Yo no estaba solo, caminábamos cuatro personas amigas
de la Comisión de Espiritualidad. Al parecer, ‘todos somos «sospechosos»‘, y a izquierda y derecha
nuestra nos rebasaba gente «que no tenían ese perfil». Registros de las mochilas. La situación es
muy surrealista sin duda.

Al final de la calle encontramos por la que vamos que Sol estaba cerrada, a cal y canto,
herméticamente, para todos.
Apagada toda la plaza, y a pleno sol.
Los comercios cerrados o vacíos, con tenderos aburridos por la inactividad. Ocupando toda la plaza
hay contingentes de policía que cuidaban de la nada y limpiadores que limpiaban también la nada,
un suelo de piedra limpio y morondo.
Parecen estar dedicados a servir una imagen falsa y política a los medios de comunicación.

Pude flanquear las barreras de seguridad y llegar al centro. Y así, observar, observar…
Pude hacer alguna foto, pudimos dar algún auxilio a personas que necesitaban llamar al Samur
(servicios de salud de emergencia), cosa que la policía lo impedía indiferentemente; hay médicos y
enfermeros en la zona que también estaban de guardia de la nada. Todo absurdo, porque la
única violencia fue la de algunos policías, siempre buscando justificarla antes la prensa.

Desde el otro lado de la barrera la plaza estaba vacía, muy vacía y muerta (más de un vecino
dice ‘esto nunca ha estado así’).
Desde ahí pude ver y atender a esta gran fiesta humana, a la fuerza de la no violencia, que rebosaba
las calles afluentes a Sol, queriendo entrar, sin darse por vencidos de esta clausura. Pude ver y
sentir conmovido como la gente de calle Montera saludaba a la gente de calle Carretas, e
igualmente en calles Mayor y Arenas y Alcalá… además, volaban globos y pompas gigantes de
jabón.
Amigos y compañeros de jornadas celebrábamos esta gran victoria que es la No Violencia Activa.

En la plaza, insisto, sólo policías, limpiadores, y periodistas que no sabían como hacer para reflejar
la nada.

Algunas personas, con frases muy lúdicas y de gran ingenio, se dirigían a los que impedían el
acceso. Recuerdo la frase de un joven, dirigiéndose a una agente antia-disturbios de mirada dura y
retadora: «Con lo guapa (bella) que eres, ¿qué haces metida ahí adentro?» (refiriéndose con
señales al uniforme y a la propia plaza). No pudo evitarlo, y tuvo que retirarse y reírse abiertamente,
jaque mate.
Los funcionarios están divididos, lo he comprobado escuchándolos, están deseando que esto
acabe «porque me siento fatal, no se que hacemos aquí» se les escucha comentar. Paradójico,
porque acaba de empezar.

La no violencia es una fiesta. Ayer la orbita de Sol fue -una vez más- una intensa fiesta. Entre la
rabia de la indignación y el gran esperpento del absurdo (con el operativo fuerzas de seguridad en
pleno), así, se daba esta manifestación como festejo.

Marchamos después por plaza Callao, por calle Alcalá, por la avenida Gran Vía y por Atocha, hasta plaza Colón; por calle Mayor, hasta Sol otra vez y de nuevo vemos la plaza (nuestra) vacía, de
público, de vecinos, ahí queda encasquetada. En cambio, su alrededores están rebosantes de gente,
llenos de vida. Toda una experiencia.

Más tarde, la orbita de acción se delimitó, de boca en boca llega la convocatoria: *»a las 12,30
asamblea en la Plaza Mayor»*. A escasos pasos de Sol.
Plaza que otrora fue mercado, sombrío patíbulo o relicario para beatos.
Ahora, esta noche de verano, era espacio asambleísta de la no violencia.

Y por una esquinita de la plaza, atravesando uno de sus arcos, salían de aquel lugar, juntitos,
algunos de aquellos que el día anterior, en el Paseo del Prado, argumentaban sobre la justificación
de la violencia. Pues los hubo, los que proponían recurrir a la violencia ‘porque era más eficaz’ (?),
ahora de retirada.

Afectuosamente
M.A.

Días siguientes:
Se han continuado los intentos de acceder a Sol, pero ha sido infructuoso, por ello ha habido
marchas por las calles y avenidas circundantes, incluso asambleas en plazas próximas, como en la
de Oriente, con algunos cortes de circulación y subsiguientes marchas, muy vigilada por las fuerzas
anti-disturbios. Y sin incidentes.
Por no haber, no hay ni público transeúnte, lo cual ahora provoca el reclamo de los comerciantes
que no tienen clientela en este mes tan propicio para el turismo ‘de afuera’ de la ciudad. Alguno
aduce ‘ha sido peor el remedio que la enfermedad”. El absurdo sigue.