Pese a que finalmente el congreso y el senado dieron el visto bueno al último acuerdo alcanzado por los representantes de la oligarquía republicanos y el gobierno, el poder de Barack Obama se ve cada vez más golpeado.
Un país en caída libre, con 200 mil familias que pierden su casa cada mes por no poder responder a las hipotecas trampa que crearon los bancos que más tarde fueron socorridos por el gobierno demócrata con el dinero de los impuestos de los millones de estafados estadounidenses.
Las medidas de austeridad y planes de ajuste adoptados continúan la degradación del American Way of Life, multiplicando los homeless, el número de desempleados y de jóvenes que deben renunciar a sus estudios, muchos de ellos terminando en las filas del ejército para evitar la cárcel y el delito.
El plan de crecimiento norteamericano, basado en las guerras sucesivas y permanentes, deja en evidencia que hace más ricos y poderosos a las corporaciones pero deja en absoluta indefensión a la gran mayoría de ciudadanos.
Israel, otro país de idéntico estratagema productivo se encuentra con un ambiente caldeado. La respuesta gubernamental a los más de cien mil manifestantes que salieron a la calle reclamando un cambio de rumbo fueron una serie de ataques en Gaza y Cisjordania, dejando claro que ellos también prefieren vivir de la militarización de su sociedad y que la única alternativa que ofrecen a su pueblo es seguirlos en esta cruzada sangrienta.
El pueblo de Israel, musulmanes y judíos mezclados, están empezando a dar muestras claras de disconformidad con estas políticas grotescas. La duda es si el pueblo norteamericano volverá a tomar las calles y resistir la censura y control policial que los mantiene aletargados desde hace una década.