Un periodista inglés preguntó a un joven por qué estaba saqueando. La respuesta fue directa: “No puedo dejar pasar la oportunidad de tomar algo que no podría comprarme nunca”. Una vecina reaccionó ante esta declaración del joven: “Pero, ¿no te das cuenta que luego deberemos pagar nosotros con nuestros impuestos todos los destrozos?”. No hubo respuesta.
Esta breve imagen de los acontecimientos que están sucediendo en el Reino Unido me hizo vislumbrar una evidencia que no escuché, hasta ahora, pronunciada por ningún analista.
Si el saqueo de unos pocos es pagado por la gran mayoría, algo anda mal. Estos jóvenes encapuchados, en realidad, se están comportando como los grandes maestros de las finanzas, que saquean y saquean, exprimen hasta la última gota de su negocio, toman todos los riesgos posibles y no se preocupan por los gastos, son los demás los que pagan. Una aseguradora o un banco mastodóntico pueden saquear sin capucha y luego son los contribuyentes los que pagan las facturas.
Bueno hay una pequeña diferencia entre estos dos tipos de saqueadores: unos ganan los sueldos mínimos durante tres meses en un trabajo precario y los otros ganan cifras millonarias y reciben bonificaciones cuantiosas.
Esos saqueadores de traje son los hombres de éxito, son los ricos y famosos, son la prueba viviente de que el capitalismo es maravilloso. No debe sorprendernos, entonces, que los excluidos del sistema, que los fracasados impongan la ley del más rápido, del más fuerte, del más listo. Por una vez ellos también van a infringir las reglas de la ética y del sentido común y van a imitar a los rapiñeros de la Bolsa.
Algunos de estos jóvenes encapuchados quizás se hayan manifestado en los últimos meses reclamando contra las subidas arancelarias de las universidades. Quizás alguno de ellos fuera parte de esos cientos de miles de manifestantes que salieron a la calle y volvieron a encontrarse con un plan sistemático de represión. Infiltrados violentos rompen algo o atacan a la policía degenerando las manifestaciones y permitiendo así el ataque represivo policial.
Este año hemos visto este funcionamiento cínico y cruel en Túnez y Egipto, trasladándose más tarde al resto de países en revuelta social. Con Siria a la cabeza, donde la policía lleva centenares de manifestantes asesinados. Pero lo mismo ha sucedido en Europa, en España con los indignados, en Grecia durante los reclamos contra los planes de ajuste y en el resto de países de la zona euro es moneda corriente.
Pero esta manía ha cruzado el océano y se vive una réplica exacta en Chile. El plan de criminalización de la protesta social, no finaliza en la actuación policial, sino que es fogoneado por los medios de comunicación serviles a la plutonomía reinante y que transforman una manifestación no-violenta de decenas de miles de personas en una batalla campal entre un puñado de encapuchados y las fuerzas del orden.
Esos mismos medios son los que glorifican a los bancos, las compañías de seguro, las agencias de calificación y a los expertos que justifican sus salvamentos sin importar los costos. Generando así una visión engañosa y obscena donde todo vale para obtener lo que uno desee.
Si no aprovechamos todos estos fenómenos que están estallando en todo el globo para reflexionar e intentar cambiar el rumbo de este sistema monopolista que fabrica multimillonarios al mismo ritmo que provoca hambrunas, plagas y catástrofes, llenando las estadísticas de fracaso escolar, desempleados y criminales; el esfuerzo y la vida de tanta gente no tendrán ningún sentido.