Los dos encuentros más multitudinarios fueron los de Madrid, en la Plaza del Sol, y Barcelona, en Plaza Catalunya. El ambiente juvenil y alegre contrastaba con la amargura manifestada en los carteles: “Esta democracia es nuestra desgracia” o “Democracia real ya, sin estafas”. Aunque también se hizo presente el salero español: “Nosotros os votamos, nosotros os botamos” o “No nos falta dinero, nos sobran ladrones”.

Lo cierto es que la población española salió a la calle y mostró su hartazgo. Pero ante las persecuciones policiales permanentes que acostumbran a vivir los manifestantes españoles esta vez agudizaron el ingenio y, sobre todo, apostaron con fuerza por la no violencia.

Como hicieran en los cairotas acampando en la Plaza Tharir, de lo que fuimos todos testigos a través de los medios, no es la única similitud entre estos dos movimientos. Este fenómeno del 15M no tiene conducciones, no hay organizaciones verticales, si no que las relaciones son llanas y unos invitan a otros y corre la voz, también haciendo gran uso de las redes sociales.

El digno reclamo contra la censura, contra la corrupción y contra la represión, se afirmaba en el desprecio por la violencia y los partidos políticos. Un nuevo canto acuñado en Tenerife se hizo sentir: “El pueblo unido, funciona sin partidos”.

Este movimiento merece ser meditado. Hay que estudiar cómo se ha dado este proceso y cómo los jóvenes han decidido cambiar sus estrategias de lucha. Manifestarse es ilegal, acampar en un lugar público es ilegal, ser joven es ilegal. “En este país se puede acampar para un concierto de Justin Bieber y ver la última de Crepúsculo… Pero no para defender tus derechos. ¡No nos vamos!” decían los acampados, que en la Plaza del Sol a falta de una fuente de agua potable pública, la crearon designando un lugar para el intercambio de botellines de agua mineral. Una forma de solidaridad organizada que también recuerda a los egipcios del mes de febrero.

La gente reclamaba por la libertad de expresión, “queremos que no nos engañen, que nos digan la verdad”, el contubernio entre banqueros, políticos y medios ha agotado al pueblo español. El lema en la Plaza Catalunya de Barcelona era el de una “Acampada por la dignidad, para protestar contra los recortes y para reclamar justicia económica y social y una política sin corrupción”.

En la noche del domingo hubo varios detenidos, entre los cuales se encontraban personas ajenas a las manifestaciones y que fueron agredidas por la policía, ya sea en comisaría o durante el arresto, muchos realizados por secretas, disfrazados de anticapitalistas y provocando a los activistas para que reaccionasen de forma violenta.

Hubo conmovedoras imágenes en la madrugada del lunes, cuando fueron desalojados los manifestantes mientras cantaban: “no a la violencia” y les pedían a los antidisturbios que no se propasasen, que no fueran violentos, que se comportaran como seres civilizados. Una maravillosa lección de coraje y coherencia, que hacía honor a otra pancarta vista en la tarde del domingo y que rezaba “La fuerza de la no-violencia”.

El pueblo español se ha despertado y pone en tela de juicio su joven democracia. Las manifestaciones siguen pese a la prohibición de la Junta Electoral. El 22 de mayo hay elecciones y este movimiento no quiere dejar pasar otro mandato de recaderos del Capital Financieromilitar. El sol puede convertirse en Liberación.