Para Coraggio, la economía se define como un sistema de principios, instituciones y prácticas
para resolver la producción, distribución, el consumo y la administración de los bienes
necesarios para que tod@s las personas que viven hoy y los que vivirán en el futuro, tengan
garantizada la vida. Es entonces una construcción histórica de la que se dota una sociedad.

Hay 180.000.000 de personas que no tienen ni han tenido en los últimos 50 años acceso a una
vida digna. El sentido de la economía no es ganar, el sentido es la vida, es proveer las bases
materiales para que se reproduzca la vida. No podemos vivir solos, el yo necesita al otro y
si una parte de la humanidad está dispuesta a vivir a costa de la otra, eso nos significaría la
destrucción de la humanidad, señala acertadamente Coraggio.

Si bien es cierto en América Latina ha existido crecimiento económico, hay que tener en
cuenta que el crecimiento de la economía va acompañado, con demasiada frecuencia,
de concentración de riqueza. Esto no es lo que busca el Buen Vivir. Hay que definir
qué necesidades hay que satisfacer. Desde la perspectiva capitalista del mercado, el
abanico de lo “necesario” es inagotable, se va extendiendo cada vez más. El aumento de
estas “necesidades” está también programado. La definición de lo verdaderamente necesario
es una definición política, colectiva, democrática. La eficiencia es un principio propio del
mercado que incluso en las economías “alternativas” se aplica. Las empresas capitalistas solo
contabilizan los costos que van a pagar, quedan de lado los equilibrios de la naturaleza y otro
tipo de impactos sociales, que también son costos… pero que las empresas no pagan.

Para Coraggio, bajo esta concepción además de existir un principio económico debe existir un
principio ético; la reproducción no puede ser negociada, esta es la ética de la vida, mientras
que en el mercado el principio es la competencia sin importar las consecuencias, que sería la
ética de la muerte.

En este contexto la economía social y solidaria aparece, desde sus distintas vertientes,
como una opción para los excluidos que incorpora además la problemática de la naturaleza.
Coraggio realizó un análisis comparativo de políticas públicas en torno a la economía solidaria
en Brasil, Venezuela, Argentina, Ecuador y Bolivia, estableciendo sus avances y retrocesos.
Evidentemente, también en las prácticas de economía solidaria hay tensiones, confrontaciones
difíciles especialmente con el cooperativismo, contradicciones generadas por la “hegemonía
cultural” de los conceptos de la economía neoliberal que se han filtrado en la economía
solidaria, etc. Sin embargo, es desde estas experiencias que se avanza en otras posibilidades

reales de construcción económica y sería fundamental que las políticas económicas dejaran de
plantear estas prácticas por fuera de las decisiones del sistema económico.

La Economía Social no es la utopía final. Hay que cambiar la economía que controla a la
sociedad a una sociedad que controle la economía, finalizó.

La economía social, dice Coraggio, es una forma de transitar, no es la utopía final, no es
una propuesta de solucionar los problemas con un mero parche, ya no hay la posibilidad de
retorno. Además para Coraggio estas propuestas tienen que ser anticapitalistas por necesidad,
aunque no se explicite en el discurso. Si el objetivo es acoplarse al mercado estamos
condenados a fallar. El mercado no puede ser solidario, en el mercado se compite, es diferente
al comportamiento solidario, complementario que proponen las economías solidarias.

Se cuestiona no solo el sistema económico sino también el trato de la naturaleza, la política, el
patriarcado, la propia modernidad. La trasformación del sistema político es fundamental para
desarrollar otras economías. Hay mucha esperanza en América Latina, se trata de un proceso
de transformación mayor. Hay que cambiar la economía que controla a la sociedad a una
sociedad que controle la economía. La economía tiene que responder a la respuesta que nos
demos frente a la pregunta: qué sociedad queremos, finalizó.