Con otros slogans como *»sin posibilidades de pagar estudios universitarios porque los
préstamos de los bancos tienen intereses disparatados»*, se entiende la situación a que se ha
llegado, por la que los indignados estadounidenses inician su protesta, con repercusiones aún no
pueden predecirse a medio ni a largo plazo. Pero dichas en el parque Zuccotti de Nueva York,
donde *»aquí te pueden arrestar por estar en un parque público pasadas las diez de la noche, así
que esto es un reto»* como aclara un manifestante.
La convocatoria del sábado *»Occupy Wall Street»*, inspirada en otros movimientos de protesta
recientes ampliamente difundidos, es neoyorquina de realización pero con procedencia de diversa
ciudades del país, logra dejar constancia del hartazgo ante la situación política y económica allí
reinante. Propone construir propuestas de cambio y ha conseguido su primer objetivo, dormir en
el distrito financiero de Nueva York, que no es poca cosa, ya que tras el desastre del 11-S esta
urbe es una de las más controladas del mundo.
Lo que tiene su peculariedad pues han sido 296 personas las que se atrevieron a acampar en
este parque que, si bien es público, es de propiedad privada, siendo los dueños una empresa
inmobiliaria, que no pudieron echarlos de inmediato porque *»era sábado y había demasiada
burocracia de por medio»*, explica un portavoz. Esto lo organiza la Asamblea NYC, en la que se
agrupan personas de todo tipo, que desde primeros de agosto ya preparaban su propio 15-M
pero que en este caso es 17-S. Jóvenes estudiantes y jóvenes desempleados, más gente que
decidió unirse en los últimos días, al ver como sus coetáneos tomaban las calles en otros países
decidieron emular la protesta y métodos, reproduciendo el efecto en la *‘gran superpotencia del
norte’* (a propósito, me parece que esto puede enmarcarse como un claro ejemplo de *‘efecto
demostración’*, tal como lo describe Silo en una de sus *‘Cartas a mis amigos’*; efectos mínimos o
básicos pero que se difunden rápidamente y *‘demuestran’* que tal cosa puede hacerse en otras
partes). Ahora a esto ya se le da más forma, en el parque Zuccotti se establecen comisiones,
de seguridad, de limpieza, y, como no, de comida pues, comentan que *»la gente puede hacer
donaciones online a los comercios cercanos y ellos nos traen la comida a domicilio»*, explican al
recibir pizzas recién horneadas.
Ahora bien, la complicación que han de afrontar los indignados neoyorquinos es dónde y cómo
continuar la protesta, pues se le presentan dificultades logísticas enormes, comparadas con
sus homólogos españoles, griegos y demás. Ya que en Nueva York se prohíbe congregarse sin
autorización a 20 personas en un parque público pasadas las diez de la noche, pudiendo ser
arrestadas por ello, de modo que esto es desafiante. Sin embargo, la asamblea convoca con
pancartas con el orden del día a tratar por la tarde para ir decidiendo los pasos siguientes a dar.
Todo es muy nuevo y fresco, pues hay miembros que se han unido al movimiento recientemente,
al enterarse por Internet, y llegan con el saco de dormir a instalarse; todas con situaciones de
vida complicadas, sin trabajo (pero que cuando trabajaban, cobraban menos que los padres hace
20 años), sin seguro médico, arruinados pagando facturas de hospital, y sobre todo, sin futuro y
sintiendo en sus carnes que nadie, y el estado menos, hace nada por ellos, afirman claramente
que: *“vamos hacia atrás, no hacia delante. Y la situación es global. La gente corriente está harta
de mentiras. Por eso hoy me manifiesto en Wall Street»*.