*Imposible comprender la caída de Dominique Strauss-Kahn sin situarla en el contexto del proyecto que ese personaje representaba: la creación de una nueva moneda internacional de reserva prevista para hoy, 26 de mayo de 2011. Un proyecto paradójicamente muy esperado, tanto por los países emergentes como por los medios apátridas del mundo de la finanza, aunque rechazado por el complejo militaro-industrial israelo-estadounidense.*
Estupefactos, los franceses han sido testigos del arresto en Estados Unidos del más popular de los líderes políticos de su país: Domique Strauss-Kahn.
Ex ministro de Economía, Strauss-Kahn se había convertido en el alto funcionario mejor pagado del mundo –con un salario básico anual de 461,510 dólares, sin contar primas y gastos de representación– y se disponía, según se dice, a presentarse como candidato a la presidencia de Francia. Este cálido personaje, de notorio apetito a la mesa y en la cama, acusado a veces de diletantismo en materia de política debido a su gusto por los placeres de la vida, ha sido acusado de haber violado a una mucama en un hotel de Manhattan.
Durante 6 días, los franceses se mantuvieron pegados a sus televisores viendo atónitos el ensañamiento judicial contra un hombre al que se habían acostumbrado a considerar como una opción posible después del catastrófico quinquenio de Nicolas Sarkozy. La caída de Dominique Strauss-Kahn representaba también el fin de las ilusiones de muchos franceses.
Hay algo de tragedia antigua en el espectáculo de este destino tronchado. Tanto que trae seguramente la frase romana «Arx tarpeia Capitoli proxima» que recuerda que la Roca Tarpeya, desde donde se lanzaba al vacío a los condenados a muerte, está muy cerca del Capitolio, símbolo del poder y los honores.
Independientemente de cualquier consideración sobre su inocencia o culpabilidad, el escarnio del que es objeto una personalidad de tanta envergadura no puede más que despertar angustia en el simple ciudadano: Si un personaje de esa categoría no logra defenderse, ¿qué sería de nosotros ante una acusación similar?
**Ascenso y caída**
Pero los franceses son un pueblo conocedor de la política, que –sin haberlo leído– ha crecido en medio de las lecciones de Maquiavelo, por lo que no tardaron en interrogarse sobre la veracidad de la acusación contra DSK. Según los sondeos de opinión, el 57% de los franceses no cree en la historia de bestia en celo que la prensa estadounidense se complace en divulgar. Algunos empezaron a imaginarse diversos escenarios de manipulación mientras que otros se preguntaban «¿Cui bono?», o sea ¿A quién beneficia el crimen?
El primer nombre que viene a la mente es el de Nicolas Sarkozy. ¿Cómo es posible no pensar en él cuando recordamos que logró convertirse en presidente de Francia acusando ante los tribunales a su principal rival, Dominique de Villepin, y ahogándolo en un escándalo de documentos falsos tan grotesco como este? ¿No sería entonces el caso DSK un nuevo complot destinado a eliminar a su nuevo adversario?
Poco importa entonces que Sarkozy y DSK se necesiten uno al otro para la preparación de los próximos encuentros cumbres internacionales, ni que los dos se hayan puesto al servicio del mismo amo estadounidense. Ya se sabe que los peores crímenes exigen precisamente la sangre de los amigos e incluso la de los propios parientes.
Los franceses ignoran en todo caso los vínculos de DSK [1], al igual que ignoraban los de Nicolas Sarkozy cuando lo eligieron presidente de la República [2]. La prensa nunca dijo a los franceses que en los años 1990, cuando atravesaba su mala racha como político, DSK fue contratado como profesor en la universidad de Stanford por una tal… Condoleezza Rice. Tampoco saben que DSK y sus lugartenientes Pierre Moscovici y Jean-Christophe Cambadelis asumieron el financiamiento del Partido Socialista francés y de la Fundación Jean-Jaures por encargo de la National Endowment for Democracy –fachada legal de la CIA [3]. Tampoco han seguido sus numerosos trabajos y contratos con los thinks tanks (centros o institutos de propaganda ideológica) atlantistas, como el German Marshall Fund of the United States [4] o el Grupo de Bilderberg [5]. Nada saben, en definitiva, de su compromiso a favor de la integración de Francia y de Europa en el seno de un gran mercado transatlántico bajo el dominio de Estados Unidos.
Los franceses no conocen tampoco los estrechos vínculos de DSK con Israel. Dentro del Partido Socialista francés, Dominique Strauss-Kahn dirige el Círculo Leon Blum, que lleva el nombre de un ex primer ministro francés judío. Este discreto y poderoso grupo de influencia se encarga de apartar de la escena política a todo el que cuestione el proyecto sionista. Y ha hecho caer unas cuantas cabezas, como la del politólogo Pascal Boniface que subrayaba el carácter electoralmente contraproducente del respaldo a Tel Aviv en un país donde el 10% de la población es de cultura árabe. Pero DSK no ocultaba su juego e incluso llegó a declarar abiertamente: «Yo considero que todo judío de la diáspora y de Francia debe aportar su ayuda a Israel. Es además por eso que es importante que los judíos asuman responsabilidades políticas. En pocas palabras, desde mis funciones y en mi vida de todos los días yo trato de aportar mi modesta contribución a la construcción de Israel.» Extraña declaración en boca de alguien que aspira a ser presidente de Francia. Pero no importa. ¡Es tan simpático!
A pesar de lo anterior, el ataque contra Dominique Strauss-Kahn, y contra sus allegados, ha sido brutal. Mientras se encontraba detenido y posteriormente durante su prisión preventiva y sin haber tenido nunca la menor posibilidad de dar explicación, el fiscal de Nueva York ordenó la entrega a la prensa de un acta de acusación pormenorizada.
El documento contiene la descripción, fríamente clínica, del crimen que se le imputa: «El acusado trató de tener, por la fuerza, una relación sexual anal y oral con una tercera persona; el acusado trató por la fuerza de tener relaciones vaginales con una tercera persona; el acusado forzó a una tercera persona a [mantener] un contacto sexual; el acusado retuvo a una tercera persona; el acusado obligó a una tercera persona a [mantener] un contacto sexual sin su consentimiento; el acusado, de manera intencional y sin razón legítima, tocó los genitales y otras partes íntimas de una tercera persona con el objetivo de deshonrar a esa persona y de abusar de ella, y con el objetivo de saciar el deseo sexual del acusado.
Esos delitos han sido cometidos en las siguientes circunstancias: el que suscribe declara que una persona conocida de las servicios del fiscal le informó que el acusado 1) cerró la puerta de la habitación e impidió a la denunciante salir de la habitación; 2) agarró el pecho de la denunciante sin su consentimiento; 3) trató de retirar por la fuerza el panty [Ropa interior femenina que cubre a la vez las piernas y el pubis. NdT.] de esa persona y de tocar sus genitales por la fuerza; 4) forzó la boca de la denunciante a tocar su pene por dos veces; 5) pudo cometer esos actos mediante el uso de la fuerza física.»
Todo eso se expuso durante días en el noticiero de las 20 horas, con lujo de detalles, bajo los ojos suspicaces de padres que regresaban del trabajo y ante niños atónitos que hundían la mirada en sus platos de sopa.