La primera evidencia -no es una originalidad- es que el gran derrotado fue el APRA de Alan García, tanto por los votos alcanzados como por los diputados perdidos: cayó de 36 a 4. Esto significa -unido al hecho de que ganó Humala- que se ha votado contra el plan neoliberal y el Tratado de Libre Comercio con los EE.UU. Se ha votado, también -aunque menos- contra la corrupción simbolizada en el retorno de los Fujimori y sus asociados. Otro hecho significativo es que se ha derrotado la *“campaña de miedo”* que iniciaron los grandes medios de comunicación y que continúa ahora con rumores y exigencias sobre los integrantes de los ministerios, en particular el de economía. Los medios han sido vencidos en la medida en que sus campañas fueron desconocidas o no surtieron efecto sobre la mayoría de la población, como lo prueba el triunfo de Ollanta Humala. No obstante, siguen al acecho.
Es una certeza también que gozan de buena salud, a pesar del mal trago, los sectores financieros que hoy manipularon la bolsa para frenarla durante una hora y hacerla caer 12,5 puntos; igualmente las empresas multinacionales y los grupos que se enriquecieron con el crecimiento de la economía de Perú durante el gobierno de Alan García y aspiraban a sumarse como beneficiarios del Tratado de Libre Comercio con Washington. Otra certidumbre es que un golpe de estado en Perú es posible hasta que no se consolide la democracia.
La fragmentación política es otro hecho incontestable al día de hoy, y eso se traduce en la debilidad de los partidos frente a los factores de poder real. Hasta Humala, han sido 74 los presidentes del Perú, 51 de ellos fueron militares en ejercicio y hubo 26 golpes militares exitosos. Alberto Fujimori, elegido democráticamente, también dio un golpe desde el gobierno clausurando el Parlamento.
Los partidos políticos expresan esa realidad fragmentada que vimos en la primera vuelta de las elecciones 2011 y que terminó agrupándose para el balotaje de ayer día 5 pero que queda intacta en el Congreso, donde Ollanta Humala tiene numéricamente la fuerza de sólo la primera minoría. Su partido Gana Perú alcanzó 46 bancas de las 130 que componen al legislativo unicameral. Por su parte, Fuerza 2011 (Keiko Fujimori) se quedó con 38 lugares. APRA (Alan García) cayó de 36 a 4; Perú Posible (Alejandro Toledo,) logró ubicar a 21 legisladores; Alianza por el Gran Cambio (Pedro Pablo Kuczynski), tendrá 12 lugares, y Solidaridad Nacional (Luis Castañeda) contará con 6 representantes.
La integridad jurídico política de Perú tiene una particularidad: hay prácticamente tres regiones diferenciadas en Perú en términos económicos, étnicos y sociales. La costa, donde vive la clase social privilegiada, integrada por blancos y mestizos; la zona de la sierra, donde viven principalmente mestizos en condiciones de relativa pobreza; y la selva, donde los pueblos originarios apenas sobreviven. Aquí encontramos una brecha social que es muy importante en toda Latinoamérica y que se ha acentuado durante los gobiernos neoliberales. Es un dato de la realidad que la población indígena y buena parte de los mestizos de la sierra y de la selva son quienes quieren los cambios y son los votantes que le dieron el triunfo a Humala. Dicho en otras palabras, llega al poder por primera vez en la historia el candidato de la izquierda agrupada detrás de Gana Perú. En Latinoamérica se suma a una tendencia progresista que ya gobierna en Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Venezuela que han llegado al poder democráticamente.
En su discurso a la multitud reunida para celebrar la victoria, Ollanta Humala ha prometido *“un gobierno de concertación nacional”*, ha hablado de continuar lo bueno y corregir lo malo, ha rechazado la corrupción y ha prometido insertar a Perú en la unidad latinoamericana y transformar la sociedad.
Ollanta Humala asumirá el 28 de julio. Cuenta con poco más de 50 días para construir un gobierno sustentable y puede hacerlo, sabe cómo y tendrá apoyo interno y desde la comunidad de naciones sudamericanas.