**Clack Clack Clack!!**, el sonido metálico de las cacerolas suena por todos
lados, grupos de gente con cacerolas en todas las esquinas de
Irarrázaval, otros se asoman por los balcones de modernos
departamentos de más de 2.500 UF y también hacen sonar sus
cacerolas. Paolo había acompañado a su hija adolescente a la marcha al
centro de Santiago, pero la violenta represión lo obligó a devolverse,
frustrado volvía a su casa de La Reina cuando comenzó a divisar grupos
de vecinos en cada una de las esquinas de Ñuñoa.
**Clack Clack Clack!!!** Se escuchan las cacerolas mientras Antonio camina
las cuatro cuadras que separan su oficina de Plaza Ñuñoa. Imposibilitado
de asistir a la Marcha por tener que cumplir con su trabajo, se
conformó twittiando para convocar al cacerolazo de las 21:00 hrs. Grande fue su sorpresa,
cuando a la hora señalada salió a la residencial calle Simón Bolívar: Pensó que sería el único y se
encontró con decenas de vecinos en la calle. *»A la Plaza, vamos a la Plaza!!»* espontáneamente
comenzaron a gritar algunos jóvenes, como cuando en los Ochenta se gritaba: *»A la Moneda!! A la
Moneda!!!»* .
**Clack Clack Clack!!!** Se escuchaban las cacerolas mientras Javier manejaba su moderno automóvil
en dirección a la casa de su socio en la calle Pedro de Valdivia. Javier recordó los años ochenta
cuando, proveniente de Punta Arenas, estudiaba Ingeniería y vivía en una pensión universitaria
del barrio República. *“Eran lindos esos tiempos de pelea en contra del rector Federici y de
Pinochet”*, pensaba para sí mismo.
Javier tiene actualmente una pequeña empresa de infórmatica y todos los meses batalla por
mantenerla: *“Mi vida de pequeño empresario se reduce a mendigarle crédito a los bancos, a
juntar las platas para los día 10 de cada mes pagar las imposiciones, los 12 pagar el IVA, los 15
la quincena y a fin de mes pagar los sueldos, para luego vuelta a empezar el mes”* suele relatar
cuando se encuentra con un amigo. Con un hijo en la Universidad y su hija en colegio particular,
todos los meses debe pagar $600.000 por la educación de sus hijos.
Paolo y Antonio también estudiaron en la Facultad de calle Beaucheff.
Paolo hace años que trabaja como ingeniero en el Ministerio de Obras Públicas y allí
se desencantó de la Concertación por los negociados que alcanzaba a divisar desde su función y
ahora, el último año, había confirmado que la derecha es aún más ladrona que la Concertación.
Antonio es el único de los tres que no terminó la carrera. *“Un día de octubre a clases no llegó”*
tarareando la canción de Ubiergo suele responder con sonrisa cuando se encuentra con algún
compañero de Ingeniería.
Antonio tiene un sueldo de $700.000, aún es deudor del antiguo crédito fiscal y debe pagar $150.000 por su hijo universitario (incialmente le habían rechazado el fondo solidario de lo
contrario debería pagar $350.000), $130.000 por el colegio particular de su hija, $190.000 por el
dividendo de su casa y lo restante debe dividirlo entre sus gastos personales y el apoyo a su ex
esposa, pues es separado.
**CLACK; CLACK; CLACK!!** El ruido de las cacerolas aumenta en intensidad. La Plaza Ñuñoa comienza
a llenarse de vecinos de La Reina y de la propia Ñuñoa. Matrimonios con sus hijos y abuelos
gritan: *“La Educación… es un Derecho; Para el Gobierno… un Privilegio!!!»*.
*»A ver a ver!!! quien lleva la Batuta, los estudiantes o el hijo de puta!!!»* se sorprende a si mismo
Javier gritando desde su auto junto a otros automovilistas en una luz roja.
Son las 22:30 hrs. La Plaza Ñuñoa está llena de
gente, los vecinos ahora interrumpen el tránsito,
Javier no resiste, busca un estacionamiento y se baja
gritando: *“Y va a caer Y va caeeer, la educación de
Pinocheeeet!!!»*.
Paolo con su hija avanza resuelto. El último fin de
semana había conversado con su hija señalándole su
temor de que perdiera su año escolar, *“Papá:
prefiero arriesgar el presente que perder mi futuro”*,
le respondió con firmeza y lucidez su bella hija
escolar.
Antonio por fin logra comunicarse telefónicamente con su hijo que participaba de la marcha del
centro y de quien nada sabía: *“Todo bien viejo, salvo la repre de los pakos, todo bien, tranqui ya
voy rumbo a casa”* le respondió el joven estudiante de ingeniería.
Ese 4 de Agosto había sido un día singular, en medio de las noticias que hablaban de la estrepitosa
caída de las bolsas mundiales, una encuesta anunciaba una abrupta caída en la popularidad del de
derechista Presidente Piñera y las imágenes de TV que mostraron la brutal y violenta represión de
la policía a los niños y jóvenes que intentaron marchar pidiendo una Educación Pública, gratuita y
de calidad.
En la esquina de Jorge Washington con Irarrázaval se encuentran Javier, Paolo y Antonio, se
funden en un abrazo de años y cantan saltando como niños: *“Piñeeeeera concha tu madre, saco e
huevas, aprende a gobernaaar!!!”*.
*“Compadre, me saco la chucha todo el día y todos los días trabajando para que mis hijos puedan
estudiar”*, relata Antonio a sus amigos.
Javier describe orgulloso cómo su hijo se prepara para cada marcha, haciendo disfraces y lienzos y
cuenta de las penurias de ser un pequeño empresario.
Por su parte, Paolo cuenta todo lo que ha visto en el Ministerio y la cantidad de veces que ha
tenido que agachar el moño para evitar que lo despidan pues está a contrata pero que cuando su
hija llevó un lienzo que decía *“La Revolución de la Conciencia”* sintió que todas sus penurias tenían una razón de ser.
*“Compadre, cuando ví las imágenes de TV que mostraban a los pacos reprimiendo, deteniendo y
golpeando a los estudiantes, me dije, NO, eso sí que Nó!!!, me pueden hacer perder mi dignidad,
podré estar encalillado por 150 años… pero con mis hijos no se meten!!!»*, contó Antonio.
Llega el guanaco, comienzan las bombas lacrimógenas. Es insólito, Plaza Ñuñoa, el símbolo de la
clase media emergente y de los profesionales jóvenes, está convertida en un campo de batalla!!!.
Batalla unilateral pues sólo los carabineros batallan, las familias ñuñoínas arrancan. Javier corre
con su corbata al viento: *“ya compadre juntémonos mañana, aquí mismo, en la Plaza Ñuñoa”*
alcanza a decir. *“Como en los viejos tiempos ochenteros”*, grita Paolo, *“tenemos que apoyar a
nuestros cabros, capaz que ellos logren lo que nosotros no fuimos capaces”*, concluye Antonio.
Desde ese Jueves, todas las noches la Plaza Ñuñoa se ha transformado en el epicentro de las
protestas a favor de los estudiantes, los analistas aún discuten de este *“curioso”* fenómeno.
En Twitter: @efren_osorio