Una muestra de esta convergencia quedó en evidencia en la inauguración de la EXPO NOVIOLENCIA que tuvo lugar ayer jueves 11, en la Biblioteca de Santiago. Entre los actos inaugurales se desarrolló un coloquio en el que participaron invitados que representaron a muy diversas esferas del quehacer nacional; Esteban Maturana, del mundo sindical, Felipe Mella del ámbito del arte y la cultura, Edgardo Condeza, voceador de la democracia y la participación ciudadana, Patricia May encarnando las búsquedas y la inspiración de la espiritualidad y Marco Enríquez-Ominami, adalid del estilo político no tradicional.

Ante una concurrencia de unas 100 personas igualmente heterogénea que incluía desde usuarios habituales de la biblioteca hasta dirigentes poblacionales y artistas, los invitados a dialogar sobre su manera de aportar a la construcción de una sociedad noviolenta, hablaron de sus experiencias y certezas respecto de un tema que aún es tratado como un sueño irrealizable por todos los formadores de opinión que sostienen el modelo de sociedad aún existente.

Escuchar estas otras miradas, conocer las diferentes formas en que se aplican y luchan quienes no aceptan la realidad que obstinadamente se insiste en validar, resultó muy reconfortante para quienes creen -también con porfía- que la sociedad tiene aún mucho por perfeccionar para ser considerada una cultura verdaderamente humana.

Se nos reafirmó la necesidad de terminar con las injusticias sociales presentes en todos los campos, como condición ineludible para alcanzar la paz social. Nos ilustramos sobre resultados concretos en la disminución de la violencia entre jóvenes estudiantes cuyos colegios incluyen la enseñanza y la práctica artística en sus asignaturas y la importancia de invertir en programas y centros de formación y divulgación artística para la buena convivencia. Supimos de los tenaces esfuerzos de quienes, por años, intentan que en Chile se reconozcan y se hagan efectivos los derechos ciudadanos que -aún cuando consagrados en la constitución- son negados sistemáticamente por los políticos instalados en el poder cuando se trata de tomar decisiones que afectan a la población.
También se nos invitó a considerar el camino de la experiencia interna -espiritual o de contacto con lo profundo de cada quien- como una vía para transformar las conductas individualistas y orientadas a la posesión por otras que nos encaminen a valorar más el ser que el tener o parecer. Se subrayó la importancia del cambio simultáneo en lo personal y lo social.
La valoración del valiente acto de pensar diferente y de ser intransigente en la defensa de los propios ideales y visiones sobre una sociedad mejor también fue mencionada. El peligro de acomodarse y de acomodar las convicciones a lo que resulta conveniente o mayoritariamente aceptado por los círculos de poder o de decisión nos fue señalado.

No se habló de éxitos ni se midieron los avances.
Es que no se trataba de una competencia por sobresalir o por ganar simpatías o reconocimientos de la razón propia.
Se trataba de un diálogo entre personas que están en el intento y que -aparte de navegar contracorriente- están más interesados en aprender cada día algo más para acercar el bienestar al conjunto social que en lograr triunfos individuales o alcanzar metas personales.

Es que la acción noviolenta trasmuta a quienes la practican, trastoca los valores, y pone lo que es bueno para todos por encima de lo que es útil para uno.

Es también la influencia de una nueva sensibilidad que, como un aire que se cuela bajo las puertas, está tocando las mentes y los sentires de millones de chilenos que parecen estar despertando y advirtiendo el mal sueño en el que estamos sumidos. Parte de ella es el generoso desprendimiento que se percibe en aquellas pancartas enarboladas por quienes están marchando por la educación gratuita para todos y en las que se lee: “Perder un año pero ganar un futuro”.