El mundo parece haberse llenado de catástrofes. Una a una, en vertiginosa e indetenible cascada, nos van llegando noticias de muertes y sufrimiento desde los más diversos lugares del mundo.
Las víctimas del terremoto y posterior tsunami en Japón, la fuga radioactiva desde una de sus plantas nucleares en el este de la isla, la impúdica agresión del mundo capitalista en Libia, la represión de manifestantes en Bahrein, la violencia omnipresente en el ghetto de Gaza, el constante flujo de autoinmolaciones y atentados en Afganistán y Pakistán, son sólo algunas de las poco auspiciosas novedades que día a día la prensa mundial acerca a nuestras adoloridas – y por ello – ya algo anestesiadas conciencias.
Este escenario de terribles acontecimientos parece entonces suplantar lo que – al menos hasta hace muy poco – parecían venturosas nuevas provenientes de Túnez y Egipto, donde un pueblo unido despertaba al futuro sacándose de encima un sistema dictatorial, mostrando los rasgos de un nuevo tipo de revolución no violenta, con una novedosa participación juvenil, una religiosidad tolerante y unas fuerzas armadas renuentes a agredir al pueblo, respetando así su reclamo soberano.
Sin duda que el ataque a Libia o el envío de tropas saudíes a Bahrein para acallar la protesta popular, pretenden frenar este despertar del mundo árabe hacia una nueva independencia de aquel Occidente controlador y sus servidumbres locales.
Pero no sólo desde la vasta comunidad islámica nos llegan aquellas buenas señales.
En la lejana y cuasi polar pero muy europea Islandia, el pueblo niega a su Estado todo derecho a salvaguardar los intereses de la especulación financiera.
En la mediterránea y también muy europea Italia, las mujeres se manifiestan masivamente a favor de su dignidad de género. En este caso, su aversión se personifica en una de las máximas autoridades de gobierno, máximo ejemplo también de degradación y frivolidad.
También excelentes las noticias que llegan desde el mismo corazón del pretendido imperio, donde los trabajadores de Wisconsin acuden por miles a resistir los embates de una renovada oleada de recortes sociales.
Los mismos trabajadores saldrán a la calle en París, en Madrid para denunciar la traición de políticos y expresar en definitiva su desilusión por un sistema que les auguraba la ilusión de un bienestar constante y progresivo.
El mismo descontento ya se había hecho sentir en Grecia y aún veremos una fuerte asonada en la hace poco “pacificada” Irlanda. Hasta la flemática y poco pasional Inglaterra parece haber despertado.
Sin embargo, en las épocas precedentes a los grandes cambios, lo mejor del espíritu humano parece acontecer más alejado todavía, fuera de los grandes centros, casi inadvertido o ignorado intencionalmente por los medios de difusión y confusión masivos.
Es como si el corazón del mundo y lo profundo de la conciencia se apartaran por un momento para resurgir con potencia desde rincones inesperados y generar una nueva realidad con el viento huracanado de la inspiración.
Uno de estos pequeños grandes acontecimientos se está produciendo en un pequeñísimo poblado llamado José de la Quintana, en las serranías de la Córdoba argentina. En ese lugar de apenas algo más de mil habitantes, un grupo de activos seguidores de las enseñanzas de Silo han decidido construir un nuevo Parque de Estudio y Reflexión.
Este nuevo Parque, que se suma a los ya casi treinta Parques existentes en distintos puntos del planeta en las más diversas culturas, pretende ser un recodo para la recomposición de lazos humanos, un ámbito de inspiración para sus conciencias.
Los senderos que atraviesan el tupido follaje seguramente constituirán alegóricos caminos que ayudarán a las personas a internarse con mayor facilidad en el mundo de la verdad interior. La variedad de su vegetación acaso simbolice aquella sabia diversidad de una Humanidad diferente en sus ramas pero esencialmente convergente en la profundidad de sus raíces.
En este lugar – anuncian los entusiastas promotores – se desarrollarán múltiples actividades de muy variado carácter: retiros, talleres, seminarios, jornadas y celebraciones convocarán no sólo a la elevación espiritual sino también a una decidida y coherente acción de transformación más allá de las ficticias murallas que suelen separar lo interno de lo externo, lo tangible de lo intangible, lo terreno de lo eterno.
Quienes traspongan el portal de este nuevo Parque – que aún no cuenta con un *“nombre oficial”* – seguramente podrán disfrutar de una cálida atmósfera de relación humana que intencionalmente se pretende construir, al tiempo que las construcciones materiales van surgiendo.
En un cercano futuro – al igual que sus símiles alrededor del mundo – este Parque contará además del Centro de Trabajo (con una capacidad de alojamiento inicial para unas 18 personas) con una Sala para meditar y realizar ceremonias o pedidos, un Centro de Estudios para investigaciones avanzadas y un Taller para el trabajo con la Materia. Otros elementos característicos serán una Fuente como símbolo del contacto con la Energía vital y un Monolito, que uniendo el cielo y la tierra, señale las coordenadas temporoespaciales de su circunstancia fundacional. Acaso una estela en piedra y acero testifique acerca de la buena disposición de amigos que en desprendida entrega apoyan y apoyarán las distintas etapas de crecimiento en forma de aportes y donaciones.
Pero la mayor de las esperanzas de este nuevo Parque de Estudios y Reflexión, será seguramente la de ayudar a irradiar el anhelo de un mundo humanizado. No será esa la expectativa quieta de quien sólo espera, sino la convicción de quien actúa en búsqueda de su unidad interior, de la coherencia entre lo que piensa, siente y hace.
Será la esperanza que traduce en imágenes y por ende, en acción, aquello que se abre paso desde la profundidad de todo Ser Humano. Aquel destino para el cual uno ha nacido partícipe de esta especie. Aquel Mensaje que impulsa a Humanizar la Tierra.