El sábado pasado, la policía arrestó a más de 700 manifestantes en una de las detenciones masivas más grandes en la historia de Estados Unidos. La semana anterior, manifestantes pacíficos fueron rociados con gas pimienta en el rostro sin advertencia previa ni motivo aparente.
Es por este motivo que esta semana, luego de obtener un acuerdo judicial sin precedentes con los departamentos de policía de Mineápolis y St. Paul y del Servicio Secreto de Estados Unidos, fui con mis colegas hasta la Plaza de la Libertad, el corazón de la ocupación en Wall Street, para anunciar esta victoria legal.
El Día del Trabajo de 2008, me encontraba cubriendo el primer día de la Convención Nacional Republicana en St. Paul junto al equipo de noticias de Democracy Now! Afuera, miles de personas se manifestaban en contra. Yo me encontraba dentro de la convención, entrevistando a delegados del que esa semana era el estado más candente, Alaska. ¿Recuerdan a la candidata a la vicepresidencia Sarah Palin? A unas cuadras de allí, mis colegas Sharif Abdel Kouddous y Nicole Salazar estaban cubriendo la represión policial contra una multitud de manifestantes.
La policía antidisturbios encerró a los manifestantes en un estacionamiento. Junto con ellos también quedaron encerrados los periodistas acreditados. Un policía le gritó a Nicole: “¡La cara contra el suelo!” Y ella replicó, también a los gritos, “¡Soy de la prensa!”, mientras sostenía su carné de prensa con una mano y filmaba con la otra su propio arresto violento.
Nicole gritó mientras la tiraban boca abajo y mantenían su cara contra el piso. También gritó cuando le apoyaron una rodilla o bota en la espalda y la arrastraron de una pierna, lo que provocó que su rostro sangrara. Lo primero que hicieron a continuación fue quitar la batería de la cámara, por si quedaban dudas acerca de lo que no querían que quedara registrado. Mientras Sharif intentaba calmar a la policía (anti)disturbios, lo empujaron contra una pared, lo patearon dos veces en el pecho, lo tiraron al suelo y lo esposaron.
Recibí una llamada en mi celular y corrí desde el Centro de Convenciones al lugar de los arrestos. La policía antidisturbios había acordonado la zona. Corrí hacia la policía, llevaba mi pase de prensa colgado al cuello. Solicité hablar con el oficial a cargo, para que liberara a mis compañeros periodistas. Acto seguido, me llevaron por la fuerza detrás de la línea policial, me pusieron los brazos detrás de la espalda y me esposaron.
Le rogué a los policías que no me arrestaran, pero fue exactamente lo que hicieron. Finalmente me llevaron junto a Sharif. Como periodistas acreditados exigimos ser dejados en libertad. Acto seguido, un agente del Servicio Secreto vino hacia nosotros y nos arrancó las acreditaciones de prensa del cuello.
Presentamos una demanda. La semana pasada, finalmente, llegamos a un acuerdo con la policía de St.Paul y Mineápolis y el Servicio Secreto. Además de pagar 100.000 dólares de indemnización, el Departamento de Policía de St. Paul acordó poner en marcha un programa de capacitación orientado a educar a los oficiales de policía acerca de los derechos de la prensa y de la población consagrados en la Primera Enmienda, con relación a operaciones policiales, incluidos los procedimientos adecuados para tratar con los periodistas que estén cubriendo manifestaciones. El Departamento de Policía de St. Paul también se comprometió a hacer todo lo que esté a su alcance para hacer que el Departamento de Policía de Minneapolis implemente un programa similar, y además ofrecerá dicho programa al personal policial de todo el estado.
A menos de un año de las próximas convenciones y en momentos en que estamos cubriendo manifestaciones como la de Wall Street, este gran acuerdo que surgió tras los arrestos durante la Convención Nacional Republicana de 2008, debería servir de advertencia a los departamentos de policía de todo el país para que dejen de arrestar e intimidar a periodistas, y para que terminen la práctica de los arrestos ilegales. No deberían abrirnos un expediente policial cuando lo que hacemos es tratar de cumplir con nuestra tarea de registrar lo que sucede.
Pero ¿es la policía la que realmente paga el precio por sus actos? Previo a las convenciones republicana y demócrata de 2008, cada partido contrató pólizas de seguro para indemnizar a las ciudades anfitrionas por los daños y perjuicios surgidos de demandas.
Bruce Nestor, presidente de la filial de Minnesota de la Asociación de Abogados de Estados Unidos, me dijo: “St. Paul de hecho negoció una cláusula de seguro especial con el comité anfitrión republicano para que los primeros 10 millones de dólares por concepto de responsabilidad civil por demandas surgidas de la convención fueran cubiertos por el comité anfitrión. La ciudad está orgullosa de esta negociación. Es la primera vez que esto se negocia entre una ciudad y un comité anfitrión pero básicamente significa que nosotros (la ciudad) podemos cometer infracciones, y no tenemos que pagar por ello”.
Volvamos a la actualidad. El megabanco rescatado de Wall Street JPMorgan Chase realizó una donación de 4,6 millones de dólares, deducible de impuestos, a la Fundación de la Policía de la Ciudad de Nueva York, lo cual hizo que los manifestantes se preguntaran: ¿Se le paga a la policía de Nueva York para proteger a quién: a la gente o a las empresas? ¿Al 99 por ciento o al 1 por ciento?
Marina Sitrin, que forma parte del equipo legal de “Ocupemos Wall Street”, me dijo que inicialmente la protesta iba a tener lugar en Chase Plaza, pero que el Departamento de Policía de Nueva York la había cerrado en forma preventiva. Los manifestantes se fueron entonces a Zucotti Park y lo re-bautizaron Plaza de la Libertad.
Un comunicado de prensa sin fecha publicado en el sitio web de JPMorgan Chase afirma que, en respuesta a la donación de los 4,6 millones de dólares, “el Jefe de Policía de la Ciudad de Nueva York, Raymond Kelly, envió una nota al director ejecutivo y presidente, Jamie Dimon, expresando su ‘profunda gratitud’ por la donación de la empresa.” Teniendo en cuenta el monto de la donación y el maltrato y la violencia policial contra los manifestantes, uno podría sospechar sobre el modo que tiene el jefe de Policía Kelly de demostrar su gratitud.
*Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.*