Pressenza visitó la Fundación y comprobó que está trabajando activamente para dar asistencia de diferentes maneras a los marginados, a los sin techo, a los que carecen de afecto, a los enfermos y a cualquier otra persona que se acerque con necesidades.
Cuenta con una sede central ubicada en el barrio de Coghlan, en Rómulo Naón 3200, Parroquia «Santa María de los Ángeles» de los padres franciscanos, y otra en la Villa 31 llamada «Centro comunitario Padre Mugica», ubicada en casa 30, manzana 22, barrio YPF. Ambos en la ciudad de Buenos Aires.
La fundación busca reinsertar a los sin techo, a los marginados. El Pobre de Asís recibe entre 300 y 400 personas por día. «Al almuerzo vienen alrededor de 120 personas, a la cena vienen alrededor de 80, 90 y en la Villa 31, son más de 300 raciones», enumera la Licenciada Laura Dittmer, coordinadora del área de servicio social y capacitación. «En los hogares viven alrededor de 17 personas en el de hombres y 25 en el de mujeres. Al curso de alfabetización, depende de la convocatoria, porque es bastante difícil mantener al alumnado, asistieron alrededor de 10,15 personas el año pasado. En las duchas se bañan 50 personas por días», concluye Dittmer.
«El pobre de Asís», de Nikos Kazantzakis, es un libro lleno de pasión, con todo el lirismo de un poeta conmovido por la belleza del mundo, pero también contiene los temas profundos de su pensamiento, de su fe y su rebelión, su angustia y su serenidad, su soledad y su afán en entrar en comunión con todos los hombres. Fue su última creación antes de morir. «Algunos consideramos a San Francisco como un revolucionario de la época, no como un manso, sino como un tipo hiperactivo», explica Víctor Hugo Russo, Director fundador. «La actividad de Francisco, como la de Gandhi, de la mano de la No-Violencia y una aparente pasividad, logra revoluciones. Fue una figura totalmente revolucionaria para la Iglesia de la época que estaba enquistada en el poder, amiga de los nobles, del oro… Si bien era una figura que había padecido la pobreza, lo hacía con el ánimo de revolucionar las estructuras de la época. Eso nos movilizó a escoger su nombre, afirma Russo.
«Empezamos, primero, con un pequeño comedor para la gente que tenía una bolsa de trabajo, pero no tenían para comer», resume Víctor Russo. «Una cosa llevó a la otra y un médico amigo nuestro nos ofreció su ayuda para atender. Se fue construyendo el trabajo social, propiamente dicho. La demanda fue creciendo -relata-, fuimos viendo la necesidad de profesionalizar la atención, empezamos a vincularnos con profesionales que supieran organizar y programar el trabajo».
«La gente que se acerca como voluntaria tiene una entrevista con la coordinadora de Recursos Humanos. Si tiene una profesión, por ejemplo, abogado, médico, tratamos de inscribirlo en base a su profesión para ofrecer el servicio a la comunidad. En caso contrario, se incluye en algún programa que esté funcionando. Hay gente que viene a servir la mesa en el almuerzo y la cena, gente que viene que colaborar con el servicio de ropería, gente que va a ayudar a preparar la comida en la Villa 31, gente que va a leer cuentos a los chicos… Depende del perfil, de las ganas, de la disponibilidad de tiempo, concluye la licenciada Dittmer.
Para más información sobre la Fundación El pobre de Asís: http://www.elpobredeasis.com.ar/index.htm