presentará ejemplos sobre cómo
lograr la paz.
Todavía nos hemos decidido a qué
países iremos. Estoy pensándolo y hace
poco estuvimos discutiendo la cuestión
en la UNESCO. De cualquier modo,
pienso que vamos a estudiar diferentes
tipos de conflictos, relacionados con
problemas ambientales, migraciones,
xenofobia. Probablemente dedicaré dos
años a este proyecto.
**¿Qué otros proyectos tiene en el
marco de su nueva misión como
Embajador de Buena Voluntad de la
UNESCO?**
Tengo varios. Voy a trabajar en un programa de formación de jóvenes
para la resolución de conflictos.
Ayudaremos a niños refugiados a
retornar a sus países de origen y
formaremos a personas que puedan
prestarles apoyo a su regreso. También
vamos a crear un sitio internet que les
permitirá estar conectados entre sí y
con el resto del mundo.
Además, la empresa que fundé está
produciendo seis documentales que
tratan en su mayoría de la paz y la
reconciliación. Estamos trabajando
también con la empresa francesa
Studio 37 en un filme de ficción, Better
angels, que aborda el
mismo tema. El
protagonista es un
reportero de guerra que
viaja a Uganda a
entrevistar a Kony, el jefe
del Ejército de Resistencia
del Señor, formado en
parte por niños.
**En el filme usted
interpreta el papel del
reportero, ¿no es así?**
Así es. Hace unos meses
viajamos a Uganda para
profundizar nuestras
investigaciones,
entrevistar a soldados y
asegurarnos de que lo que
mostramos en el filme
corresponde a la realidad.
Al mismo tiempo, estamos
haciendo un trabajo sobre
la compasión y sobre lo
que realmente ésta
significa. Acabamos de comenzar un
documental dedicado a un grupo de
ciclistas de Rwanda que sufrieron
durante la guerra civil de principios del
decenio de 1990. Es un filme de tono
optimista. No olvidemos que, en 2012,
los Juegos Olímpicos de Londres
contarán por primera vez con la
participación de un ciclista rwandés.
**250.000 niños soldados en el mundo**
Según un informe de las Naciones Unidas publicado en 2010, casi un cuarto de
millón de niños en todo el mundo están reclutados por grupos rebeldes o por
ejércitos. Un año antes, la desmovilización de niños soldados había tenido cierto
éxito, en particular en Filipinas, República Democrática del Congo, Sudán del
Sur, Sri Lanka y Burundi, donde grupos de niños soldados lograron reintegrarse
a la sociedad civil. En ese momento, la ONU precisó que no existían estadísticas
sobre el número de niños que mueren en situaciones de conflicto en el mundo.
El niño es una presa fácil y un agente útil para las milicias y otras
organizaciones rebeldes. No es difícil adoctrinarlo y lograr que se arriesgue más
y en ocasiones cometa crímenes más atroces que un adulto. Por ser niño, se
siente obligado a obedecer a las órdenes de un adulto. Consume la droga que
se le da con mayor indiferencia. A este respecto, en el número de julio-
septiembre de 2011, El Correo de la UNESCO publicó el testimonio estremecedor
de Serge Amisi, un ex niño soldado congoleño que es hoy un artista.
El año 2010 marcó el décimo aniversario de la adopción del Protocolo
Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño sobre la participación
de los niños en los conflictos armados. A esa fecha, 132 Estados Miembros
habían ratificado el Protocolo Facultativo, 24 lo habían firmado y 36 no lo
habían ni firmado ni ratificado.