Esa posición
muy pronto fue descartada por las diversas participaciones de miembros que, apelando a
una ‘inteligencia colectiva’, muy bien se puede continuar en la senda trazada: sin violencia

Nos dice *“He encontrado, entre la copiosa información que nos llega, este texto que ha circulado
por las listas del 15-M sobre el debate de la no-violencia en el seno del movimiento.
Es tan concreto y lúcido que si alguien lo conocía de antes, no importa volverlo a leer.
Y no deja dudas de su contenido.
Saludos
Antonio Menendes».

El texto dice:

*“El 15-M es un movimiento noviolento. Es algo que está tan en su esencia, que ni siquiera ha sido
una
decisión tomada en asamblea: va de suyo, se
ha
impuesto como una pura evidencia. No
decidimos que está en nuestro ADN, partimos
de él»*.

Tan por fuerte es esta *“decisión no decidida”* que nadie
ahora la ha contravenido, a pesar de las
provocaciones, los desalojos, las palizas. (Hay
otras *“decisiones no decididas”* que son de
conocidas: ser un movimiento horizontal,
inclusivo, respetuoso, sin representación, no
usa siglas ni se relaciona con partidos políticos, etc.).

**todxs**

**querer**

La
no-violencia no significa no-conflicto.
Hemos ocupado plazas, nos hemos manifestado sin permiso, hemos bloqueado desahucios, hemos
echado a la policía de los barrios… Es decir, la no-violencia del 15-M no es pasiva, no es
acatamiento de la legalidad ni asunción de los términos convencionales de la política, sino que es
activa, rebelde, desobediente y creativa.

La opción por la no-violencia no es una opción por rehuir el conflicto, sino por plantearlo en los
propios términos, escogiendo los escenarios y marcando los ritmos.

De hecho, el 15-M ha podido hacer lo que otros movimientos más *“radicales”* llevan años
intentando sin ningún éxito. Es cuestión de fuerza. El movimiento 15-M tiene la fuerza que otros
movimientos no tuvieron.

¿Qué significa tener fuerza? Tiene fuerza quien puede alterar y modificar la realidad, cuestionar las
agendas dominantes e imponer los propios problemas, hacer ver lo que se quería ocultar y decir lo
que está prohibido decir, transformar las vidas, los lazos y las vibraciones entre los seres humanos.

Violencia y fuerza no son sinónimos. La fuerza que une no se mide por el nivel de violencia
que se puede ejercer. La fuerza del 15-M pasa (entre otras muchas cosas) por su capacidad para acoger
la pluralidad, llevar la iniciativa y ser imprevisible. Si el movimiento 15-M ha *“decidido”* ser no-violento es porque intuye muy claramente que las acciones violentas -agresión, intimidación o
amenaza, disturbios y enfrentamiento con la policía- debilitarían esas tres claves de su fuerza.

El poder lleva buscando clarísimamente imágenes de disturbios desde el primer desalojo de Plaza
Cataluña: son imágenes mil veces vistas que confirman todos los clichés que dividen y aíslan a
los que protestan del resto de la población. El movimiento ha sido súper-inteligente al desertar
continuamente de los escenarios que nos preparan y en los que nos esperan. Nos salimos por la
tangente. Resulta llamativo que desde el interior del movimiento todavía haya quien esté dispuesto
a proporcionar al poder político y mediático las imágenes que está pidiendo para erosionar el apoyo
social y la legitimidad ancha del 15-M.

Nos salimos por la tangente porque no queremos que nos empujen a la ya muy conocida espiral de
represión/detenidos/heridos/miedo/rencor/reacción/campañas antirrepresivas, donde perdemos toda
la iniciativa para seguir haciendo preguntas a la sociedad sobre cómo queremos vivir juntos, cómo
queremos gobernamos, qué se hace con la riqueza que producimos entre todos, etc.

La violencia nos hace previsibles: refuerza las posiciones y los roles (policía represor/manifestante
víctima). Llamar *“hijo de puta”* a un policía confirma la situación y el reparto de los papeles. Cada
cual ya sabe quién es, qué identidad tiene y qué debe sentir hacia el otro. Seguramente no es algo
muy grave, pero tampoco tiene nada de subversivo. Por el contrario, los gestos que hemos visto a
menudo en las manifestaciones del 15-M de interpelar positivamente a la policía, con formas de
comunicación irónica o empática, descolocan la situación: desconciertan, incomodan e inquietan,
interrumpen los automatismos, cuestionan los clichés, hacen preguntas, cortocircuitan lo previsible,
lo que cada cual sabe que tiene qué pensar, hacer y sentir.

Nosotrxs frente a la policía. La policía frente a nosotrxs. Es una imagen demasiado cómoda de lo
que hacemos, es una línea de separación demasiado simple. Nuestra lucha no es así. El enemigo
con el que nos batimos es una *“lógica”* que, en primer lugar, nos atraviesa a nosotros mismos
(por ejemplo, en las mil decisiones cotidianas por las cuales sostenemos este sistema del que
formamos todxs parte porque no hay ningún afuera). Hay una gran *“potencia de humanización”* en
el movimiento 15-M. Decimos que somos seres humanos y no mercancías en manos de políticos
o banqueros. Por la misma razón, podemos pensar que un policía es mucho más que su *“función”*
y dirigirnos así a su humanidad (cuando tratamos de entablar diálogo o les recordamos que ellos
también están hipotecados, pero también cuando les gritamos *“vergüenza”* ante un desahucio o una
redada).

¿Violencia y no violencia son compatibles? La experiencia dice que la violencia se coloca siempre
en el centro de lo que ocurre, como si fuera un torbellino que succiona y arrastra todo lo demás.
La no-violencia puede expresarse de muchos modos, la violencia sólo de uno. En las acciones no-
violentas cabe mucha gente distinta, en las acciones violentas siempre participa un tipo de gente
muy determinada (hombre, joven, con papeles, etc.). Queremos afirmar, tanto en las formas de
organización como en los modos de estar en la calle, los rasgos de nuestro ADN: horizontalidad,
apertura, multiplicidad.

Perder la iniciativa, perder la pluralidad, perder la imprevisibilidad implica perder la fuerza. Fuerza
es radicalidad. La no-violencia es lo que nos ha hecho y nos hace más fuertes y más radicales.