Antes de comenzar, debo identificar con mayor claridad mi objeto de estudio. Digo entonces que me refiero a los fenómenos comúnmente denominados como *“los indignados”*, que en mayor o menor medida se han expresado en diferentes lugares de África y Oriente Medio (Egipto, Túnez, Sudán, Libia, Yemen, Israel, etc.), Europa (Grecia, Portugal, España, Francia, etc.) y más levemente en América Latina (Chile) *. Posiblemente existan multitud de otros ejemplos que aquí no se incluyan de aumento fuerte en la participación y
movilización social durante el mismo período, pero el desconocimiento me impide profundizar en este caso.
Se podrá argumentar (y con razón) que estos fenómenos comparten más diferencias que similitudes. ¿Qué tienen en común los casos de Egipto y Chile? ¿Hay acaso algún punto de conexión entre Yemen y Francia? La crítica es fundamentada, ya que efectivamente son fenómenos que se han expresado en diferentes contextos, de diferentes modos y con reclamos distintos. Indudablemente esto sería así, si hiciéramos un análisis compositivo respecto de estos fenómenos; pero no es este el recorrido que aquí intentaré
realizar, ya que *“alejaré”* un poco la mirada para observar más globalmente el proceso, perdiendo de vista los detalles. Sabrán disculpar la ingenuidad metodológica.
De este modo, afirmaré como una suerte de hipótesis que todos estos fenómenos comparten una sensibilidad común: un trasfondo de difusa rebeldía frente a la exclusión que viven grandes capas de la sociedad en la democracia actual (como aspiración de mayor participación), acompañado de modo-de-sentir-el-mundo con un mayor umbral de rechazo a diferentes formas de violencia. Esta distancia entre el paisaje de un mundo establecido y
una nueva sensibilidad genera choques, principalmente expresados entre las distintas generaciones que interactúan en el actual momento histórico **. Eso lleva consigo una tendencia a la separación entre los gobernantes y los gobernados y un rechazo al sistema político tradicional en general, que incluso ha puesto en jaque a los partidos políticos y el concepto de representación, llevando a una crisis del sistema político en sus casos más
radicales. Por último, afirmaré que esta sensibilidad común no viene dada por aspectos compositivos al interior de cada uno de los fenómenos, sino en concomitancia con los cambios en el momento histórico, que lo condiciona en tanto ámbito mayor ***.
Detengámonos un poco en este último punto. ¿Qué diferencia a estos fenómenos
sociales de otros surgidos anteriormente? ¿Qué sucede ahora de novedoso? Para dar un contexto, ya en 1921, José Ortega y Gasset afirmó para la civilización occidental la entrada en una edad del alma desilusionada. Allí cunde la desilusión propia del fracaso del racionalismo y comienza la caída del mundo tal como se lo conocía. Por su parte, Arnold Toynbee en su *»Estudio de la historia»* afirmó el inicio del momento de desintegración de la»civilización occidental, cuyo punto final sería la imposición de un estado universal. Desde diversas teorías y tradiciones se afirma un momento de decadencia o caída de la civilización occidental. Por otra parte, se debe destacar que gracias a la extensión de las comunicaciones, por primera vez en la historia, el mundo se ha transformado en un sistema cerrado, en el
cual todas las civilizaciones existentes interactúan plenamente entre sí y donde no existe ya un *“afuera”* que permita salidas externas. Ello es inédito en la historia y se constituye como un punto central del siguiente aspecto que comentaré.
Por su parte, en la obra *»Cartas a mis amigos»* y otros textos, Silo (seudónimo literario del pensador argentino Mario Rodríguez Cobos) considera a las civilizaciones en estructura, dada la constitución del sistema cerrado a nivel mundial y aborda también el tema de la crisis. Allí plantea que junto con la desestructuración general, se observa también
una tendencia hacia la mundialización, que llevaría en el tiempo hacia la conformación de la primera civilización planetaria en la historia humana.
Resumiendo. Por un lado, observamos un conjunto de civilizaciones en decadencia y desestructuración y por el otro, una civilización planetaria naciente. Ambos momentos tienen sus paisajes correspondientes, que se expresan a través de las generaciones y co-existen con mayor fuerza desde hace una o dos décadas. Es en el concepto de generaciones que podemos encontrar una comprensión mayor del momento histórico y su dinámica, ya que hace a la historicidad misma, aspecto central de este punto de vista.
En una línea similar a Ortega y Gasset (no obstante sus grandes diferencias), en el *»Diccionario del Nuevo Humanismo»*, Silo aborda el tema de las generaciones y afirma:
*»“Dentro de un mismo horizonte temporal, en un mismo momento histórico, concurren quienes son contemporáneos y, por tanto, coexisten, pero lo hacen desde un paisaje de formación propio en razón de su diferencias de edad con otras generaciones. Este hecho marca la enorme distancia en la perspectiva que sostienen las generaciones. Éstas, aunque ocupen el mismo escenario histórico, lo hacen desde un diverso *»nivel»* situacional y experiencial. Ocurre, por otra parte, que en todo momento histórico coexisten generaciones. de distinto nivel temporal, de distinta retención y protensión y que, por tanto, configuran situaciones diferentes. (…) Cuando, por abstracción, se *»detiene»* el incesante fluir, puede hablarse de un *»momento histórico»* en el que todos los miembros emplazados en el mismo escenario social pueden ser considerados contemporáneos, vivientes de un mismo tiempo”*.
Sintetizando. Se observan distintas generaciones que coexisten en el mismo momento histórico (son contemporáneas) pero portan distintas sensibilidades, correspondientes a momentos civilizatorios muy distintos, con lo cual se genera conflicto por la distancia que imponen esos paisajes.
Podrá decirse que lo dicho anteriormente no posee ninguna novedad respecto de otros momentos históricos anteriores que tienen la misma dinámica. Sin embargo, la singularidad reside en que estamos planteando la co-existencia de dos sensibilidades que podrían corresponder a dos civilizaciones distintas.
Posiblemente este conjunto de conceptos e ideas nos deja más preguntas que
respuestas. A pesar de ello, confío en que la utilización de los conceptos aquí vertidos (momento histórico, generaciones, paisajes, etc.) sea de utilidad como un ejercicio de pensamiento y una invitación al diálogo.
Se torna ineludible la observación y descripción de esta nueva sensibilidad que comienza a atisbarse en muchos fenómenos sociales, ya que en tanto tendencia, podría permitirnos ampliar nuestra comprensión respecto de las posibilidades del mundo venidero a corto y mediano plazo. Sobre esto espero abocarme en las próximas notas.
* Se considera el caso chileno debido a la ampliación en la participación social que han tenido las protestas medioambientales primero y las estudiantiles posteriormente, saliéndose de su cauce sectorial.
** No se puede afirmar que los conceptos aquí expresados afirman la existencia de una generación (o varias) con un paisaje completamente distinto al mundo establecido. No son términos estáticos sino que constantemente se encuentran en dinámica. El proceso es gradual y ambos paisajes, el nuevo y el viejo, se expresan en mayor o menor medida, en todas las generaciones existentes en la actualidad.
*** Importa mencionar que se toman en cuenta las dos siguientes afirmaciones: *»Nada existe aislado, sino en relación dinámica con otros seres dentro de ámbitos condicionantes»* y *“Todo proceso está determinado por relaciones de simultaneidad con procesos del mismo ámbito y no por causas lineales del movimiento anterior del que procede»*. Asimismo, definimos al ámbito mayor del siguiente modo: *“Este ámbito es el que le da ciclos y ritmos, porque las variaciones que se producen en éste van a afectar, van a producir modificaciones en el objeto estudiado. (…) Este ámbito no se conforma por la simple suma de los objetos contenidos en él, sino que debe apreciarse como la estructuralidad general que contiene todos esos objetos”*. Teoría y práctica. Método estructural dinámico. Jorge Pompei y colaboradores.