Un joven declara, en inglés neoyorquino, *“aquí ya no se puede vivir con
un sueldo”*. Ese es el problema y la base de esta situación que ha tomado
por sorpresa al gobierno actual. Protesta que empezó con pocas personas
y ahora se suman multitudes de la llamada clase media culta y preparada
del país más rico de la zona. Sus reivindicaciones son básicas: acceso a una
vivienda digna, la bajada de precios en bienes de consumo básico.

Dicen los jóvenes acampados en Jerusalén *»__No podemos alquilar casas a
los precios que hay actualmente. La mayoría están en manos de los ricos»*
o bien *»__Esto va más allá de izquierdas o derechas, todos compartimos los
mismos problemas»*, mientras preparan una macro-manifestación en Tel
Aviv para el próximo sábado.

La mayoría de los manifestantes son estudiantes universitarios y jóvenes
profesionales de la clase media que ya no pueden adquirir una vivienda en
sus ciudades de trabajo, como Tel Aviv o Jerusalén porque los precios se
han disparado en los últimos tres años. Muchas de estas residencias son
de propietarios no residentes en el país, la mayoría norteamericanos y
franceses de alto poder adquisitivo, que sólo las ocupan esporádicamente
para las vacaciones de verano; o nunca, pues otros las adquieren como
inversión y las cierran totalmente.

*»__Ellos vienen muy poco pero somos nosotros los que pagamos los
impuestos»*, afirma un joven arquitecto que ha llevado su vivienda a las
afueras porque, ya no puede pagar una casa en Jerusalén, donde abundan
carteles de *»se venden pisos de lujo»*. Por otra parte, lo único que se
consigue son casi siempre casas viejas y mal restauradas donde los jóvenes
israelíes suelen mudarse, formados con la filosofía nacional de que *»los
comienzos son difíciles pero forjan tu personalidad»*.

Sin embargo, algo cambió. Nadie imaginaba hace un mes y medio, cuando
se convocó a través de faceto un *’boicot al requesón’* – un producto
básico en la cocina local y cuyo precio se incrementó cerca del 70% –
que la presión social forzaría a las empresas distribuidoras a bajarlo un
25%. *»__Ese fue el germen de las protestas»*, nos explican. ¡El requesón!
Que ahora es una mera anécdota de un movimiento que exige reformas
profundas del sistema financiero israelí; el que, afirman, se inspira en los
revoltosos vecinos árabes. *»__Se nos dice que somos un referente para los
árabes pero hoy es al contrario, son nuestro aliento»*, dice un entusiasta
portavoz.

**Respuesta del gobierno**

Al verse las primeras tiendas en Jaffa, el fin de semana pasado, el gobierno
de Netanyahu actuó rápidamente convocando de urgencia el lunes a su
gabinete y afirma ser consciente de la crisis inmobiliaria. *»Somos un país
pequeño pero hay mucha demanda de viviendas y no hay suficientes para
todos»* dijo. Luego otra reunión pero sin resultados concretos. Además, dice
que establecerá un gabinete ministerial que trate con los manifestantes
para resolver el problema, lo cual seria interesante de ver.

Por un lado se propone construir entre 20.000 y 30.000 viviendas, pero
desde el Ministerio de Economía se rechaza esta medida y se critica al
movimiento de protesta israelí, defendiendo la fortaleza económica del país
y aduciendo que eso seria demasiado caro, proponen en cambio aumentar
las importaciones de productos básicos, como la leche, para reducir los
precios.

Algo que descartan los manifestantes pues anotan que la brecha entre
los pobres y los ricos israelíes crece, de acuerdo a las estadísticas de la
población que vive bajo el umbral de la pobreza. Además muchos desfavo-
recidos son las familias numerosas de los religiosos ultraortodoxos, que
apoyan las protestas pero sin presentarse.

Por su parte las fuerzas policiales *»se encuentran en estado de alerta»*
en toda Jerusalén para evitar incidentes violentos, pues cientos de
manifestantes se congregan en los alrededores del Parlamento y bloquean
la entrada con un muro de cemento, informaron fuentes policiales.

Los indignados de aquí levantaron un precario muro con bloques de
cemento en la entrada de la Cámara para protestar por la carestía de la
vivienda ante los parlamentarios, que hoy debían debatir una propuesta de
ley impulsada por el primer ministro, que pretende solucionar la escasez de
viviendas nuevas en el país y que está previsto someter a voto en el pleno
el próximo miércoles.

*»La gente demanda justicia social»*, gritaban los activistas, informa el
diario *»Yediot Aharonot»* en su versión digital.

Uno de los indignados explicó al rotativo que están levantando una casa a
las afueras de la Kneset *»porque no se puede construir en Israel, aunque
uno trabaje»*.

En la noche del sábado tuvo lugar en Tel Aviv una multitudinaria mani-
festación que recuerda las impulsadas por el movimiento 15-M español.

Los indignados israelíes comenzaron a acampar en un céntrico bulevar
de esa ciudad la pasada semana como una acción de solidaridad con una
estudiante desalojada de su apartamento y, rápidamente, se extendieron a
otras ciudades.

De modo que mientras la injusticia social avanza, la gente reacciona,
dejando el conformismo de otrora; algo ha cambiado seriamente en *’la
mentalidad mediterránea’* pues ya no se aceptan así como así.

Esto, en el humanismo, lo estudiamos como aspectos concomitantes,

No se trata de que una cosa influye sobre otra sino que surgen concomi-
tantemente frente a una misma estructura y proceso, en este caso de
injusticias y necesidades sin resolver; entonces la gente brota aquí y allá
(en Madrid, Atenas, Tel aviv, Damasco, El Cairo, Santiago…) con sus
reivindicaciones. Algo que pareciera recién ha comenzado. Y podría extenderse hacia en otras latitudes.