La querida Francia, la patria de la revolución, país en el que alguna vez se reivindicó la igualdad de derechos, ha decretado que las mujeres islámicas tienen prohibido usar el velo que les tapa la cara en lugares públicos. Sus razones son disminuir la discriminación, tanto de los occidentales hacia ellas como de los hombres musulmanes que las obligan a utilizar velo contra su voluntad. Para las últimas, esto significa un apoyo sin medida, pero para las primeras un atropello injustificado a su libertad de expresión y a su libertad a secas. ¿Por qué para disminuir la discriminación tenemos que vernos todos iguales?
Lo que al Gobierno francés le resulta imperceptible es que al llevar a cabo leyes de este tipo, están generando una religión de la laicicidad, una dictadura de la laicicidad que, paradójicamente, se opone a su esencia. Un Estado laico en teoría se opone a la imposición de valores morales particulares a una religión y, acaso, prohibir el velo ¿no es justamente la imposición de un valor moral?
En esta ley hay un error de conceptos. Es un simple parche al desastre educativo que han dejado los años de libre mercado y competencia. Es meter la basura debajo de la alfombra y promover una idea totalmente opuesta a la libertad. Para que nadie se critique, seamos iguales. Y la cosa no es así, la libertad no es una apariencia, es una idea y una actitud. Si no fuésemos discriminatorios, aceptaríamos que cada uno ande como quisiera, y le daríamos la misma cantidad de derechos a todos ya sean musulmanes, punks, cuicos o emos.
En Francia las peores pesadillas de la ciencia ficción se están originando. Pronto, el estado obligará a todos vestir de un sólo color, para que en vez de ser comprendernos, nadie note las diferencias propias del ser humano, que seguirán siendo vedadas tras un tupido velo. Y si no te gusta, 150 euros de tu bolsillo directo a las arcas de ese lúcido gobierno. Como un diezmo entregado a la institución laica por el derecho a ser religioso.
Cuando ya se creía que el capitalismo no podía ser más ridículo de lo que su autodestrucción nos ha mostrado, en Francia se le ha puesto un precio a la libertad.