Así lo ha manifestado Amnistía Internacional la víspera de su 50 aniversario, al presentar su informe sobre la situación de los derechos humanos en el mundo.
*“Cincuenta años después de que la vela empezara a arrojar luz sobre la represión, la revolución de los derechos humanos se encuentra en el umbral de un cambio histórico”*, ha declarado Salil Shetty, secretario general de Amnistía Internacional.
*“La gente rechaza el miedo. Gente valerosa, encabezada sobre todo por jóvenes, se alza y protesta ante las balas, los golpes, el gas lacrimógeno y los tanques. Esta valentía –combinada con la nueva tecnología que está ayudando a los activistas a avanzar y exponer la represión gubernamental de la libertad de expresión y del derecho de manifestación pacífica– transmite a los gobiernos represivos la señal de que sus días están contados»*.
*“Pero las fuerzas de represión están contraatacando con crudeza. La comunidad internacional debe aprovechar la oportunidad para el cambio y asegurarse de que 2011 no se convierte en un falso amanecer para los derechos humanos.”*
Se está librando una batalla fundamental por el control del acceso a la información, los medios de comunicación y la tecnología de redes, mientras las redes de medios sociales alimentan un nuevo activismo que los gobiernos luchan por controlar. Tal como se ha presenciado en Túnez y Egipto, los intentos de los gobiernos por bloquear el acceso a Internet o cortar las redes de telefonía móvil pueden fracasar, pero los gobiernos están peleando por recuperar la iniciativa o por utilizar esta tecnología contra los activistas.
Las protestas que se han propagado por Oriente Medio y el Norte de África a medida que la población exige el fin de la represión y la corrupción ponen de manifiesto el profundo deseo de vivir sin temor ni miseria, y dan voz a quienes no la tienen.
El éxito de Túnez y Egipto en el derrocamiento de los dictadores fascinó al mundo. Ahora se escuchan rumores de descontento desde Azerbaiyán hasta Zimbabue.
Sin embargo, pese a la nueva determinación de enfrentarse a la tiranía, y pese a que el escenario de la lucha por los derechos humanos ha alcanzado una nueva frontera digital, la libertad de expresión –un derecho fundamental en sí mismo y para reclamar los derechos de otras personas– se encuentra amenazada en todo el mundo.
Los gobiernos de Libia, Siria, Bahréin y Yemen se han mostrado dispuestos a golpear, mutilar o matar a manifestantes pacíficos para permanecer en el poder. Incluso en el caso de los dictadores que han caído, es preciso desmantelar las instituciones que los respaldaban, por lo que el trabajo de los activistas dista de haber concluido. Gobiernos represivos como los de Azerbaiyán, China e Irán están tratando de prevenir revoluciones similares en sus países.
El Informe 2011 de Amnistía Internacional documenta restricciones específicas a la libertad de expresión en al menos 89 países, destaca casos de presos de conciencia en al menos 48, documenta tortura y otros malos tratos en al menos 98, e informa de juicios injustos en al menos 54.
Algunos de los momentos emblemáticos de 2010 son la liberación de Daw Aung San Suu Kyi en Myanmar y la concesión del Premio Nobel de la Paz al disidente chino Liu Xiaobo pese a los intentos de su gobierno por sabotear la ceremonia.
Lejos de los titulares internacionales, miles de defensores y defensoras de los derechos humanos fueron amenazados, encarcelados, torturados y asesinados en lugares como Afganistán, Angola, Brasil, China, México, Rusia, Myanmar, Turquía, Uzbekistán, Vietnam y Zimbabue.
Estos activistas denunciaban a menudo cuestiones de derechos humanos tales como la pobreza, la marginación de comunidades enteras, los derechos de las mujeres, la corrupción, la brutalidad y la opresión. Los sucesos ocurridos en todas las regiones han puesto de manifiesto la labor crucial de estas personas, y la necesidad de brindarles solidaridad global.
El informe anual de Amnistía Internacional destaca también:
* el deterioro de la situación en algunos países, como la sombría imagen que se presenta para los activistas en Ucrania, Bielorrusia y Kirguistán, la espiral de violencia en Nigeria, y la creciente crisis que plantea la insurgencia armada maoísta en el centro y el nordeste de India;
* las tendencias regionales, que incluyen una amenaza cada vez mayor para los pueblos indígenas en América, el deterioro de la situación legal para las mujeres que eligen vestir un velo que cubre todo el rostro en Europa, y la creciente disposición de los Estados europeos a enviar a gente de vuelta a lugares donde corre peligro de sufrir persecución;
* los conflictos que han asolado Chad, Colombia, Irak, Israel y los Territorios Palestinos Ocupados, el Cáucaso Norte en Rusia, la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Sri Lanka, Sudán y Somalia, en los que grupos armados y fuerzas gubernamentales han atacado con frecuencia a la población civil.
* las señales de progreso, como por ejemplo la firme disminución de la pena de muerte, algunas mejoras en la atención a la salud materna en lugares como Indonesia o Sierra Leona, y el procesamiento de algunos de los responsables de delitos contra los derechos humanos cometidos durante los gobiernos militares que, en el pasado, ocuparon el poder en Latinoamérica.
Salil Shetty ha declarado que los gobiernos poderosos, que han subestimado el ardiente deseo de libertad y justicia albergado por gente de todo el mundo, deben ahora respaldar las reformas, en lugar de limitarse a prestar un cínico apoyo político a la represión. La auténtica prueba de la integridad de estos gobiernos será el apoyo a la reconstrucción de Estados que promuevan los derechos humanos pero puedan no ser aliados, y su voluntad –como en el caso de Libia– de remitir a la Corte Penal Internacional a los autores de los delitos más graves cuando todas las demás vías judiciales fracasen.
La necesidad de que el Consejo de Seguridad de la ONU adopte una política constante de tolerancia cero para los crímenes contra la humanidad se ha visto subrayada por la brutal represión de Siria, que ha causado cientos de muertes desde marzo, y por la ausencia de una acción concertada en respuesta a la represión de las manifestaciones pacíficas en Yemen y Bahréin.
Los gobiernos de Oriente Medio y el Norte de África deben tener el valor de permitir reformas en un panorama de derechos humanos que cambia rápidamente. Deben proteger y defender el derecho a la libertad de expresión y reunión pacífica y deben garantizar la igualdad para todas las personas, en particular eliminando los obstáculos a la plena participación de las mujeres en la sociedad. Hay que refrenar a la policía secreta y las fuerzas de seguridad, poner fin a la brutalidad y los homicidios y garantizar la rendición completa de cuentas por los abusos, para que las víctimas obtengan la justicia y la reparación que durante tanto tiempo se les han negado.
Las empresas que proporcionan acceso a Internet, telefonía móvil y sitios de redes sociales, y las que respaldan a los medios y comunicaciones digitales, deben respetar los derechos humanos. No deben convertirse en marionetas o cómplices de gobiernos represivos que desean sofocar la libertad de expresión y espiar a su pueblo.
*“Nunca, desde el final de la Guerra Fría, tantos gobiernos represivos se habían enfrentado a semejante desafío para mantener su poder. La demanda de derechos políticos y económicos que se propaga por todo Oriente Medio y el Norte de África es prueba viviente de que todos los derechos son igual de importantes, y son un requerimiento universal”*, ha manifestado Salil Shetty.
*“En los 50 años transcurridos desde que Amnistía Internacional nació para proteger los derechos de las personas detenidas por sus opiniones pacíficas, ha habido una revolución de derechos humanos. La petición de justicia, libertad y dignidad ha evolucionado hasta convertirse en una demanda global que cobra más fuerza cada día. El genio ha salido de la botella, y las fuerzas de la represión no pueden volverlo a meter.”*